Desde la elección presidencial del pasado mes de julio la situación en Irán no ha hecho más que empeorar: la represión contra quienes ponen legítimamente en duda la proclamación oficial de la victoria del presidente Mahmud Ahmadineyad ha terminado en juicios sumarísimos, y algunos de los detenidos han sido ejecutados y sus vidas se han añadido a las que fueron segadas en las calles de Teherán. Nada de lo que ha hecho el régimen teocrático ha servido para calmar las aguas. El salvaje atentado terrorista de ayer -con el asesinato de dos generales que figuran entre los mas altos responsables de la Guardia Revolucionaria, víctimas de un ataque que se cobró más de treinta vidas- constituye un paso extremadamente peligroso que viene a amplificar la inestabilidad en esa parte tan sensible del mundo.
La violencia terrorista es siempre condenable, y el hecho de que la Guardia Revolucionaria esté dirigiendo con mano de hierro la represión del régimen teocrático no justifica en ningún caso este atentado. Pero se equivocan Ahmadineyad y sus seguidores si creen que pueden resolver la cuestión acusando a Occidente de estar detrás del ataque, y no sólo porque es una conjetura absurda, sino porque con ello no logrará ocultar la realidad de que la crisis viene de sus propios errores. Gobernar a base de imponerse por la fuerza no es una buena receta en ningún país.
La provincia de Sistán-Baluchistán forma parte de esa frontera porosa por la que unas veces pasan cargamentos de droga y otras, de armas hacia y desde los países vecinos. Irán no ha impedido que ese trasiego contribuyese a la inestabilidad del vecino Afganistán y ahora el incendio viene de la zona fronteriza con Pakistán, donde a su vez el Gobierno de Islamabad está siendo atacado frontalmente por la galaxia de los talibanes. Las actividades subversivas de Irán llegan hasta el Líbano, sembrando de armas y guerrillas terrenos donde la paz se hace así más difícil. El fanatismo religioso es mal consejero y todo lo que Irán ha sembrado en el entorno chií se ha terminado contagiando en todas las ramificaciones sectarias. Los asesinos han utilizado métodos que los expertos han relacionado con los que utilizó Al Qaeda en Irak, y otros aseguran que el grupo que ha reivindicado el atentado ha recibido el apoyo de los servicios secretos paquistaníes. Nada de eso sirve para desmentir el hecho de que el régimen iraní, el mismo que trata de dotarse de armamento nuclear, está siendo víctima de sus propios errores.
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