La reacción del Gobierno, el PSOE y sus terminales mediáticas ha sido furibunda, más propia de fieras que de personas con responsabilidades públicas. No ha hecho falta que nadie les preguntara siquiera; se han dado ellos solitos por aludidos ante la nota publicada por la Conferencia Episcopal por la proximidad de las elecciones generales del 9 de marzo, en la que recomienda no votar por quienes consideren a ETA "un interlocutor político".
La reacción socialista sólo se puede entender conociendo su intransigencia y falta de respeto por las opiniones ajenas, que se traducen en el afán de imponer el pensamiento único y obligar así a aceptar todas las ocurrencias de un Gobierno sectario como pocos y excluyente como ninguno. La reacción del Ejecutivo es una muestra clara del recorte permanente de libertades al que nos han sometido a los españoles.
Estamos a punto de terminar una legislatura en la que se ha puesto patas arriba el modelo de sociedad. Este Gobierno ha desarrollado una estrategia destructiva hacia la familia, el matrimonio, la educación, atacando valores que habían servido de referencia para toda la sociedad, que estaban por encima de creencias y que tenían un claro fundamento en el sentido común.
Es evidente que el Gobierno se ha dado por aludido con la nota de la Conferencia Episcopal, reconociendo así que negociaron políticamente con ETA y que pretenden volver a hacerlo. Pero lo cierto es que los obispos no han cambiado. Llevan desde 1977, y siempre en vísperas electorales, emitiendo notas similares y en todas ellas se recogen las mismas cuestiones, abordadas como orientaciones morales a la hora de ejercer el derecho al voto. La Iglesia siempre ha hablado y va a seguir haciéndolo. Nunca se ha callado y no tiene ningún motivo para hacerlo. El Gobierno se puede poner todo lo nervioso que quiera, pero está demostrando que no entiende de libertad, que no es capaz de mostrar respeto por quienes disienten y que le obsesiona todo aquello que no coincida con sus planteamientos.
El Gobierno se ha mostrado durante toda la legislatura sumamente beligerante contra la Iglesia, bajo la excusa de un laicismo que no era sino un disfraz para sus viejas y rancias obsesiones anticlericales. Este Gobierno piensa que hay fantasmas en cada esquina sencillamente porque no sabe respetar a aquellos que tienen ideas diferentes. Han buscado provocar un terremoto en el modelo de sociedad y ahora pretenden quedarse a salvo de las críticas.
No obstante, está claro que esta reacción responde a una clara estrategia electoral. Los socialistas son conscientes de una posible derrota, y por ello buscan movilizar el voto radical "como sea", dando rienda suelta a los peores instintos de la izquierda. Es la intransigencia de siempre, especialidad en la que este Gobierno se ha convertido en especialista.
Ignacio Villa
www.libertaddigital.es
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