En este mundo de locos, con sus tinieblas y tormentas, de pronto vemos a lo lejos el fulgor de un faro que nos indica la ruta, la tranquilidad. Lo curioso del caso es que el faro es un reo en libertad bajo fianza, un hombre que cuando fue presidente del Gobierno español declaró la guerra a Irak, quiso resolver el problema vasco con los terroristas antiterroristas del GAL, traicionó a sus camaradas, que fueron a la cárcel (algunos), mientras que él decía, callaba como una puta: "Yo no sabía nada, me enteré por la prensa".
Espero que ahora que ha obtenido un cargo virtual en la UE, lo que le permitirá alternar con Javier Solana en el papel de fantasma papanatas, alguien, algún periódico, algún político, algún juez, le saque a relucir los papeles del CESID, porque el pacto entre la Corona y él fue el siguiente: "No vas a la cárcel, pero no podrás ejercer la menor responsabilidad política en el futuro". Claro, que un cargo europeo (¿cuál, exactamente?) no significa nada, salvo un sueldo californiano, porque la UE no existe, es sólo una broma pesada y cara, y los burócratas que han decidido darle la presidencia de los retretes europeos han considerado que su exclusión de por vida de los cargos políticos reales no tiene nada que ver con este paripé.
A mi, francamente, me alegraría, y creo que sería beneficioso para España, que salieran a relucir algunos de esos papeles sucios; para que Felipe González, al fin, sea juzgado. No me gustan las cárceles, y no deseo que éste pase sus últimos años de vida en chirona, pero no me desagradaría que se jubilara de veras de la política, porque es un desastre.
El 19 de enero de 2008 publicó en El País –que fue su portavoz– uno de esos artículos suyos, que son un modelo de Propagandastaffel, para condenar rotundamente la "guerra de Irak" y, no faltaba más, a los USA, cuya política agresiva ha dado pienso al terrorismo islámico internacional.
En buena lógica felipista, Bush sería el responsable de los atentados de Atocha y de todos los demás, incluido el de las Torres Gemelas y el Pentágono. Claro, se olvida recordar que, cuando él era presidente del Gobierno, declaró la guerra a Irak, junto a Mitterrand y a un sinfín de otros gobernantes, de lo más variopinto, europeos como árabes. Esa gigantesca Santa Alianza contra Sadam Husein, que fue obra de George Bush Sr., triunfó militarmente sin dificultades, pero fue a fin de cuentas derrotada, debido a la supina imbecilidad de Bush Sr., quien, a las puertas de Bagdad, ordenó la retirada. Creo que es el único ejemplo en la historia de una guerra militarmente ganada que se transforma en derrota por la voluntad del jefe de Estado de la primera potencia beligerante.
Aquél fue el primer acto de la misma guerra que aún se libra, y hay que tener la caradura que tiene Felipe González para considerar que ese primer acto era "justo", porque él y la socialburocracia europea tomaron parte del mismo, mientras que el segundo es una agresión imperialista y un "crimen contra la Humanidad".
Por otra parte, países como el nuestro se han retirado de Irak pero siguen en Afganistán, y cabe preguntarse a qué país ha agredido éste para justificar, según los criterios que manejan los socialburócratas, una intervención militar.
Leyendo a González nadie podrá saber por qué enviar tropas a Afganistán es "justo" y retirarlas de Irak... aún más, cuando se trata de lo mismo. Todas las críticas que hace González a los USA por la "guerra de Irak" podría hacérselas a sí mismo, pues participó en la "guerra del Golfo", que no fue, repito, sino la misma guerra contra Sadam Husein y su dictadura asesina. Me imagino que Felipe González recordará las multitudinarias manifestaciones callejeras de los suyos contra esa guerra y contra él, y a favor de Sadam Husein; por cierto, expresando una vez más la pasión de nuestra progresía por los tiranos.
El artículo de Felipe González: "Alianza frente a conflicto de civilizaciones", constituye un magnífico ejemplo del buenismo memo que acompaña en España a toda esa patraña pacifista y muniquesa, y es muy probable que Fernando Savater lo haya integrado en su dossier sobre Educación para la Ciudadanía. Porque no se trata sólo de considerar que el islam radical y terrorista (Al Qaeda, Hermanos Musulmanes, talibanes, etc.) ha declarado la guerra a Occidente, lo cual hasta Antonio Elorza (¡y ya es decir!) ha terminado por reconocer, sino que en muchos, demasiados países musulmanes la condición de las mujeres es tan monstruosa que podría perfectamente equipararse con la esclavitud.
La ONU condena la esclavitud, pero tolera la servidumbre de las mujeres en los países musulmanes. Hay que reconocer que la ONU es una mierda, y la mayoría de sus miembros dictaduras; y, si se mira bien, el petróleo desempeña a veces un papel más importante que las grandes potencias.
Bajo la protección de la alianza de civilizaciones, de la UE y de Felipe González, el turco Erdogán, el mandamás de dicha alianza, prosigue tranquilamente la islamización de su país, que había realizado su revolución laica tras el derrumbe del Imperio Otomano, con la peculiaridad de que era el Ejército el garante del laicismo, tal y como decidió Ataturk. Eso lo están destruyendo sistemáticamente, con los aplausos de Zapatero y González, un presidente, un primer ministro y un Gobierno islamistas, y si avanzan prudentemente es para que Merkel y Sarkozy no frenen la islamización paulatina de Europa.
Nuestra progresía europea, que dice a gritos defender las elecciones libres, el pluralismo de partidos y sindicatos, la libertad de la prensa, etc., sin trauma aparente defiende al mismo tiempo a los países arabo-musulmanes, en los que todo esto y mucho más (la homosexualidad, por ejemplo) está prohibido; con tal de que sean antiyanquis, claro. Porque si la situación de esclavitud de las mujeres en los países musulmanes es lo más escandaloso, también es abracadabrante la ausencia absoluta de libertad, el antisemitismo como "religión de Estado", tanta miseria, en países tan ricos, etcétera. En cuanto al PSOE y a sus intelectuales (no me refiero a Felipe González, evidentemente), los que les motiva esencialmente tiene un nombre: es el miedo.
Carlos Semprún Maura
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