quarta-feira, 29 de abril de 2009

La enfermedad: el hombre

México, un virus mutante, un mundo ínfimo: el nuestro. La enfermedad, de nuevo. Y en su exacta metáfora, la verdad de lo humano.

La más bella exaltación de mundo y vida, y la más inteligente, la escribió Lucrecio hace más de dos mil años: un prolijo poema cuyos versos aspiran a inventar un universo equiparable en lo extraño a lo real del cual busca dar cuenta de la mano de Epicuro, primer maestro que «supo alzar una luz clara en el fondo de las tinieblas, e iluminar los verdaderos bienes de la vida». Su título remite al encuentro con la prodigiosa «naturaleza de las cosas», De rerum natura; y pocas veces, o tal vez ninguna, la mirada de un filósofo se ha sabido tan desnuda ante la inmensidad de eso, narrar cuya epopeya es imperativo moral de aquel que piensa. Narrarla tan bellamente. En la invocación de Venus, que lo abre, está todo el fervor claro del «padre griego que descubrió la verdad»: que «nada es nuestra muerte, pues que en nada nuestra muerte nos afecta»; que no hay muerte jamás que nos alcance nunca; que cuando ella, no yo; que cuando yo, no ella. En el cuadro devastador de la peste sobre Atenas, sin embargo, que cierra su libro VI, y con él la obra, todo es tiniebla, absurdo y exterminio. El soplo de la muerte prima; y, con él, dolor, angustia, y miedo. Un paisaje de insepultos cadáveres acecha al poeta de la lucidez y del sosiego sabios: «Se afanaban en sepultar a la multitud de los suyos,/ volvían a sus casas agotados de llanto y de gemidos», y «la súbita necesidad y la pobreza les inducían a muchos horrores».

La enfermedad, en sus perseverantes irrupciones de exterminio, rigió siempre un estupor primordial entre los hombres. Acepta uno dar razón del mal, aun del más enorme, cuyo responsable moral pueda ser designado. Eso consuela, porque impone un sentido lógico, un orden y -aun monstruosa- una cierta armonía en el fingido equilibrio de los daños y las culpas. La ausencia de sentido es lo más insoportable para la mente humana. Pero no hay mente humana que pueda postular su acceso a la edad adulta sin comprender que el sentido, que tanto nos consuela, es, como todo consuelo, una forma eficaz -y, como tal, perversa- del engaño. Lucrecio había, con seguridad, leído también al Aristóteles más grande: ese que sabe cómo vida y muerte son lo mismo; nombres de la misma cosa, corrupción y generación; todo lo más, perspectivas conmovedoramente humanas de la impecablemente desalmada naturaleza. Y tengo por el momento más alto de la metafísica cristiana ese instante «aterrador» -el adjetivo es suyo- en el cual el infalible matemático Blaise Pascal sentencia lo inexorable: que la enfermedad es el hombre, esa mirada de espanto que nos devuelve entera la perversidad de ser en un mundo efímero, tan efímeros como él, pero sabiéndolo. El lacónico Borges lo cifraba en una de sus más sabias ironías, que trueca el axioma epicúreo en paradoja: sólo el hombre es mortal, porque sólo él sabe que muere.

No hay tiempo en la breve historia de los hombres que no haya tenido su propia Peste de Atenas. Sacralizadas epidemias medievales; sífilis, con la cual abrirá el mundo moderno su universo sin fronteras; demasiado escenográfica tuberculosis de la pésima lírica en el siglo diecinueve; sida que arrasó cuanto una generación soñaba haber ganado en la tan trabajosa construcción del propio cuerpo... Y Heráclito que llamó, hace ya más de dos mil quinientos años, a la Guerra padre de toda cosa, señor de toda. La guerra, la enfermedad... Majestuosa herencia de los hombres. Únicos que son libres. Por ser trágicos.

México. Virus mutante. Ínfimo mundo. El nuestro.

Gabriel Albiac
Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid

www.abc.es

Orígenes de la superioridad moral de la izquierda

Robespierre
Todo comienza en la revolución francesa de 1789, bien distinta de la americana de 1776 y, desde luego, de la Gloriosa británica. Robespierre decía: "Las otras revoluciones no exigían sino la ambición: la nuestra impone virtudes".
Cita la frase la profesora María Teresa González Cortés en su por demás brillante estudio introductorio a la obra de Graco Babeuf sobre El sistema de despoblación (Ediciones de la Torre, 2008), la gran crítica contemporánea al genocidio de la Vendée, el primero de la Modernidad. Libro recomendado, por cierto, por un lector habitual de esta columna.

