No les voy a hablar de la política exterior española porque la escenificación de la visita del ministro Moratinos a Cuba para reiterar su desprecio a los presos políticos, a la disidencia y al derecho a la libertad de los cubanos lo dice todo. Que encima presuma allí de haber sido el artífice de que a las democracias de la Unión Europea se les haya olvidado que el régimen cubano es una miserable tiranía tan solo confirma el oprobio al pueblo cubano y la vergüenza que todo demócrata debiera sentir ante la actuación de nuestro Gobierno. Lamentablemente no es sólo nuestro inefable Moratinos el que parece disfrutar en el roce íntimo con las tiranías.
Últimamente el relativismo o la ausencia de principios en la política exterior parece ganar adeptos por doquier y el nuevo Premio Nobel de la Paz parece haber animado a muchos en este sentido. Su negativa a recibir al Dalai Lama solo es una anécdota en este sentido. Este fin de semana se ha celebrado en Estambul la Conferencia del Bósforo. El espléndido marco del Palacio Cilagan no ha evitado que se escucharan teorías muy preocupantes. Era sabido que gran parte de los turcos se sienten heridos y ofendidos por lo que consideran medidas dilatorias artificiales en sus intentos de convertirse en miembro de la Unión Europea. En gran parte por supuesto por la retórica oficial del partido islamista AKP que dirige el íntimo aliado del presidente Zapatero en la Alianza de Civilizaciones, el primer ministro Erdogan. Porque el doble lenguaje del Gobierno turco es cada vez más evidente. Y rompe una larga tradición de diplomacia predecible, sobria y de gran credibilidad. Por un lado se echan a Bruselas y especialmente a París todas las culpas de que Turquía no esté poco menos que dentro de la Unión. Y se lanza un discurso perfectamente irreal de que es una especie de fundamentalismo cristiano quien lo impide y no el hecho de que el país está aún lejos de cumplir los criterios de Copenhague para su adhesión y que las realidades hacen hoy en día impensable que la UE pueda digerirla.
Por el otro lado, el abrazo a Siria -otra de las satrapías favoritas de Moratinos- es cada vez más estrecho, hasta el punto de celebrar consejos de ministros conjuntos. Y los flirteos con el Irán de Ahmadinayed son cada vez mayores. La misma noche en que los iraníes salieron a la calle para protestar por el fraude de las elecciones, Ankara se apresuraba a felicitar al fanático enemigo de Occidente por su victoria.
A esto se suma que puede decirse que la alianza política, militar y estratégica que formaban Turquía e Israel ha saltado por los aires. Porque una cosa era la lógica consideración del Gobierno de Erdogan a la indignación que en su momento produjo en la opinión pública turca la reocupación temporal de Gaza y los métodos utilizados en la misma confirmado.
Pero la creciente hostilidad hacia Israel por parte del Gobierno islamista que llega a expresarse hasta en la emisión de una serie televisiva claramente anti-judia en la televisión estatal parece ya parte de una estrategia a largo plazo. Cada vez son más los políticos del partido gobernante que hablan abiertamente de buscar alianzas en el Este ante la supuesta ofensa de la Unión Europea.
Y por bienvenido que sea el gran paso que supone la apertura de relaciones diplomáticas y de la frontera con Armenia, a nadie se le escapa que aquel país, como también Azerbaiyan, son todo menos democracias. Luego parece evidente que el partido de Erdogan cada vez hay más fuerzas tentadas a buscarse una solución oriental sin importar mucho que sean dictaduras o regímenes islámicos radicales. Aparte por supuesto de la Alianza con Zapatero. No son pocos los demócratas turcos que están convencidos de que además de un doble lenguaje hay una doble agenda del Gobierno de Erdogan. Que se va imponiendo poco a poco. Como la prohibición del alcohol en muchos municipios. No es una buena noticia. Y no me refiero sólo a dicha prohibición, por supuesto lamentable.
Hermann Tertsch
www.abc.es
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