A finales del siglo XVIII apareció un libro, cuyo autor firmaba como "Un inglés", que se convirtió en un éxito de ventas en Norteamérica: en tres meses vendió 120.000 ejemplares; en un año, medio millón (en más de veinticuatro ediciones). |
Ningún libro posterior ha tenido tal éxito en los Estados Unidos. Hablamos del panfleto –libro polémico y breve– Common Sense, de Thomas Paine, publicado en 1776 y considerado uno de los principales propiciadores del movimiento independentista americano.
Payne, Paine o Pain, que de las tres formas encontramos escrito su nombre, era inglés de nacimiento. Criado en una familia de cuáqueros, su padre se dedicaba a la fabricación de corsés, trabajo que también ejercería Thomas, que, por otro lado, llegó a ser oficial de las Aduanas de la Hacienda Pública inglesa. Su primer escrito como polemista fue un artículo donde reivindicaba la subida de los salarios y la mejora de las condiciones de trabajo de... los oficiales de la Hacienda Pública.
En 1774, huyendo de sus deudores y tras conocer en Londres a Benjamin Franklin, sigue el consejo de éste y se traslada a América con su familia, desembarcando en Filadelfia ese mismo año.
Paine apoyó sin restricciones a los coloniales, y ejerció una eficaz labor propagandística en publicaciones periódicas, con sus artículos, y como actor de la vida política. Tras la revolución de 1776 fue elegido miembro del Comité de Política Exterior del Congreso de las colonias, puesto del que fue cesado a los pocos años por revelar negociaciones secretas en sus artículos. Regresará a Inglaterra en 1787, y cuando, al año siguiente, estalle la Revolución Francesa será uno de sus defensores.
Edmund Burke publicará unas Reflexiones sobre la Revolución en Francia en las que mostrará su decepción con los revolucionarios. Paine, como Thomas Jefferson en Estados Unidos, consideraba que unos pocos muertos eran un pequeño precio a cambio de la libertad y la igualdad, y escribirá, respondiendo a Burke, la otra obra por la que es recordado: Los derechos del hombre, apología de la Revolución Francesa que llevó a Napoleón a afirmar que debería haber un monumento a Paine en cada ciudad.
Paine tuvo ocasión de vivir en sus propias carnes la realización de su utopía. Pese a no saber francés, fue elegido miembro de la Convención Nacional. Votó a favor de la abolición de la Monarquía, pero en contra de la ejecución de Luis XVI, alineándose así de facto con los Girondinos. La Montaña, con Robespierre a la cabeza, calificó a aquéllos de "poco revolucionarios" y ordenó su exterminio. Paine fue encarcelado y, tras eludir de milagro la ejecución, puesto en libertad en 1795 por su condición de extranjero.
Tras el Terror, volvió a la Convención, y en varios escritos abogó por la invasión de Inglaterra. Invitado por el presidente Jefferson, regresó a Estados Unidos en 1802, donde morirá siete años más tarde.
A Paine se le llama "padre de la independencia americana". Y esta consideración se la debe a Sentido común. Este breve escrito, completamente subversivo, apoya las reclamaciones de los colonos y critica la Monarquía. La intención de Paine era polémica y propagandística, y buscaba la mayor audiencia posible. Así, escribe con un lenguaje sencillo y llano; sus razonamientos, algunos de ellos pura demagogia, parecen tener una lógica aplastante; y, a diferencia de los tratados de la época, evita citas de clásicos, con excepción de la Biblia.
Dividido en cuatro partes, es la primera ("Sobre el origen y el diseño de los gobiernos en general, con breves observaciones sobre la Constitución Inglesa") la que presenta un esbozo de la filosofía política de Paine. Sus primeras frases son especialmente inspiradas, y han adquirido fama con justicia:
Algunos escritores han confundido tanto la sociedad con el gobierno, que establecen pocas diferencias, o ninguna, entre ellos. Pero no sólo son diferentes, sino que tienen orígenes diferentes. La sociedad se crea por mor de nuestras necesidades, y el gobierno por mor de nuestra maldad. La primera promueve nuestra felicidad positivamente mediante la unión de nuestros afectos; el segundo, negativamente, poniendo freno a nuestros vicios. La primera alienta las relaciones; el segundo crea distinciones. La primera es un patrón; el segundo, un castigador. La sociedad es una bendición sea cual sea el estado en que se encuentre, mientras que el Gobierno es, en su estado óptimo, un mal necesario; y en el pésimo, un mal intolerable: y es que cuando, con el Gobierno mediante, somos objeto de las mismas calamidades que podríamos esperar en un país sin Gobierno, nuestros padecimientos se ven agravados por la certeza de que hemos sido nosotros los que hemos puesto los medios para ello.
Este es el argumento de la obra completa: el Gobierno es un mal necesario; ya que lo es, debe ser representativo, y los gobernados deben tener a su disposición elementos eficaces de control del mismo.
También la segunda parte ("Sobre la Monarquía y la sucesión hereditaria") ha envejecido muy poco, aunque en ninguna monarquía parlamentaria podemos identificar los problemas que señala Paine. Es curioso que uno de las razones que esgrime contra la monarquía es que "se presenta en la Biblia como uno de los pecados de los judíos", inteligente argumento contra los monarcas por derecho divino.
La tercera parte ("Pensamientos sobre el estado actual de los asuntos americanos") comienza con una frase igualmente famosa: "En las páginas siguientes no ofrezco nada más que hechos simples, argumentos claros y sentido común". Pero lo que ofrece es mucho más: rebate a quienes defienden que las colonias prosperan por su vinculación a Inglaterra, rechaza de plano la Reconciliación y esboza una Constitución para las colonias independientes, con doble representación (en cada colonia, y para todos los territorios), que anticipa el ulterior federalismo.
La cuarta parte ("Sobre la capacidad actual de América, con algunas reflexiones variadas") está demasiado cercana a los hechos independentistas del marco histórico de 1776 como para que podamos disfrutarla plenamente hoy día, pero incluye curiosidades como el cálculo de lo que costaba la marina británica en sus días de mayor gloria (3,5 millones de libras), y concluye con la evidencia de que las colonias estaban mejor preparadas que la metrópoli para gobernar los mares.
Sentido común tuvo tanta difusión como su autor deseaba, y contribuyó de forma incalculable a la causa de revolución americana. Por su afán polemista y universal, contiene argumentos y pensamientos que hoy son reclamados por los libertarios, los socialistas, los anarquistas, los liberales, los conservadores, los progresistas... Paine se sorprendería de esta variedad, pero seguramente se sentiría orgulloso de haber sembrado tantas semillas. Y la mayor parte de ellas están contenidas en estas páginas: dedíquenlas unas horas y disfruten de la cosecha.
Santiago Trillo
© Semanario Atlántico
THOMAS PAINE: EL SENTIDO COMÚN Y OTROS ESCRITOS. Tecnos (Madrid), 1990, 176 páginas // SENTIT COMÚ. Riurau Editors (Barcelona), 2009, 96 páginas.
http://libros.libertaddigital.com
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