Babeuf, que estaba a la izquierda de la izquierda, y se definía ya entonces como comunista, es el bien escogido protagonista de La conspiración de los iguales, novela ejemplar de Ilya Ehrenburg, que pretendía tomar distancias de la revolución francesa, en una velada y sutil crítica del estalinismo al que tan eficazmente sirvió, y al que sobrevivió gracias a una mezcla de astucia y milagro. Escribe la profesora González Cortés:
Los revolucionarios franceses hicieron girar todos sus pensamientos políticos en torno al concepto, de origen religioso, de perfectibilité. Amarrados a la búsqueda colectiva de la perfección, rápidamente se sintieron investidos de un plus de superioridad moral. Y más que una utopía, que también, la perfectibilité les hacía concienciar la necesidad de salir del laberinto del egoísmo personal. La perfectibilidad les arropaba con la convicción de trabajar por el bien de la patria y del género humano, al tiempo que les otorgaba la certeza, además del deber, de abandonar la cárcel de los intereses propios orillando para siempre la brújula, mezquina y ruin, del individualismo. La meta consistía en alcanzar la unidad; por tanto, el objetivo no era otro que pensar en grupo y actuar dentro del grupo.
La profesora González Cortés ha escrito otro libro ejemplar: Los monstruos políticos de la Modernidad. De la Revolución francesa a la Revolución nazi (1789-1939) (Ediciones de la Torre, 2007), en el que explica el modo en que las taras de la primera se fueron transmitiendo, casi se diría que de modo genético. Pero esto no es una reseña de sus obras, que la merecen, aunque me llegan con dos años de retraso respecto de su publicación, sino un artículo (sí, uno más) sobre la molesta y constante pretensión de superioridad moral de la izquierda, que tan pocas justificaciones tiene.

Creo que se entendería mejor aún el problema si se atendiera a una tesis que el profesor Miguel Artola expone en su celebérrimo libro sobre Los afrancesados y que, tengo la impresión, se ha dejado pasar sin atenderla lo suficiente. Escribe Artola:
Los déspotas han admitido la libertad del espíritu, por así decirlo, por un lado, en tanto que por otro han intentado sujetar, organizar y jerarquizar al individuo, situándolo en una escala graduada que va desde el campesino hasta el monarca; de quien, a fin de cuentas, depende todo. Estos reyes se han sentido conscientes de su cargo y de su responsabilidad. Federico II, José II, Catalina de Rusia, Carlos III de España, Gustavo III de Suecia, el margrave de Baden, el gran duque de Toscana, Leopoldo, etc.; todos los monarcas europeos –excepto Luis XV de Francia– llevan a cabo en sus Estados reformas políticas, sociales y económicas, hacen dar un salto a las culturas nacionales, acomodan sus reinos al espíritu de la época, de acuerdo con los conceptos y conclusiones determinados por las "luces".

A pesar de todo, comienza a hacerse patente la existencia de una diferencia de niveles entre la cultura, el espíritu y las correspondientes realidades políticas. A partir de la segunda mitad del siglo, la diferencia crece en proporciones alarmantes. La evolución política, iniciada bajo los auspicios de una rápida progresión intelectual, llega un momento –el del Despotismo Ilustrado– en que se para, cesa en su avance en busca de nuevos mundos más fáciles y justos. No ocurre lo mismo con el desarrollo de las ideas, que, amparadas en la libertad concedida a los sabios y al uso público de la razón, no rendirá viaje antes de alcanzar el liberalismo. La diferencia que el tiempo acentúa, alejando cada día más la posibilidad de una conciliación, anuncia ya el gran cambio que ensangrentará la Francia de final del siglo. Suspendida la evolución por la arbitrariedad de los monarcas, no quedaba más que una posibilidad, y ésta es la Revolución.
Y cita Artola a continuación a Philippe Sagnac (La renovation politique de l’Espagne au XVIII siècle):
A partir de 1760 en casi todos los países de la Europa continental se ha verificado una transformación política gradual, pero profunda. Únicamente en Francia no ha habido grandes reformas, y lo poco que hizo la monarquía, cada vez más debilitada, defraudó a los franceses, a los que cada retraso hacía inevitablemente más exigentes. Allí ha tenido lugar una evolución oportuna; aquí, a falta de esa evolución, impedida por los privilegiados, ha brotado repentinamente una revolución.
Al margen de que no sea posible atribuir la Revolución tan sólo a la falta de reformas de los Luises, porque el proceso es considerablemente más complejo, lo que vienen a sostener Sagnac y Artola es que donde los cambios más importantes fueron realizados por los déspotas ilustrados no hubo situaciones revolucionarias, y donde no fue así fue necesario un nuevo tipo de despotismo para hacer de forma rápida y violenta esas reformas. Fue el despotismo de la Revolución, el Despotismo Romántico. Porque, a decir de Rousseau, el pueblo "no siempre" ve el bien.

