Probablemente hayan sido pocos de Ustedes, lo lamento infinitamente, que hayan vomitado al saber que nuestro presidente del Gobierno no ha tenido ni una palabra dispuesta para rememorar a Orlando Zapata Tamayo. De ese héroe de la resistencia en Cuba que ha muerto -en huelga de hambre- para hacer frente a toda la villanía, miseria y opresión que supone el régimen castrista, tan arropado por nuestro Gobierno de cómplices de este crimen, como de otros. Yo les confieso que he vomitado. Y mucho. Mi desprecio me llega al hígado. Mi desprecio profundo hacia aquellos que temblaban por la vida de De Juana Chaos, véase ese Gran Timonel de Valladolid -con todas sus mentiras a cuestas- o ese Fouché Rubalcaba que nos hablaba de motivos humanitarios -hasta emociones- para sacar de la cárcel a un asesino como ese mierda de terrorista que quiere contaminar la profesión de taxista en el Ulster. Ni una palabra suya para condenar la horrible muerte de Orlando Zapata en sus terribles condiciones en Cuba.
Yo ya no sé si en este país sigue existiendo una mínima capacidad de asco hacia la basura moral. Me temo que esta indolencia nos lleva hacia el desastre ético y la nueva fractura social con impredecibles consecuencias. Ninguna grata. Sólo pensar que un régimen, como el criminal de Cuba, protegido por el que nosotros hemos elegido, deja morir a sus presos, que sólo lo son por pensar y opinar, y no por matar, como los amigos del PSOE de antaño, hace crujir las tripas y reverberar las vergüenzas. ¡Qué asco, Dios mío, estos gobernantes que han dejado morir a Orlando Zapata, como habrían hecho con Sajarov o Soljenitsin, con Mandelstein o Ajmatova! Porque su indigencia ideológica les impide condenar las monstruosidades de sus amigos de pensamiento. Sólo cabe pensar que les parece bien que Zapata muriera en la cárcel, y que si tuvieran posibilidad para hacerlo, nos dejarían morir a otros muchos en mazmorras de la Cheka, y no precisamente de la cubana, sino aquí, en el centro de Madrid. Hay precedentes, como algunos de Ustedes recordarán. Si nos han impuesto monumentos a Largo Caballero, el inventor de la Cheka hispana, si un asesino como Carrillo es la lumbrera de la memoria histórica y se ha vuelto a imponer esa gracieta asesina de que el que no piensa como un Gobierno incapaz es un criminal, podemos sin duda estar encantados con que nuestro héroe cubano que acaba de morir, nuestro querido Orlando Zapata, esté enterrado porque nuestra hipócrita fe en las reformas inexistentes en La Habana es infinita.
De nuevo, ¡qué asco y qué vómito absoluto ante las miserias de nuestro Gobierno! ¡Qué barbaridad que un pueblo como el nuestro, con todas sus terribles experiencias en su historia reciente, se haya convertido con su gobierno sectario e izquierdista en el mayor defensor que tiene en el mundo el régimen miserable que ha dejado morir a Orlando! ¡Qué desastre y qué vergüenza que nuestro país sea el mayor cómplice de este crimen, este nuevo crimen de un régimen que no actúa más que con la mentira, la violencia y el miedo! Ahí tenemos a Moratinos y Zapatero, los dos aliados de un sistema criminal que ha llevado a Orlando a la muerte. Espero que ambos pongan fotografías de la víctima de su aliado sobre sus despachos. Espero que sus hijos e hijas les pregunten algún día sobre el porqué de la muerte de Orlando. Espero que Orlando les persiga con su nombre y gracias a sus amigos para siempre. De Juana Chaos puede llegar hasta taxista gracias a Rubalcaba y al presidente del Gobierno que Ustedes han elegido por mayoría. Orlando ya no podrá llevar un taxi ni por las ciudades que conoce bien. Porque lo han matado criminales protegidos por nosotros. Piensen todos en ello.La muerte de Orlando es una catástrofe moral para España. Porque los españoles son responsables de que los cómplices del castrismo sigan dictando las normas.
Hermann Tertsch
www.abc.es
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