No hacía falta que un micrófono traidor captara al presidente del Gobierno hablando de la conveniencia de aumentar la "tensión" para ganar votos. El espectador atento a la vida política ya lo había percibido, y denunciado, tiempo ha. El socialismo zapaterista ha desarrollado en esta legislatura toda una estrategia encaminada a envenenar la escena española. Es un recurso viejo, que se basa en crear desorden y presentarse luego como el pacificador.
El error es mayúsculo por varias razones. Además de perjudicar a la democracia y a sus instituciones, de generar intolerancia y sectarismo, de enturbiar la alternancia normal de partidos y de polarizar las opiniones, esa estrategia es nefasta para el propio PSOE.
Esa tensión que Zapatero y los suyos han impuesto en la política, basada en la descalificación infantil y el alarmismo de trazo grueso, está ahuyentando a una parte de la izquierda. Se trata de esos socialistas que nunca han percibido en Zapatero a un líder serio ni sólido, a un personaje con talento para llevar las riendas del Estado, de imprimir iniciativas políticas y sociales verdaderamente modernizadoras.
Tras la fanfarria gubernamental de estos cuatro años, esa izquierda acostumbrada a las grandes personalidades, no ha visto en Zapatero a un político capaz de codearse con los líderes europeos y mundiales. Y esto es muy relevante en una campaña basada en exclusiva en la personalidad del candidato. Porque el Presidente no transmite seguridad ni confianza, ni siquiera emociones profundas, sino deseos banales o que dan salida al rencor de grupúsculos hasta hace poco verdaderamente marginales. Y lo de la "alegría" pertenece al cada vez más amplio mundo de las vergüenzas ajenas. Pero tampoco es reconocible la socialdemocracia europea en sus propuestas, sino un conjunto de ofertas impersonales, que carecen de identidad propia, o que podría hacer cualquiera.
Esa tensión zapateresca, que aburre hablando de la "derecha extrema" y la "Iglesia retrógrada", aleja del PSOE a la izquierda civilizada. A esos socialistas que esperan que su partido, ese al que han votado desde hace años, les ofrezca una opción constructiva y esperanzadora, que no avergüence en los foros internacionales, que no alimente a los que desprecian la democracia de la Constitución de 1978. Y ahí están los fenómenos de Ciutadans y el partido de Rosa Díez. Porque bajo la tensión impostada no hay nada, sólo que no llegue el PP al poder, y esto no es un programa serio ni maduro de gobierno.
La decepción y el desinterés se perciben en esa izquierda civilizada, indignada por que la traten de mema, que rechaza este zapaterismo adanista y tosco. La abstención constituye en estas ocasiones una muestra de respeto a la democracia.
Jorge Vilches - LD
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