Los mecanismos totalitarios de las izquierdas, pese al uso y al abuso que se ha hecho de la expresión despotismo ilustrado, no son en general asociados al predominio de la Ilustración en un caso y del Romanticismo (siempre esencialmente reaccionario) en el otro. Porque si Catalina de Rusia se carteaba con Voltaire y hasta le ofreció asilo en su corte, y quiso poner en práctica la división de poderes de Montesquieu (guillotinado entre nosotros por Alfonso Guerra), los revolucionarios de 1789 tenían su catecismo en El contrato social de Rousseau, obra mucho más influyente en la práctica política de finales del XVIII que la Enciclopedia o De l'esprit des lois. Y no sólo en el XVIII: toda la izquierda de los siglos XIX y XX fue marcada por Rousseau, como bien nos explicó Carlos Rangel en Del buen salvaje al buen revolucionario (Gota a Gota, 2007, edición a los 30 años de la original), incluso esa pretenciosa rama podrida de la Ilustración que fue el positivismo, seducido por las razas y la eugenesia, eso sí, en nombre de la ciencia. La Ilustración hizo un camino mucho más breve, en la medida en que estaba reñida con la vulgarización del saber: sólo el utopismo romántico podía concebir la escuela pública como un modo de extender la Ilustración, escuela pública que se hace laica con la Revolución, pero que había empezado a existir realmente, a cargo del clero, con Luis XV.

Pues bien: la monarquía alumbró el despotismo ilustrado; la república, el despotismo romántico. La perfectibilité no es una noción propia de la Ilustración.

Horácio Vázquez-Rial - www.revista.libertaddigital.com

www.vazquezrial.com 

Integración e igualdad a la sueca: Nyamko Sabuni

¿Qué tienen en común Bibiana Aído y Nyamko Sabuni? No es una pregunta ociosa, aunque lo parezca, porque resulta que las dos son ministras de Igualdad. Claro que esta coincidencia lo es sólo de forma, y además incompleta: en el actual gobierno sueco, Sabuni es responsable de la cartera de Integración e Igualdad, en ese orden.
Por cierto, el pasado 23 de enero las dos ministras coincidieron en Madrid, donde se reunieron para repasar sus agendas de cara a las futuras presidencias sueca y española de la Unión Europea.

Hasta aquí las coincidencias. Ah, la prensa española apenas se hizo eco de la visita de Nyamko Sabuni, y para no variar volvió a demostrar su innegable talento para destacar lo anecdótico. Aunque quién sabe. A lo mejor el desinterés del gremio es un reflejo de la consideración que le merecen las actuaciones de la ministra Aído, después de su primer año de ejercicio al frente de un ministerio inventado por Rodríguez Zapatero para seguir haciendo agit-prop al más alto nivel del Estado. Pero es una lástima que nadie haya aprovechado la visita a España de la ministra sueca para, por ejemplo, entrevistarla. Porque, a diferencia de nuestra experta en folclore andaluz hoy metida a improvisada legisladora del aborto o las libertades religiosas, Sabuni sí es una política experimentada y tiene las ideas muy claras sobre un asunto importante, que desde luego no ha estado, no está y no se espera que esté en la agenda de los gobiernos de Zapatero: cómo armonizar la integración de los inmigrantes devotos del Islam con el respeto a uno de los principios fundamentales de las democracias occidentales: la igualdad entre hombres y mujeres.

Hay tópicos que reflejan verazmente la realidad. El tópico del chovinismo francés, desde luego, o el del autoodio de los españoles. Tal vez el segundo tenga algo que ver con lo que pensaba José María Blanco White de sus compatriotas: "El enemigo de un español es otro español, por la insoportable pesadumbre de tolerarlo, de transigir, de respetar sus pensamientos". Pero también hay tópicos que decaen, por falta de uso. Por ejemplo, el que rezaba que Suecia es el país políticamente más avanzado de Europa. Sospecho que Suecia dejó de ser espejo de virtudes políticas para los socialdemócratas el día, ya lejano, en que no reflejó exclusivamente al buen socialdemócrata europeo cada vez que se asomaba a él para que le confirmara que era la criatura más bella del reino democrático.

Desde 1976, Suecia ha sido gobernada en cuatro oportunidades por coaliciones de partidos centristas y de derechas, y no se puede decir que le haya sentado mal: por ejemplo, el Democracy Index elaborado por la revista The Economist sitúa este país en el primer puesto (España ocupa el decimoquinto), y si en el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD baja un puesto y ahora ocupa el séptimo, España ha bajado tres, hasta el decimosexto.

El actual primer ministro sueco, Friedrik Reinfeldt, lidera el Partido Moderado, integrado en el Partido Popular Europeo, y gobierna en el Parlamento en coalición con los democratacristianos, los liberales y el Partido de Centro. ¡Qué horror! –pensará el socialdemócrata español–, ¡la derecha en el poder! Pero así como la socialdemocracia sueca tiene de civilizado lo que la española de sectario, el gobierno de Reinfeldt ha hecho cosas tan inimaginables para la derecha española como nombrar ministro de Medio Ambiente a un gay que previamente había legalizado su unión con su compañero (por cierto, la actual legislatura de derechas ha aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo, que entrará en vigor en el país pasado mañana, 1º de mayo, ¡con el beneplácito de la Iglesia de Suecia!). También Reinfeldt se ha atrevido a poner al frente del dichoso Ministerio de Integración e Igualdad a Nyamko Sabuni. Que no será gay, pero reúne las condiciones excepcionales de no ser sueca de nacimiento, ser negra (¡más que Obama!) y haberse significado desde antes de ser nombrada ministra, como diputada del Partido Liberal, por su lucha contra la mutilación genital femenina y su defensa cerrada de la integración plena de la comunidad musulmana en la sociedad sueca. Vale decir, una integración que rechaza los usos y costumbres y los valores comunitarios que sean contrarios a lo que marcan las leyes del país.

