quinta-feira, 25 de fevereiro de 2010

Cuando la ideología es el criterio para el reconocimiento de los derechos humanos

Ayer fue un día triste, realmente triste porque constatamos una vez más cómo la muerte de personas inocentes no conmueve ni moviliza a esos que siempre se postulan como defensores de los derechos humanos cuando les va la cartera en ello pero simultáneamente su "lucha" les sale gratis total en lo que respecta a su integridad física: pasa con el silencio oprobioso ante la muerte de Orlando Zapata, cuando por el contrario se desgañitan contra los gobiernos democráticos de EEUU a cuenta de Guantánamo; pasa con las víctimas del 11-M y ha pasado durante décadas con las de ETA. Los presos de conciencia cubanos, los presos auténticamente políticos como Orlando –no como los del Egunkaria, no como De Juana Chaos, no como Otegui o Díez Usabiaga- y todos los demás encarcelados en el régimen totalitario de los Castro por sus ideas y no por sus acciones criminales, estos no merecen ni han merecido nunca a los ojos "limpios" de la Progresía española y de parte de la europea esa condición de personas con dignidad y derechos humanos vulnerados.

Los españoles padecemos el Gobierno más sectario de la Democracia con un presidente-niñato que no se atreve a llevar la contraria al régimen totalitario cubano, quizás porque coincide con los mismos etarras en que la Cuba castrista es "el paraíso del hombre en la tierra". Son demasiados años de antiamericanismo visceral y de loas a los terroristas americanos, de relatos heroicos acerca de aquellos que han prácticamente destruido la Democracia en todo el hemisferio sur del continente americano. Demasiados años con un Miguel Ángel Moratinos como mascarón de proa de una política exterior aberrante, lo que no es de extrañar en un personaje cuyas dos grandes relaciones políticas han sido las del difunto Arafat y las del agónico Castro. Moratinos, ¡menudo amigo de la Humanidad! Y lo cierto es que es este mismo Gobierno el que hizo trizas en el seno de la Unión Europea la política de firmeza anticastrista que Aznar logró consolidar con prudencia, esfuerzo y diplomacia después de años de paños calientes o de abierta connivencia con la tiranía cubana.

En realidad, ¿qué se puede esperar de un Gobierno que se ha empeñado en reconocer como derecho el asesinato de seres humanos inocentes? Todavía me hago cruces al contemplar la alegría de las socialistas "cuota" como Aído o Pajín por haber logrado sacar adelante un proyecto que pretende reducir el embarazo a una "cuestión embarazosa" para, a renglón seguido, difundir la especie de que el feto no es "un ser humano" aunque sea "un ser vivo", con lo que es perfectamente posible y además éticamente bueno o indiferente desembarazarse del niño como quien se corta las uñas de los pies. Pero si creen que los millones de ciudadanos contrarios a esta Ley nos vamos a quedar quietos están muy equivocadas, porque asociaciones cívicas como Hazte Oír y Derecho a vivir van a seguir con sus protestas con todos los medios que les permite el Estado de Derecho, van a continuar día a día reivindicando el derecho y la misma cultura de Vida que es diametralmente opuesta a los varios nihilismos ideológicos que, como en Cuba, pretenden hacer del hombre un engranaje al servicio del Estado, del Partido o del Tirano.

Por eso tenemos una oportunidad de oro el próximo 7 de marzo para demostrar que nosotros no nos vamos a esconder a lamernos las heridas porque queremos demostrar que cada día somos más los españoles que trabajamos en pos de que las prácticas abortistas, lejos de verse con esa "normalidad" de la que el Gobierno pretende revestir sus múltiples desmanes políticos y económicos, tiendan a reducirse drásticamente según se extienda la conciencia social de que el aborto no es la mejor de las soluciones y deja además importantes secuelas en aquellas mujeres que recurren a la práctica abortiva como remedio inmediato al "problema". Yo me manifestaré el día 7, ejerceré mi derecho de ciudadana con alegría, tenacidad e ilusión porque esta causa no es la de los revolucionarios de salón sino la de los seres más indefensos, la de las familias y la del futuro mismo de nuestra sociedad. No me cabe la menor duda de que es una causa que merece ser apoyada sin ambages y cada uno de nosotros cuenta a la hora de hacernos oír: ¡tú también puedes!

Regina Otaola

http://blogs.libertaddigital.com/regina-otaola


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