Hace muchos años, cuando Fernández Ordoñez era ministro de Exteriores y yo dirigía, en Radio Nacional, «España a las ocho», el primer informativo de la mañana, no era nada extraño que sonara el teléfono de la redacción a las cuatro de la madrugada y fuera el ministro para darnos datos de un golpe de Estado, en algún lejano país, o de una catástrofe para que le grabáramos y poderse ir a dormir.
Eran otros tiempos y nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ahora nos peleamos con nuestro canciller porque no entendemos lo que hace, aunque suponemos que es el que se traga todos los marrones. Vaya papelón con los hermanos de la guayabera. Qué trágala con Hugo Chávez, Evo Morales y Castro.
En Cuba damos dinero, como si aquí nos sobrara, con el dudoso fin de proyectos de cooperación al desarrollo destinados a ensalzar al compañero Fidel, despreciar a la oposición, olvidar a los presos políticos y a los que, por querer ser libres, están en la cárcel.
Quiero suponer que la diplomacia tiene que recorrer esos caminos. Que está trabajando y las ayudas son parte de la estrategia. Que estamos invirtiendo ese dinero porque es necesario de cara a otros logros en un futuro próximo. Que no estamos haciendo el primo con nuestros primos. Y lo digo con conocimiento de causa.
Mis primos viven en Miami. Alguno pasó más de veinte años en la cárcel cubana. Su delito, estar en la universidad cuando Fidel Castro tomó el poder a la fuerza prometiendo libertad y creando una dictadura en la perla del Caribe.
Ernesto Sáenz de Buruaga
www.larazon.es
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