Como era de esperar, Sabuni se ha convertido en la bestia negra de una parte de la comunidad musulmana de Suecia. Un país en el que los inmigrantes representan el 12%, la mitad de los cuales son musulmanes. Para celebrar su nombramiento, varias asociaciones de musulmanes lanzaron una campaña de recogida de firmas para exigir su destitución. La acusan de ser "islamófoba", y, debido a las amenazas de muerte que ha recibido, desde 2007 vive las 24 horas escoltada y protegida por las fuerzas de seguridad.

¿Qué ha hecho Sabuni para merecer las iras de buena parte de los musulmanes de Suecia? Publicar en julio de 2006 una tribuna de opinión en el semanario Expressen donde proponía la práctica de exámenes ginecológicos a todas las niñas en edad escolar como medida disuasoria de las mutilaciones genitales femeninas. Hay que saber que Suecia prohíbe esta práctica desde 1982, y que desde 1999 es ilegal que los ciudadanos suecos sometan a sus hijas a cualquier forma de MGF fuera de Suecia. En aplicación de esta ley, en junio de 2006 un tribunal condenó a Ali Elmi Hayow, de nacionalidad sueca, a cuatro años de cárcel por haber llevado a su hija a Somalia a someterla a mutilación genital.

Otra propuesta de Sabuni que disgusta a muchos musulmanes en Suecia es la prohibición del uso del hijab o velo islámico a niñas menores de 15 años. Aparte de que la ministra no propone que se prohíba el uso del velo en ninguna otra circunstancia, el argumento que esgrime no puede ser más respetuoso con los creyentes musulmanes: "Al mismo Profeta se le atribuye el haber dicho que las niñas deben empezar a velarse cuando alcanzan la pubertad. Hoy tenemos parvularios donde las niñas llevan puesto el velo". Lo que más preocupa a Sabuni es la realidad que subyace a estas prácticas: según un estudio de la Universidad de Estocolmo, 100.000 niñas y mujeres jóvenes viven en Suecia sometidas a los códigos de honor islámicos, que Sabuni define como "opresión por el honor".

Como puede verse, lo que entiende Nyamko Sabuni por igualdad tiene muy poco que ver con lo que esta etiqueta recubre para el actual gobierno de España. Y qué decir de la de integración. ¿Cómo podía ser de otro modo, dado que en España, gobierne quien gobierne, nunca ha habido políticas de integración claras y coherentes?

La verdad es que la misma Sabuni es un ejemplo de integración exitosa: nacida en Burundi en 1969 de padre cristiano y madre musulmana, en 1981 se exilió en Suecia con su madre y tres de sus cinco hermanos. El padre de Sabuni, un político zaireño de izquierdas que ya había tenido que refugiarse en Burundi, y sus otros hermanos también acabaron trasladándose a Suecia, donde todos obtuvieron el estatus de refugiado político. Accesoriamente, a diferencia de tantos ministros y ministras españoles, Sabuni tiene varias carreras y especializaciones: Derecho por la Universidad de Uppsala, Políticas Migratorias por la de Mälardalen, Información y Medios de Comunicación por la Escuela Berghs de Estocolmo. Y sus primeros pasos en política se remontan a 1996, cuando comenzó a militar en las Juventudes del Partido Liberal.

Basándose en su experiencia personal, Sabuni sostiene que las tres claves de la integración exitosa de los inmigrantes son el aprendizaje de la lengua, la inserción laboral y la lucha contra las discriminaciones en todos los ámbitos, incluido, claro está, el de la propia cultura familiar y de origen.

Sería bueno que por estos pagos algún editor tuviera la idea de sacar al mercado una versión al castellano de su libro Flickorna vi sviker. O sea, Esas niñas que traicionamos. Tal vez leyéndolo, y con un poco de suerte, acabe cundiendo, en este país políticamente sectario y dueño de una concepción de la identidad obsesivamente nacionalista y homogénea, el ejemplo de quien piensa que ser liberal es dar a los inmigrantes idéntico trato que a los nacionales ("Que comprendan que aquí tienen oportunidades y ventajas, pero también obligaciones y responsabilidades"), y que las diferentes identidades no son compartimentos estancos ni tienen por qué ser incompatibles ("Cuando estoy con mis amigos congoleños, soy congoleña... Cuando estoy con suecos, me parezco bastante a cualquier sueca").

Pero me temo que sea mucho pedir. Seguiremos, al hispánico modo, haciéndonos los suecos.



