Coincidiendo con el aniversario de la muerte de los cuatro pilotos de Hermanos al Rescate, cuyo avión fue derribado hace ahora catorce años por las fuerzas aéreas cubanas, la dictadura castrista se ha cobrado este martes una nueva víctima mortal. Se trata de Orlando Zapata Tamayo, uno de los 75 disidentes condenados en la primavera del año 2003 con penas de hasta 28 años de prisión. En el caso de Zapata su condena se elevó posteriormente hasta los 36 años de cárcel debido a que ni la reclusión ni las torturas impidieron a este mártir de la libertad seguir protestando en defensa de los derechos humanos.
Ante la huelga de hambre que Zapata inició hace ochenta y seis días, la única respuesta de la dictadura castrista ha sido, tal y como denunció Libertad Digital el pasado viernes, la de impedir a su madre ir a visitarlo e incluso saber cuál era su paradero después de su traslado, con destino desconocido, desde el hospital donde estaba ingresado.
Si vergonzoso ha sido el silencio de la UE, en general, y del Gobierno español, muy en particular, durante todos estos meses, más bochornosa resulta ahora su pasividad tras la muerte de este preso político para adoptar represarias contra la dictadura comunista que desde hace más de medio siglo cercena las libertades en Cuba.
A pesar de conocer la noticia de su muerte, a pesar de ostentar la presidencia semestral de la UE y a pesar de participar en un foro de Naciones Unidas en defensa de los derechos humanos, Zapatero ha sido incapaz no ya de condenar al régimen cubano, sino incluso de mentar el nombre de su última víctima durante su intervención en Ginebra. Por lo visto, el "valor supremo de la vida" a la que Zapatero ha hecho mención en ese foro contra la pena de muerte sirve para condenar con igual intensidad la pena capital aplicada a asesinos en sociedades democráticas que el asesinato de disidentes políticos en las dictaduras. Este "valor supremo de la vida" le sirve de excusa a Zapatero para tramitar la excarcelación de un asesino en serie en huelga de hambre como el etarra De Juana Chaos, pero no para elevar la menor protesta ante la represión de una abyecta dictadura como la que padecen los cubanos, y que es la que originó la huelga de hambre de Zapata y a la que cabe responsabilizar de su muerte.
La única respuesta institucional en España se ha limitado a una declaración del Congreso de los Diputados, aprobada por todos los partidos, pero de tan bajo perfil que ha eludido una condena expresa de la dictadura castrista, diluyéndola en una genérica condena a la falta de libertades y conculcación de derechos humanos "en cualquier parte del mundo". Para colmo, esta resolución brinda su apoyo a unas inexistentes "gestiones realizadas a favor de los presos de conciencia, que también se han producido en el caso de Orlando Zapata", cuando lo cierto es que el Gobierno de Zapatero no ha hecho "gestión" alguna digna de ese nombre, tal y como con razón ha denunciado la oposición democrática a este régimen comunista.
Hasta tal punto el Gobierno de Zapatero ha sido complaciente con el régimen de los hermanos Castro que el ministro Moratinos se negó a reunirse con los disidentes en su visita a la isla cárcel de hace unos meses.
En cualquier caso, si la respuesta internacional al régimen cubano se limita a declaraciones de tan bajo perfil como la aprobada por el Congreso español, no nos debe sorprender que la represión se recrudezca, tal y como ha sucedido con la detención y arrestos domésticos de otros disidentes que no pretendían cometer más "delito" que el de asistir al funeral de este mártir de la libertad.
Editorial LD
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