Saramago se dedica a arremeter contra la Iglesia Católica en general y contra Dios y la Biblia en particular, a raíz de su última publicación: “Caín”: “Sin la Biblia, seríamos mejores”, “Dios no es alguien de fiar”. No parece que haya leído la primera encíclica de Benedicto XVI definiendo la esencia de Dios: el Amor. Ese era y es el dictamen más preciso sobre un Dios que quiso tomar rostro y corazón humanos para descargarnos de la culpa que nuestra libertad generó en la creación entera.
Respecto a la religión, la ciencia apoya su práctica. Andrew Newberg en su libro: Como cambia Dios tu cerebro, afirma, a través de estudios tomográficos cerebrales y tras años de investigación, que las personas que rezan, sufren beneficios neurológicos gracias a las modificaciones en sus conexiones neuronales. Sus efectos se resumen en estados duraderos de paz interior, unidad y amor, con el consiguiente aumento de calidad de vida.
Quienes acorralan a Dios o a su Iglesia en la cultura actual, premios Nóbel o no, se erigen en enemigos del bienestar humano. Dios nos creó y conoce a la perfección cuánta necesidad tenemos de él para vivir en una felicidad acorde con nuestra naturaleza, elevada por él hasta la divinidad. Negarle se convertiría en un arma arrojadiza que volvería a nosotros para herirnos y privarnos del bien del perdón.
Eva Catalán
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