Ana Nuño
http://revista.libertaddigital.com

terça-feira, 28 de abril de 2009

Falsedad e historia

Hoy, en El economista

Cuando investigaba sobre los mitos de la guerra civil, pude sorprenderme de la enorme cantidad de falsedades divulgadas en estos años sobre aquel pasado. Muchas de ellas no precisaban investigación, pues contradecían el sentido común más elemental. Por ejemplo la pretensión de que el Frente Popular o Stalin defendían la libertad, aserto no menos absurdo que hacer de Hitler un protector de los judíos. Y sin embargo ese absurdo fundamenta el discurso histórico hoy prevaleciente en España al respecto.

He tenido la misma experiencia al preparar Franco para antifranquistas. Casi todas las acusaciones a Franco pueden refutarse con datos y sin mucha dificultad: o son falsedades o, en el mejor de los casos, exageraciones y distorsiones. Se insiste mucho sobre la brutal represión de postguerra, como si fuera el único aspecto significativo de su régimen. Pero no se puede juzgar al personaje solo por eso, como no se puede juzgar a Churchill o a Roosevelt solo por los espeluznantes bombardeos sobre la población civil alemana o japonesa. Como es fácil observar, Franco resulta, por comparación, muchísimo menos cruel que los dos políticos anglosajones. Y resulta grotesco que quienes más juzgan de ese modo sean personas influidas por la propaganda comunista, es decir, defensoras directas o indirectas de crímenes mucho mayores. Dejo aparte a esa mezcla de vanidosos e ingenuos que juzgan con dureza olvidando las circunstancias históricas, según principios abstractos que ellos mismos, desde luego, no cumplen.

El liberal Marañón dijo: "lo más irritante de los rojos es esa constante mentira". Y Besteiro se refirió al "Himalaya de embustes" de la propaganda del Frente Popular. Hoy vuelve ese irritante Himalaya, pagado con dinero de todos por un gobierno que se identifica, y no es casual, con aquel Frente al que imperdonablemente derrotó Franco. No les falta osadía. Ni corrupción.

Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

Payasos en la ONU

Bandera de Naciones Unidas.
Uno debe remontarse al año 1974, cuando el terrorista palestino Yaser Arafat fue invitado a disertar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, para recordar un escándalo como el que se produjo la semana pasada en Ginebra.
Al invitar oficialmente al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, a intervenir en la inauguración de la Conferencia Mundial de la ONU contra el Racismo, la Discriminación Racial, la Xenofobia y la Intolerancia, esa institución supranacional ha vuelto a quedar moralmente en evidencia. El espectáculo de un tirano racista negador del Holocausto dando un discurso en una cumbre contra el racismo ha marcado un precedente memorable. El momento iconográfico por excelencia de este drama fue el protagonizado por tres estudiantes judíos de nacionalidad francesa que, disfrazados de payasos, arrojaron unas narices postizas rojas a semejante orador. Ninguna crítica intelectual podría superarlo en efectividad e impacto visual: la ONU como farsa circense.

El presidente iraní fue el único jefe de estado que viajó a Ginebra para la ocasión. Fue recibido por el presidente suizo, Hans-Rudolf Merz, quien defendió posteriormente su decisión, y por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien aseguró haber instado al iraní a la moderación. Ahmadineyad calificó a Israel de "régimen racista, cruel y opresivo", afirmó que ésta era "una nación [creada] con el pretexto del sufrimiento judío" e instó a "erradicar este bárbaro racismo". Así, el presidente iraní decepcionó a Ki-moon, pero la vocera de la ONU Marie Heuze afirmó que aquél, efectivamente, había moderado su discurso. Según declaró la propia Heuze a Associated Press, la parte relevante del discurso oficial de Ahmadineyad en farsi decía: "Luego de la Segunda Guerra Mundial, recurrieron a la agresión militar para destruir una nación entera con el pretexto del sufrimiento judío y la cuestión dudosa y ambigua del Holocausto". Heuze señaló que Ahmadineyad omitió lo de "dudosa y ambigua" y que, en su lugar, aludió al "abuso de la cuestión del Holocausto". Qué atento, ciertamente. Por cierto, ¿qué haríamos sin la asistencia indispensable de los oficiales de la ONU?

La cumbre de marras dividió a los países del mundo en dos categorías morales: aquellos que decidieron boicotearla y aquellos que decidieron participar en la misma. En el primer grupo destacó Canadá, la primera nación en hacer pública su no asistencia; le siguieron Israel y, después, Estados Unidos; e Italia, Polonia, Australia, Nueva Zelanda y Alemania, luego de que Ahmadineyad anunciara que asistiría en calidad de jefe de estado. La República Checa clausuró su asistencia después de que el iraní pronunciara su discurso. Por lo que hace a las naciones asistentes, quedaron a su vez divididas entre las que, ante las diatribas de Ahmadineyad, retiraron de la sala a sus representantes y las que optaron por mantenerlos en el recinto. En el primero de estos subgrupos encontramos muchos países europeos; en el segundo, las naciones latinoamericanas, africanas, árabes y musulmanas.

