Decía Chesterton que necesitamos curas que nos recuerden que vamos a morir; pero -añadía- también necesitamos curas que nos recuerden que estamos vivos. La reciente nota de los obispos españoles ha sido, desde luego, elaborada por curas capaces de resucitar a un muerto; y esto es lo que ha cabreado sobremanera a los sociatas, que nos quieren a todos fiambres y quietecitos en nuestro ataúd, embalsamados con los santos óleos del pensamiento único. La izquierda ha conseguido imponer una visión hegemónica del mundo, o dicho más rotundamente, ha logrado sustituir cualquier visión del mundo por el espejismo del Matrix progre: quien se atreva a poner en entredicho tal visión o espejismo es de inmediato anatemizado, como un réprobo o un blasfemo. Este Matrix progre ha sido asimilado también por la derecha, que ha renunciado a presentar batalla a su adversario allá donde esta batalla resultaría eficaz e ilusionante, esto es, en el ámbito de las ideas. La derecha acata la visión del mundo preconizada por la izquierda; y toda su acción política se limita a introducir variantes nimias en el funcionamiento de esa gran máquina que es el Matrix progre, sin atreverse a inutilizar sus engranajes. De este modo, incluso sus triunfos puntuales en las urnas son a la postre manifestaciones de una derrota mucho más vasta: la derrota de quien dimite vergonzantemente de sus ideas, para allanarse servilmente a una visión del mundo que no es la suya, una visión del mundo cuya hegemonía no se atreve a discutir, por temor a que se le tilde de «extremista». Mientras la derecha no se atreva a atacar los fundamentos de ese Matrix progre, mientas no tenga redaños para negar su vigencia, cualquier triunfo electoral que obtenga será tan perecedero como las «verduras de las eras» de las que nos hablaba Manrique. Mientras la derecha no se atreva a ofrecer otra visión del mundo alternativa al Matrix progre, estará arando sin bueyes.
¿Por qué los sociatas se han cabreado tanto con la nota de los obispos? No, desde luego, porque «intenten imponer una creencia», como sostiene Zapatero, cuyo lema electoral, «Motivos para creer», es toda una declaración de fe mesiánica en el Matrix progre. El involuntario humorista Pepiño Blanco, en uno de sus hilarantes accesos de estulticia, ha remachado: «Si no nos calló Franco, no nos van a callar los obispos»; que es tanto como atribuir a los obispos un poder omnímodo, pues desde luego con Franco los sociatas estuvieron calladitos como profesionales del amor mercenario. Pero los obispos no quieren callar a nadie, ni «imponer a nadie sus creencias»; en la nota que ha desatado las iras de los sociatas especifican muy humildemente que sólo piden «libertad y respeto para proponer nuestra manera de ver las cosas, sin que nadie se sienta amenazado ni nuestra intervención sea interpretada como una ofensa o como un peligro para la libertad de los demás». La razón por la que los sociatas se han puesto como la niña del exorcista es, pues, de una índole muy diversa.
Y es que la nota de los obispos no impone nada, sino que propone; no calla, sino que enuncia. Y lo que los obispos proponen y enuncian es lo que nadie se atreve a proponer y enunciar en el Matrix progre: nada más y nada menos que una visión alternativa del mundo que ataca los cimientos de trampantojo sobre los que se asienta la hegemonía del pensamiento único. Una visión del mundo que reclama «exigencia moral», que apela a «principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano», que preconiza una sociedad «libre y justa» que no se avenga a cambalaches con quienes anhelan su destrucción. Es natural que quienes han introducido la amoralidad como cimiento de la acción política, quienes han declarado abolidos todos los principios como medio para alcanzar sus fines, quienes están dispuestos a cualquier cambalache reaccionen como la niña del exorcista. La nota de los obispos, para cualquiera que la lea sin las anteojeras del Matrix progre, es extraordinariamente vivificadora. Necesitamos curas dispuestos a recordarnos que aún estamos vivos, por mucho que les joda a los sepultureros.
Juan Manuel de Prada
www.juanmanueldeprada.com
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