No me gustan las manifestaciones multitudinarias, pero estuve en la del sábado madrileño. También lo hice cuando la Asociación de Víctimas del Terrorismo convocó en las calles de Madrid a los españoles que no aprobaban la negociación abierta y oficial del Gobierno de Zapatero con la ETA. El Gobierno nos miró con desprecio. Pero más la ETA al Gobierno, que le puso una bomba en la T-4 de Madrid.
Me importa un bledo la cifra de los asistentes. Que si dos millones, que si millón y medio, que si un millón. Fue grandioso. Alcalá, de Sol a Velázquez, abarrotada. La Castellana, Recoletos, Alfonso XII, Serrano… y ni un mal gesto. Mucha alegría, esfuerzo y resolución. Cantidades ingentes de niños con sus padres, de niños que viven como Bibiana Aído, porque sus madres respetaron su derecho a vivir. Lo decía una sevillana de diecisiete años. «Para inscribirme en una Biblioteca Pública me han exigido la autorización paterna. Con diecisiete no eres libre para estudiar en una Biblioteca y lo eres a los dieciséis para matar a un indefenso». Chocante como poco. Aquella gente formaba parte del sector sano y vital de una sociedad podrida. El derecho.
Hablan de los derechos. Pensé, en un momento, si toda aquella multitud libre y esperanzada pudiera estar equivocada. Y que, como yo, también equivocado, estuviera incapacitada para reconocer como un derecho la decisión de matar. Hay que ser cauto. Como Bono. Visto el éxito de la manifestación, el católico Presidente del Congreso de los Diputados pide al Gobierno el máximo consenso, y acierta al defender que el aborto es una cuestión de conciencia que sobrevuela a las ideologías.
Días antes había manifestado que votaría en el Congreso, con dolor, cumpliendo la disciplina de partido. Los beatorros del PNV votarán de acuerdo con el dinero que reciban. Duran Lleida ya ha dicho que la Ley de la señorita Aído se le antoja inadmisible. A los comunistas se les antoja poco permisiva, pero ya se sabe que los comunistas sólo se sentirán felices cuando ellos, y sólo ellos, puedan imponer sus leyes, su sistema y sus normas.
En lugar de reconocer el éxito incuestionable de la civilizadísima manifestación contra la Ley del Aborto y el derecho a la vida, la ministra Aído ha reaccionado con analfabeta chulería. ¿Qué sabe Bibiana Aído de lo que significa un derecho? El derecho fundamental de todo ser humano es el de vivir. Y matar, asesinar al ser humano más indefenso no puede ser un derecho. No es cuestión de ideologías ni de creencias, sino de conciencia y ética.
Triturar el cadáver de un indefenso en una clínica abortista no es la consecuencia de la práctica de un derecho, sino de la comisión de un crimen. Obligar a los médicos a asesinar impidiéndoles su libertad de conciencia supera cualquier cima de perversidad y tiranía. Esta Ley, de ser aprobada por el Parlamento, nace tan muerta como los restos humanos de los niños masacrados. Decenas de miles de votantes socialistas no se sienten representados por quienes pretenden legalizar un crimen y un negocio disfrazados de derecho.
De niño me enseñaron que matar es un delito. Que matar a un indefenso, lo es mayor. Y no he cambiado. Me mantiene libre y confiado la seguridad de que me enseñaron bien.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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