La conferencia onusina –denominada "Durban II" porque se trataba de hacer un seguimiento de la que tuvo lugar en esa ciudad africana en 2001, y que devino en un linchamiento moral de Israel– costó 5,3 millones de dólares. El comité que se encargó de los preparativos estuvo presidido por Libia y compuesto por países como Pakistán, Cuba, Rusia y el propio Irán. Según UN Watch, 1,6 de esos 5,3 millones de dólares corrieron por cuenta de países como Rusia (600.000 dólares), Arabia Saudita (150.000), Irán (40.000), China (20.000) o Kuwait (cifra indeterminada). La OLP hizo una contribución simbólica de 1.700 dólares. El resto del dinero lo aportó la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, lo que significa que incluso los países que la boicotearon pero aportan a las arcas de la ONU contribuyeron, si bien indirectamente, a su financiación. Washington, que es el mayor contribuyente a las arcas de ONU (aporta el 22% del presupuesto total), retuvo el importe proporcional para la celebración de la conferencia.

Esta nueva extravagancia de las Naciones Unidas sólo sirvió para socavar aún más su pobre imagen internacional, denostar a un estado miembro de dicha organización, ofender a (algunas) naciones libres, regalar publicidad a un negador del Holocausto y encubrir los abusos humanitarios que se producen urbi et orbi. "En una conferencia que prometió revisar la conducta de los distintos países ante el racismo, ¿puede alguien decirme quién ha sido objeto de monitoreo?", se preguntaba Hillel Neuer, de UN Watch. 

Fue una cumbre copada por los opresores. Para ser oídas, las víctimas de los abusadores y los activistas pro derechos humanos debieron asistir a un foro paralelo, organizado por unas cuarenta organizaciones humanitarias fuera del marco de la ONU. Allí pudieron hablar el sobreviviente de la Shoá Elie Wiesel, el ex disidente soviético Natan Sharansky, el activista Saad Edin Ibrahim (encarcelado durante tres años por el gobierno egipcio), Kristyiana Valcheva y Ashraf el Hajoj (esta enfermera búlgara y este médico palestino fueron arrestados y torturados por el régimen libio bajo cargos falsos); Ahmad Batebi (pasó nueve años en cárceles iraníes por mostrar a la prensa internacional la remera ensangrentada de un amigo en una manifestación celebrada en Teherán), Ester Mujawayo (sobreviviente del genocidio contra los tutsis en Ruanda), Gibreil Hamid (darfuriana sobreviviente del genocidio sudanés), Soe Aung (opositora a la junta de Birmania) y José Catillo (ex prisionero político en Cuba), entre muchos otros.

El mismo día que comenzó Durban II, el escritor Gerd Honsik fue llevado a juicio en Viena por negar públicamente el Holocausto. En febrero, la Argentina expulsó al obispo británico Williamson por el mismo motivo. Sin embargo, ni Austria ni Argentina boicotearon Durban II, y la representación del país austral ni siquiera abandonó la sala cuando habló el presidente iraní. Seguramente, ni Honsik ni Williamson negocian con estas dos naciones en volúmenes de millones de dólares, como sí hace la República Islámica de Irán. Pero, por el bien de la más elemental coherencia, Austria, la Argentina y el resto del mundo libre deberían repudiar a Ahmadineyad con la misma determinación con que sancionan a sátrapas de similar calibre. Si negar el Holocausto es un delito moral en Viena y en Buenos Aires, no debiera dejar de serlo en Ginebra o en Teherán.

JULIÁN SCHVINDLERMAN, analista político argentino.
http://exteriores.libertaddigital.com

segunda-feira, 27 de abril de 2009

“Tesouros do Louvre: Esculturas de Houdon”

Jornal "O Globo", 27/04/2009, por Josiane Cotrim Macieira.

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No âmbito das comemorações do ano da França no Brasil, a exposição "Tesouros do Louvre: Esculturas de  Houdon", composta de vinte esculturas de grande sensibilidade e beleza pertencentes ao acervo do Museu do Louvre,  proporcionará ao público brasileiro a oportunidade de conhecer no Museu Histórico Nacional,  de 29 abril a 5 de julho,  a vida e a obra do artista francês Jean Antoine Houdon (1741-1828) e o mundo de sua época. O inestimável apoio da Comissão de Eventos do Ano da França no Brasil  do Consulado Geral da França no Rio de Janeiro, a parceria do Museu do Louvre e do curador da coleção, Guirlherme Scherf,  da empresa organizadora EMC e o  generoso patrocínio da Peugeot, estão viabilizando a realização da exposição no Rio de Janeiro.

Além de esculturas de personagens históricos,  entre os quais os franceses Mirabeau, Condorcet, Rousseau, Voltaire e Diderot e os americanos Benjamin Franklin (com quem o artista viajou da França para os Estados Unidos)  e George Washington,  serão expostas,  ainda, a obra prima em mármore “Morphée”  e esculturas retratando a família do artista. Numa tela de aproximadamente quinze metros, serão projetadas imagens que abordarão o contexto histórico da França no período em que Houdon criou suas obras,  seus principais emais importantes personagens, bem como a realidade brasileira de então.

