segunda-feira, 2 de agosto de 2010

La culpa la tiene Franco

Publicaba ayer ABC una entrevista de Mariano Calleja a Ana Pastor y Teresa Cunillera, vicepresidentas del Congreso, que constituye una pieza maestra de comicidad. Al buen entrevistador se le distingue por la capacidad para radiografiar al entrevistado, despojándolo de los aderezos y afeites con que trata de escamotear su verdadera personalidad; y Calleja se revela aquí un entrevistador superdotado, logrando que Teresa Cunillera se nos muestre en su espléndida ridiculez, sin añadir ni un solo subrayado a sus declaraciones mentecatas. Hay un pasaje especialmente gozoso en el que Calleja pregunta: «Para Teresa Cunillera, ¿Cataluña es una nación?». A lo que la interpelada responde afirmativamente; y, puesta a enhebrar sandeces, añade: «Nosotros estamos cómodos en una Constitución que define España como nación de naciones». Aquí Calleja, con muy caritativa delicadeza, la corrige: «No, perdone, la Constitución no dice eso en ningún lado…». Pero Cunillera, en una pirueta conceptual abracadabrante, remacha: «Bueno, lo llamó nacionalidad para que cupiera».

¡Con un par! Toda la entrevista está regada de parecidos dislates, ensartados con una suerte de complacencia orgullosa que en el lector provoca una mezcla de risa floja y alipori. La buena de Cunillera se ve a sí misma como una campeona en «lucha permanente contra el machismo»; y es natural que una mujer que emplea tantas energías en combatir tamaña plaga no encuentre hueco para adiestrar sus neuronas. Para Cunillera, el machismo consiste en que los diputados «imiten con recochineo» a las diputadas. A esto antes se le llamaba tener dotes para el histrionismo; pero en esta nueva era en que señoras como la buena de Cunillera alcanzan magistraturas tan encumbradas se le llama machismo (lo que, en buena lógica, da la razón a quienes piensan que el feminismo consiste en que las mujeres imiten histriónicamente a los hombres). Pero la buena de Cunillera sabe que, para que señoras de sus prendas luzcan como vicepresidentas del Congreso, hace falta que las gónadas triunfen sobre los méritos; por eso, cuando Ana Pastor, que es una desfasada que aún pretende hacer valer sus méritos, declara que a ella le «ofendería ser cuota», la buena de Cunillera la rebata con ardor (¡y con un par!): «¡A mí no!». Y en ese «¡a mí no!», que es el equivalente feminista al «¿qué hay de lo mío?», se resume el pensamiento político de tan garrida moza, que cada vez que Pastor trata de explicarse, la retruca: «¡Qué aburrido es el argumentario!» o (nótese la variedad dialéctica) «Siempre con el argumentario, ¡que aburrido!».

Leyendo las paparruchas de la buena de Cunillera uno podría caer en la tentacion de pensar que el descrédito que padecen los políticos se debe, simplemente, a que son personas carentes de crédito alguno. Pero esta es una conclusión precipitada y facilona; la buena de Cunillera nos propone otra hipótesis mucho más sugerente y sesuda:

—La razón de fondo es que somos muy hijos de la dictadura. Franco ha marcado la sociedad de manera muy profunda.

¡Con un par! Enhorabuena a Mariano Calleja por esta pieza de periodismo desnudo y revelador. Somos tan hijos de la dictadura que, mientras la leía, pensaba que la buena de Cunillera era una caricatura grotesca salida de las páginas de La Codorniz; pero no, resulta que la buena de Cunillera es vicepresidenta del Congreso.

Juan Manuel de Prada

www.juanmanueldeprada.com

www.abc.es

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page