Zapatero ha demostrado ante los americanos y los españoles que está en contra de que se explote a los jornaleros, ahora trabajadores, que buscan ganarse la vida en Estados Unidos y España. Lo celebramos, aunque a los economistas debe darles mucha risa que el fabricador masivo de desempleados hable de jornales. Por nuestra parte, Zapatero debería aclararnos su punto de vista sobre otro tipo de explosiones, las que sufren los afganos en su país, acosados por las milicias talibanes y sus despóticos y criminales aliados, que no son distintos a los que cita el Deuteronomio.
Afganistán entra en el debate político español cada vez que un soldado nuestro muere atacado. Con todo, nuestros soldados saben qué hacen allí y cuáles son los peligros: así sirven a su patria. Pero junto a ellos caen en atentados afganos indefensos de todo tipo y condición: agricultores que venden sus productos en los mercados, amas de casa que los compran, desempleados que hacen cola para entrar en la policía, albañiles que trabajan en las ciudades. Jornaleros de hoy y no de las sagradas escrituras, a los que los talibanes buscan cazar como a conejos primero, para esclavizarlos después. Sólo Occidente se interpone entre ellos y la barbarie.
Conviene no olvidarlo ahora que los realistas de todos los partidos hablan de la imposibilidad de ganar la guerra en Afganistán, tal y como antes lo decían de Irak: condenan a los afganos a caer en manos de quienes los esclavizaban antes de 2001. Ahora incluso triunfa la idea de pagar a los esclavistas para que no esclavicen demasiado a los esclavos cuando Occidente se retire. Muy edificante. Por su parte, Obama ya ha decidido no comprometerse del todo con los afganos, abandonar cuanto antes y dejar el país "como sea". No ha destinado tropas suficientes para ganar, ni está dispuesto a quedarse el tiempo necesario para hacerlo. Los refuerzos tardarán meses en llegar, y empezarán a replegarse en julio de 2011. Su envío de tropas es un intento –cínico para unos, impotente para otros– de dejar el país lo menos mal posible antes de abandonarlo.
Así que si usted es un talibán o un señor de la guerra, está de enhorabuena: los americanos han decidido irse. Si es un demócrata o un "jornalero" de los que han apoyado un proceso de normalización en el país, entonces tiene un problema, o lo tendrá dentro de un tiempo: Obama pactará con los talibanes antes de defenderlo a usted de ellos. Mala suerte, amigo. Este era el "ansiado cambio" en la Casa Blanca.
¿Y España? Zapatero debe explicar en primer lugar cuál es la finalidad de su misión en Afganistán. ¿Sigue convencido del proceso de reconstrucción y de democratización que inició Aznar y que sabíamos y sabemos que exige un esfuerzo sin fecha de caducidad? Desde enero de 2002, los soldados españoles han muerto en el intento de llevar a los afganos unas instituciones dignas y decentes y un modo de vida mejor. Un sacrificio considerable, por un motivo que merecía la pena. Han muerto por defender un futuro para los jornaleros afganos. ¿Sigue comprometido Zapatero en este empeño? En caso afirmativo, debería explicar cuándo considerará nuestro objetivo en Afganistán cumplido, en qué momento se mostrará su Gobierno satisfecho y cuándo el sacrificio de tantos de nuestros soldados habrá merecido la pena. Cuál es la medida del éxito de la misión. En nuestra opinión, esto exigirá bastantes años más de compromiso en Afganistán, más sacrificios y más disgustos. Pero merecerá la pena.
Por el contrario, ¿ha abandonado Zaparero el sentido de la misión que nos llevó allí? Si es así, y si él y Chacón ya han decidido retirarnos, deberá responder a otras preguntas. En segundo lugar, cuándo tienen previsto abandonar a los afganos y todo lo allí realizado, no sea que de ahora a entonces los españoles mueran construyendo las carreteras por las que después las milicias talibán lleven el terror a las ciudades. ¿Merece la pena morir sabiendo que en un par de años dejaremos a los bárbaros destrozar nuestras bases y hospitales? Zapatero debiera despejar esta cuestión, no sea que expongamos más soldados para nada.
En tercer lugar, si se piensa en abandonar, hay que saber cuándo se ha decidido que el sacrificio realizado hasta ahora por nuestros hombres ya no merece la pena. Si el Gobierno ha decidido abandonar, ¿a partir de qué momento ha dejado de estar justificado el sacrificio de los nuestros allí? ¿Están los soldados muriendo por una misión que ya tiene fecha de caducidad sin posibilidades de éxito? ¿desde cuándo la sangre derramada allí no tiene sentido?
En cuarto lugar, si ya no se trata de dejar un Afganistán democrático sino simplemente de dejarlo, ¿qué motivo nos ha llevado a cambiar de opinión? Es difícil poner en duda el compromiso de Aznar en la lucha contra el terrorismo en España y fuera de nuestro país, que es lo que nos llevó allí ¿Qué compromiso mueve a Zapatero ahora? ¿Es el mismo que antes? ¿El mismo que en 2002?¿que en 2004?¿que en 2007? Conviene que Zapatero explique por qué van a morir los soldados, por qué principios, por qué ideales. Ninguna muerte está justificada por motivos mezquinos, y Zapatero debería despejar esta inquietud.
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