La sociedad colombiana ha sobrellevado con extraordinaria dignidad la lacra del terrorismo. No sólo han resistido su continuo chantaje, alimentado por los formidables beneficios acumulados por el tráfico de drogas. Además, han sido capaces de preservar su sistema democrático en unas condiciones harto difíciles.
El mérito es aún mayor si tenemos en cuenta que lo hicieron en gran medida solos. Una parte significativa de las sociedades democráticas cayó en la fácil tentación de «comprender» o «disculpar» a los terroristas, que a su juicio no eran otra cosa que guerrilleros heroicos que se echaban al monte en protesta contra un sistema social injusto. Era un ejemplo más de ese doble rasero con el que a menudo los europeos juzgamos las cosas de América Latina.
Lo que aquí no aceptaríamos, allí nos parece normal. La Revolución que entre nosotros resulta impensable y absurda, al otro lado del charco es coherente y viable ¡Cuántos europeos y norteamericanos han desfogado sus ansias de cambio radical siguiendo la pista de estos asesinos desalmados!
Poco a poco, con extraordinaria lentitud, hemos ido comprendiendo la naturaleza del terrorismo. Visto en perspectiva resulta escandaloso el número de atentados que los españoles hemos tenido que sufrir para que sólo una parte de la sociedad haya llegado a entender que ETA es inaceptable y que una democracia no puede doblegarse ante su permanente chantaje negociando con ella lo que es ámbito exclusivo del Parlamento. La experiencia europea con otras formaciones terroristas y la amenaza yihadista que pende tanto sobre el conjunto del islam como sobre Occidente nos ha ido haciendo más sensibles al problema.
Hoy los colombianos recogen el fruto de su esfuerzo y de su sufrimiento, viendo cómo desde distintos puntos del planeta se oyen voces de condena contra las FARC. Son expresiones de la «sociedad civil», de gente común harta de tanto pensamiento «políticamente correcto» y ansiosa de valores firmes y posiciones claras a favor de la libertad y en contra del totalitarismo.
Florentino Portero
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