Uma instalação em tamanho real, produzida a partir da imagem do quadro "L´Atelier de Houdon", de Louis-Leopold Boilly,  reconstituirá o ambiente no qual o artista elaborava suas obras. Réplicas das esculturas de Houdon integrarão um espaço anexo à exposição e poderão ser tocadas pelo público: legendas em braile permitirão aos portadores de deficiências visuais complementarem as informações sobre o artista. Terminais digitais interativos e ações educativas também possibilitarão ao público aprofundar-se no universo abrangido pela exposição.


Museu Histórico Nacional

Praça Marechal Âncora, s/nº

Próximo à Praça XV


www.museuhistoriconacional.com.br

mhn02@visualnet.com.br


Telefone: 21-25509220

 

Aberto ao público de  3º a 6º feira, das 10h às 17h30 e aos sábados, domingos e feriados (exceto Natal, Ano Novo, Carnaval e dias de eleições), das 14h às 18h. Não abrimos ao público nas segundas feiras, mesmo que seja feriado.
 
Ingresso para exposições do Museu Histórico Nacional:
R$ 6,00 (seis reais)
Estão isentos de pagamento (mediante comprovação): crianças até cinco anos de idade; sócios do ICOM-International Council of Museum; funcionários do IPHAN; alunos e professores das escolas públicas federais, estaduais e municipais; brasileiros maiores de 65 anos; guias de turismo e estudantes de museologia. Alunos agendados da rede particular de ensino e brasileiros maiores de 60 anos e menores de 65 anos pagam a metade do valor. Aos domingos, a entrada é franca.


Fonte: Museu Histórico Nacional - Assessoria de Comunicação

O Louvre e seus visitantes

'As três graças', de Alécio de Andrade


Durante quase 30 anos, o fotógrafo, pianista e poeta brasileiro Alécio de Andrade (1938-2003) visitava diariamente o Louvre, "como um mineiro vai à mina", dizia. Carioca radicado em Paris desde 1964, Alécio garimpava tesouros instantâneos no mais célebre museu do mundo, flagrando com sua câmera momentos mágicos de interação entre obras, visitantes e funcionários.

Veja algumas das fotos da exposição 'O Louvre e seus visitantes'

http://oglobo.globo.com/cultura/fotogaleria/2009/8734/

O resultado deste trabalho é uma série de 12 mil fotografias em preto e branco. Patricia Newcomer, viúva do fotógrafo brasileiro, dedicou-se a organizar este acervo para fazer um livro, seguindo os planos de Alécio. Após uma seleção inicial de 2 mil fotos, Patricia pediu ajuda ao amigo Jean Marchetti, editor e marchand belga. Marchetti selecionou as 61 fotos que compõem o livro "O Louvre e seus visitantes", lançamento do Instituto Moreira Salles no Brasil.

Para complementar o livro, mais 27 fotos foram adicionadas para uma exposição, aberta ao público nesta sexta-feira na sede do Instituto Moreira Salles em São Paulo.

- Alécio acreditava que em algum momento ele conseguiria prever uma foto antes que ela acontecesse. E sempre dizia que o mais importante em uma foto era a posição de seu pé. Para ele, fotografar era uma dança. Alécio não era um observador distante, fazia parte do que fotografava, com uma noção de ritmo que vinha do pianista - explica Patricia Newcomer.

Quando Alécio foi viver em Paris, em 1964, estava ansioso para ver os originais das pinturas que já havia visto reproduzidas em livros. Mas, apesar de ter começado a fotografar o Louvre em 1965, a idéia de fazer uma série de fotografias dentro do museu, mostrando as obras e os visitantes que as observavam, só se consolidou mesmo no início dos anos 80.

- Sempre que um jovem fotógrafo o visitava em Paris, Alécio os mandava ao Louvre para ver pinturas e dizia: "vá ao Louvre e depois me peça conselhos" - lembra Patricia.

A princípio, Alécio pretendia capturar imagens em todos os museus de Paris. Mas um de seus editores recomendou: "se sua paixão é o Louvre, por que não ficar só no Louvre?". O brasileiro já havia feito por lá fotos como "As três graças" (foto), na qual três freiras observam as três mulheres nuas do quadro de Jean-Batista Regnoult, e se entusiasmou com a idéia. Alécio também estava encantado com a construção do Grand Louvre, inaugurado em 1989.

- Quando você visita o Louvre é que percebe o quanto deve ter sido difícil para ele fotografar em meio à multidão - admira-se a viúva, Patricia, contando que Alécio fotografava mais entre os meses de junho e setembro, o período de rush dos turistas. - Ele sempre esperava fazer algo que não fosse banal e tinha um senso de humor incrível. 

Márcia Abos - O Globo


                  O Louvre e seus visitantes

De 24 de abril a 21 de junho de 2009

IMS - São Paulo
Rua Piauí, 844, 1º andar, Higienópolis
CEP: 01241-000 - São Paulo-SP
Tel.: 11 3825-2560; fax: 11 3661-0984
De terça a sexta, das 13h às 19h;
sábado e domingo, das 13h às 18h.

