Resultan inevitables las comparaciones entre el genocidio nazi y el aborto libre, aprobada esta semana en el ¿Senado?. Por un lado, se decide que hay vidas inferiores que hay que eliminar: judíos, deficientes mentales, tarados (en el caso nazi); fetos en el vientre materno, algunos de ellos deficientes y tarados (en el caso español).
Por otro, la sociedad miraba para otro lado y pocos se inquietaban cuando oían trenes en la madrugada con los vagones llenos camino de Auschwitz. Los verdugos no llevan capuchón, sino bata y fonendo o son senadores y diputados de partidos supuestamente civilizados como el PSOE y supuestamente cristianos como CiU o PNV… aunque quizá esto último sea mucho suponer.
E incluso mujeres. Y ahí llegamos al quid de la cuestión. El totalitarismo era cosa de hombres (ya saben: más expeditivos, menos sensatos, que van a lo que van). La mujer ha sido, desde el Paleolítico, la que ha transmitido y conservado la vida, la que ha mecido la cuna de la civilización, mientras el hombre salía a cazar mamuts, a hacer razzias sangrientas o a conquistar América.
Pero eso cambia en el siglo XX: cuando la píldora separa el placer de la procreación, acierta en la línea de flotación del matrimonio y saca de su quicio a mujeres y a hombres. Los polvos de mayo del 68 han traído los lodos del aborto. La revolución sexual no era inocente. Se llevó por delante no testas coronadas, como en 1789, sino bebés en el seno materno y franqueó la puerta a viejos lobos que creíamos olvidados en la Europa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: los totalitarismos.
El Senado español ha sido escenario de otra invasión en toda la regla, a través de la nueva ley del aborto. Una carnicería y un sustancioso negocio. No era casual que un senador socialista sea presidente y fundador de una clínica abortista.
La historia no es nueva. La empresa alemana Degesch, fabricante de pesticidas que elaboraba el Zyklon-B, duplicó sus dividendos entre 1942 y 1944. Diez millones de euros anuales ganan los laboratorios con la píldora poscoital. Schering se enriquece comercializando en España la píldora abortiva RU-486. Y una red de clínicas en permanente expansión (desde El Bosque hasta la Dator) ingresa millones de euros practicando abortos.
Resultado: mientras médicos y farmacéuticos hacen caja, miles de vidas se destruyen cada año, a razón de un aborto ¡cada cinco minutos! Dos millones de vidas truncadas en España, desde que hace 20 años se despenalizó el aborto (responsabilidad del PSOE y complicidad ulterior de los Gobiernos del PP). Y dos millones fueron exterminados en Auschwitz.
Afortunadamente no todos los políticos españoles se han vuelto locos. Hay senadores populares que se han batido el cobre en contra del proyecto, y plataformas ciudadanas que emulan a Rosa Blanca y otros grupos de resistencia que plantaban cara al nazismo. Y una inmensa mayoría de ciudadanos que, a diferencia de los alemanes de 1940, no vuelven a conciliar el sueño al oír traqueteos cada madrugada. (pijamapara2@hotmail.com)
Alfonso Basallo, periodista de Intereconomía, padre de familia y autor del libro Pijama para dos
http://www.albadigital.es
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