La UE institucional está minando los cimientos de la construcción política de Europa: libertades y derechos humanos.
España no está sola en la vanguardia del relativismo moral que arruina la percepción cívica de tales principios capitales. El caso de Orlando Zapata Tamayo ha ilustrado con crueldad la tragedia del eclipse diplomático y moral de España en las Américas. La cínica complacencia gubernamental hacia la tiranía cubana, el caudillismo populista venezolano y el indigenismo ¿neo-racista? boliviano, priva a toda Europa de ojos y voz ante inquietantes realidades.
El ocaso de la influencia moral de España en las Américas es un problema estrictamente nacional. El activismo diplomático español, en Europa, por el contrario, no solo divide y pudre la herencia europea más preciosa: priva a la UE de cualquier posibilidad de acción, en defensa de sus viejos principios caídos de hinojos en la tumba del relativismo moral.
La nueva «arquitectura» institucional de la UE favorece más el cínico relativismo ético. La presidencia (Van Rompuy) no tiene nada qué decir ante tales derivas morales. La presidencia rotativa (Zapatero) es víctima de su propia insignificancia aleatoria. La Alta Representante de Política Exterior (Catherine Ashton) es una mujer muda e invisible.
Juan Pedro Quiñonero
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