La historia de España y América a comienzos del siglo XIX es el relato de la lucha por la libertad. Un trayecto lleno de guerras civiles, caudillos, golpes de estado y revoluciones. Lo curioso es que en esos Gran Bretaña desempeñó un papel importante, y no sólo porque se convirtió entonces en la primera potencia mundial, sino porque... intervino. Fue una injerencia económica y política, a veces pública, en ocasiones secreta, pero siempre por interés propio. |
Los británicos intervinieron tarde en nuestra Guerra de la Independencia, cuando la España libre era Cádiz y América coqueteaba con la secesión usando dinero inglés. De hecho, los emisarios españoles que fueron a recaudar fondos a Londres contra Napoleón se encontraron con Bolívar en el mismo despacho y con idéntico objetivo: conseguir dinero para su guerra.
La tardanza y el interés particular están presentes en la vida del general Miller, cuyas memorias, traducidas por José María Torrijos, han publicado la Fundación Dos de Mayo y Espasa Calpe, con una presentación de Esperanza Aguirre, un prólogo de Fernando García de Cortázar y una introducción de Eduardo Torrilla. En estos textos queda muy bien perfilado aquel militar inglés. Fue un aventurero, uno de esos viajeros que descubrieron España a principios del XIX y que la presentaron al mundo como el crisol en que se ayuntaban Oriente y Occidente, llenándola de personajes estereotipados y tópicos folclóricos que nos han perseguido casi hasta hoy. Esa literatura británica de viajes, tan cultivada en la era victoriana, fue particularmente influyente en Europa y atrajo hasta la Península a mucho pisaverde, literato, artista y político en busca de exotismo, de lo auténtico. Lo frecuente era que se llevaran un chasco, como fue el caso del danés Hans Christian Andersen, que visitó el país en 1862.
El general William Miller, más que un enamorado de España, fue lo dicho, un aventurero. Desembarcó en Lisboa en 1811, cuando el gobierno español ya no tenía más remedio que ceder a la potencia militar británica. Una vez concluida su estancia en la Península, viajó a Buenos Aires a ofrecer sus servicios al general San Martín, independentista. Allí estuvo diez años acompañando no sólo al libertador del Perú, sino a Bolívar... en la batalla de Ayacucho (1824), que puso fin al dominio español efectivo sobre la América continental.
La obra es, por tanto, un libro de viajes y unas memorias de guerra, géneros que estaban muy de moda a principios del Ochocientos; tanto, que era frecuente que se tradujeran a otras lenguas. Eso fue lo que hizo el general José María Torrijos: volcarlo el texto de Miller al español.
Miller conoció a Torrijos en España en 1812, aunque no trabaron amistad; de manera que no hay que buscar ahí el motivo que llevo al segundo a traducir el libro del primero. La figura de Torrijos era admirada en Londres porque encarnaba la imagen del liberal revolucionario, culto y exótico, tan atractiva en los círculos literarios británicos. Lo cierto es que arrastraba una de esas historias románticas y novelescas tan del XIX: estuvo dos años (1818-182) en las cárceles de la Inquisición en Murcia por conspirar contra Fernando VII; su mujer le llevaba noticias de afuera camufladas en la comida o en los dobladillos de manteles y servilletas. En el Trienio fue asiduo de la Fontana de Oro, aquella taberna de oradores exaltados, y luego fundó una sociedad patriótica, Los Comuneros, más radicales que los masones y en competencia con los carbonarios, aunque siempre fue partidario de conservar la Constitución. Él y Espoz y Mina fueron los últimos militares que resistieron al absolutismo en octubre de 1823.
En 1824, tras ser expulsado de Francia, recaló en Londres, donde disfrutó de una pensión que le daban por su condición de aliado de guerra; pensión que Wellington le retiró personalmente en 1829 por... conspirador. Sin dinero, no tuvo más remedio entonces que dedicarse a la traducción. Volcó a nuestro idioma las memorias de Napoleón y las del general William Miller (escritas por el hermano de éste, John).
