Mejor, el amigo pelmazo de Dios. Pero aún así, su gran propagandista. Es lo normal y lógico, por cuanto Saramago ha ganado mucho dinero gracias a Dios y a Dios gracias. Acaba de publicar su libro «Caín». Interpreta la Biblia. Dice cosas muy de él. Que sin la Biblia, la humanidad sería mejor. Al Korán ni lo toca, porque más que dinero, le daría disgustos. Pero tampoco vamos a exigirle valentía a un escritor que se fue de Portugal porque le regañaron los obispos. Explica que estuvo a punto de ser crucificado. A eso se le lama egolatría. La crucifixión de Saramago, menudo tostón. Aburriría a los clavos. Su mujer afirma que no lo ha escrito para ganar dinero a costa de la Iglesia, que el dinero le sobra. Años atrás no tanto. Solbes lo sabe. Pero lo importante es el libro, sus interesantísimas y novedosas conclusiones. Por ejemplo, que Dios fue el instigador del asesinato de Caín a Abel. Se extiende en su original hallazgo. «¿Por qué se matan los dos hermanos? No se matan por una herencia, o por una mujer. Se matan por culpa de Dios».
Profundísimo Saramago.
Aunque sea el amigo pelmazo de Dios, el que vive pendiente de Él, hay que reconocer que no anda logrado últimamente. «Que ha vuelto Saramago a escribir de Ti», le habrá dicho San Pedro. «Que Dios nos asista, o mejor, que Yo me asista a Mí mismo», comentará Dios después del susto. «Y ¿qué dice de Mí?». «Que Tú fuiste el instigador de la muerte de Abel, que eres el autor intelectual del fratricidio, que la Biblia es un tratado de crueldad, y que patatín y patatán. Y su mujer, Pilar del Río, que es española la pobre, ha dicho que su marido ha escrito este libro por un deber de honestidad intelectual, y que Tú, agárrate a la primera nube, Señor, si existieras, hablarías con Voltaire o con Saramago antes que con un dogmático». «Sabes, Pedro, que Yo quiero a todos por igual, y que a Saramago le estoy bastante agradecido por lo mucho que escribe de Mí, pero de ahí a que me ponga perder el tiempo con ese pedazo de seta, va mucho trecho. Y más aún si me visita con la intención de presentarme a su mujer “Aquí mi amigo Dios, aquí mi señora”, porque intuyo que es de esas mujeres que dicen tantas tonterías como sus maridos. Mejor que sigan en Portugal o en España, y por muchos años, Pedro».
Saramago –Dios ha dejado de hablar y me pasa los trastos–, es de una simpleza encantadora. Y tiene éxito. Su próximo libro puede tratar de la serpiente que se enrosca en el Árbol del Bien y del Mal y monta el lío de la manzana. El estupendo «Tono» escribió un cuento muy corto al respecto. Pues eso, que Adán y Eva estaban solos en el Paraíso, y Adán llamó la atención de Eva: –¡Tchisss!–; y Eva, coqueta ella, preguntó: –¿Es a mí?–. Eso jamás se le habría ocurrido a Saramago, que es más triste que un pinar cuando anochece, que la escena de Scarlett O´Hara cuando se encuentra a su padre con la chochola perdida, y que la caída de la hoja en los castaños. Pero está en la cumbre de la falsa progresía, y los tontos le adoran. Si les interesa leer «Caín», adquieran un «Mortadelo y Filemón». El rigor es el mismo y Mortadelo es más divertido.
Alfonso Ussía
www.larazon.es
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