¡Hay que ver lo que nos parecemos los españoles, aunque no hagamos otra cosa que presumir de nuestras diferencias! ¡Hay que ver lo que se parecen, perdón, un catalán y un castellano, un andaluz y un asturiano, un manchego y un aragonés, un gallego y un murciano, un vasco y un madrileño, por debajo de sus acentos, sus fiestas patronales, sus equipos de fútbol, sus complejos y sus orgullos! ¡Hay que ver, sobre todo, lo que se parece un español de izquierdas a uno de derechas, aunque no se puedan ver, e incluso haya habido ocasiones en que uno se tiró al cuello del otro con ánimo de estrangularse!
Ahí tenemos a Aznar y a Zapatero, dos tipos que, a primera vista, no podrían ser más distintos. Pero que a la hora de la verdad, han hecho exactamente lo mismo: no parar hasta colocarse en la estela de un presidente norteamericano, el uno, en la de Bush, el otro, en la de Obama, para alcanzar relieve en la escena internacional y ganar puntos en casa. ¡Y luego se nos llena la boca con nuestros hechos diferenciales! Cuando en realidad somos tan iguales en egocentrismo, cortedad de miras y escaso conocimiento del mundo, que cometemos los mismos errores, aunque sean de colores distintos. Lo malo es que, en el caso de los políticos, sus errores no los pagan ellos. Los pagamos todos.
Aznar, junto al PP, ya ha pagado los suyos, con altos intereses. Zapatero, todavía no. Pero por la senda que va, no cabe duda de que terminará, terminaremos, pagándolos. Creer que Obama puede solucionar los problemas españoles es casi tan ridículo como creer que Zapatero puede solucionar los problemas norteamericanos, como quiso darse a entender en la reciente cháchara del Despacho Oval. Por cierto, ¿se han fijado ustedes que, desde entonces, Zapatero cita a Obama en cada segunda frase, como si fuera un talismán? Pero pensar que el presidente norteamericano va a sacarnos de la crisis, a aliviar nuestro paro, a resolver nuestro retraso tecnológico, nuestra falta de productividad, nuestro déficit educativo es un error aún más grande que el de Aznar creyendo que una foto con Bush en las Azores y poner las botas sobre la mesa de su rancho bastaban para convertir a España en una gran potencia, y a él, en un protagonista de la escena mundial.
Pero Aznar, al menos, había puesto orden en la economía española, mientras que lo que ha hecho Zapatero es ponerla patas arriba. La guerra que libra hoy España no es la de Afganistán, ni la del Oriente Medio, ni la del medioambiente, ni la de civilizaciones, sino la del paro, la de la competencia con los países que vienen empujando, la de la disgregación interna, la del desánimo general. Frente a ello, Zapatero no ha hecho nada. Al revés, todas esas tendencias han crecido bajo él. Sin que su conversión en fan de los Estados Unidos tenga pinta de servir de mucho.
José María Carrascal
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