Esas dos traducciones tuvieron éxito comercial y político, afianzaron la imagen de Torrijos liberal revolucionario en el extranjero y fortalecieron su liderazgo entre los exiliados. Torrijos se convirtió en la esperanza de muchos, sobre todo tras la triunfante revolución liberal francesa de 1830. Por esta razón, lo más interesante para el lector español del libro que hoy nos ocupa es descubrir qué aprendió Torrijos de las memorias de Miller, y cómo le sirvieron para interpretar la historia de España y América en los comienzos del siglo XIX.
La interpretación de los procesos históricos que mostraba Torrijos no era de una gran profundidad, pero contenía los elementos del discurso liberal decimonónico. Uno de ellos era el vínculo entre el despotismo, la decadencia y el malestar y entre la libertad, el progreso y la felicidad. Otro era la definición sin matices de los sujetos históricos constantes y uniformes: el pueblo, el rey y el clero. Torrijos presentaba al Pueblo como un organismo amante de la libertad, frente a un Rey despótico y tendente al absolutismo y un Clero fanático, vengativo y represor. Un tercer elemento era el patriotismo liberal, que Torrijos, siguiendo las ideas de Argüelles, Quintana, Antillón y otros, identificó en el prólogo al texto de Miller como la lucha por una patria ligada a unas leyes que aseguraran la libertad.
El resultado de aplicar dichos planteamientos a la situación americana de principios del XIX es muy interesante. El propósito de Torrijos era mostrar la unidad de españoles y americanos en la destrucción de las tiranías: "Que la odiosidad recaiga en quien la tiene merecida". En su planteamiento, el pueblo español sufrió tanto como el americano, por lo que el enemigo era el despotismo y el clero fanático, con su "horrenda Inquisición". La monarquía absoluta y la Iglesia, en consecuencia, fueron despóticas a ambos lados del Atlántico; así que "reclamar para las colonias lo que la metrópoli no poseía es una insensatez".
Los reyes aprovecharon las riquezas de América, escribió Torrijos, para no convocar las Cortes españolas en busca de impuestos y "hacerse independientes del pueblo".
España ha perdido su rango entre las naciones; ha perdido sus instituciones liberales, y ha gemido por espacio de tres siglos y aún gime bajo el peso atroz de un despotismo encarnizado y vengativo. Su población ha disminuido (...); su riqueza territorial, su comercio y su industria, son casi nulas comparadas a las que tenía cuando se conquistaron las Américas; y su ilustración relativa a las otras naciones (...) ha retrogradado tanto, que de gozar un rango entre las primeras, ocupa actualmente un lugar entre las más atrasadas.
A la decadencia, decía, le seguía la revolución patriótica con la libertad como instrumento para la "regeneración". No por esto los liberales quedaron exentos de toda culpa, y por eso Torrijos apuntaba en el referido prólogo que las Cortes de Cádiz no quisieron llevar a su consecuencia natural el principio de la soberanía nacional porque habría supuesto que las instituciones constitucionales quedaran en manos de la América española, al ser mayor su población. Pero Torrijos no fue muy claro, ni profundizó en ello, al igual que pasó por alto la tardanza de los liberales del Trienio en dar al problema americano una solución distinta. El interés de Torrijos estaba en presentar la bondad de los liberales españoles. Si la libertad hubiera vuelto a España, escribió en 1829, el reconocimiento de la independencia americana "se habría verificado ya". El interés de españoles y americanos era el mismo: "¿Por qué no se unen para destruir ese edificio ensangrentado con tantas víctimas, y tan impropio de las luces de la edad presente?"; ese edificio era el régimen de Fernando VII.
Dos años después de la publicación en español de las memorias de Miller, Torrijos fue fusilado en las playas de Málaga. Los liberales le convirtieron en un mártir de la libertad de su patria. Parafraseando a lo que el propio Torrijos escribió en aquella traducción, la suya fue "la carrera de un joven que, lleno de amor a la libertad, tomó parte en la lucha para la independencia de las naciones"; en su caso, de la de España.
JOHN MILLER: MEMORIAS DEL GENERAL MILLER (TRADUCCIÓN DEL GENERAL JOSÉ MARÍA TORRIJOS). Fundación Dos de Mayo-Espasa Calpe (Madrid), 2009, 439 páginas.
Jorge Vilches
http://libros.libertaddigital.com
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