10 preguntas frecuentes sobre la gripe porcina

1. ¿Qué es la gripe porcina?

La gripe porcina es una enfermedad respiratoria aguda de los cerdos causada por el virus de la gripe tipo A. La tasa de letalidad en cerdos es baja y la enfermedad dura unos 7 a 10 días. Actualmente hay tres subtipos de virus de la gripe tipo A en cerdos: H1N1, H1N2 y H3N2.



. Se han detectado infecciones humanas puntuales producidas por el virus de la gripe porcina en personas en contacto estrecho con cerdos (como personas que trabajan en granjas de cerdos, etc.). En Europa, desde 1958 se han notificado un total de 17 casos.

En EEUU, se detectó un brote de infección por virus de la gripe porcino en reclutas en un campo militar de Nueva Jersey en 1976. Se supuso un contacto con cerdos, aunque no se llegó a descubrir. Hubo una amplia transmisión del virus con más de 200 infecciones y 12 hospitalizaciones.




La forma de transmisión de la gripe del cerdo al humano es por contacto directo con estos animales. La transmisión de la gripe porcina entre humanos se transmite de la misma manera que la gripe estacional, principalmente de persona a persona cuando una persona con gripe tose o estornuda. Algunas veces, las personas pueden contagiarse al tocar algo que tiene el virus de la gripe y luego llevarse las manos a la boca o la nariz.

El virus no se transmite por consumir carne de cerdo ni productos derivados del mismo.




Los síntomas de la gripe porcina en las personas son similares a los de la gripe estacional común, entre los que se incluyen fiebre de inicio agudo, síntomas respiratorios, como tos, estornudos y rinorrea, y malestar general. Algunas veces, puede acompañarse de falta de apetito y/o diarrea.



No. El virus H1N1 de la gripe porcina es muy diferente a los virus H1N1 de los humanos y los virus H1N1 de las aves. Los anticuerpos de los virus H1N1 de la gripe aviar, porcina y humana proporcionan poca o ninguna protección contra el mismo virus pero de otras especies.



Para diagnosticar una infección por virus de la gripe del tipo A de origen porcino, se debe recoger una muestra obtenida del aparato respiratorio entre los primeros 4 a 5 días de infección (cuando una persona infectada tiene más probabilidad de estar contagiando el virus). Sin embargo, algunas personas, especialmente los niños, pueden diseminar el virus durante 10 días o más. Para la identificación y confirmación del virus de la gripe porcina del tipo A es necesario enviar muestras al laboratorio de referencia del Centro Nacional de Microbiología para que se realicen pruebas oportunas.



La vacuna contra la gripe estacional protege a las personas contra tres cepas de los virus de la gripe en humanos: un virus A (H3N2), un virus A (H1N1) y un virus B. Se está investigando si la vacuna actual proporciona algún grado de protección, pero esto llevará algún tiempo.



La gripe porcina en humanos se trata con las mismas medidas de soporte y medicamentos que la gripe común. Los antivirales como oseltamivir y zanamivir se podrían utilizar, pero siempre bajo prescripción médica.

Estos antivirales sólo se deben utilizar bajo prescripción de un médico, ya que, como todos los medicamentos, no están exentos de efectos secundarios.




Se intensifica la vigilancia, informando sobre las características de los casos a los servicios sanitarios, para que puedan detectar otros casos similares También se realizan investigaciones epidemiológicas para detectar otros casos, entre las que se incluye la búsqueda de contactos de las personas enfermas.



En estos momentos hay que lanzar un mensaje de tranquilidad a la población. En España, todas las medidas de prevención están activadas y nuestro Sistema Nacional de Salud está preparado para afrontar esta situación.


PULEVAsalud
http://www.pulevasalud.com
Con información extraída del Ministerio de Sanidad y Consumo del Gobierno de España.

Galula e nós

Muito tem se falado nos últimos tempos de uma mudança da atitude americana em relação ao Iraque e, subsequentemente, ao Afeganistão, como se a vitória de Barack Obama significasse uma ruptura, em termos militares, com a administração George W. Bush. Com a invasão do Iraque, os governantes americanos se viram diante de uma situação completamente nova. Ganhar a guerra foi fácil, pois os EUA são imbatíveis em termos de guerra clássica. O problema surgiu quando os vencedores tiveram de se enfrentar com um movimento de insurgência, para o qual não estavam minimamente preparados.

Um dos comandantes americanos que se defrontaram primeiro com essa situação foi o general Petraeus, enquanto administrador de Mossul, a segunda cidade do Iraque. Deu-se ele conta de que os instrumentos que tinha à sua disposição eram insuficientes para combater um movimento de insurgência, o terrorismo islâmico, que se constitui como um inimigo anônimo, que se alimenta de sua influência e de sua imagem perante a população. As armas convencionais mostraram-se aí insuficientes. De volta aos EUA, o general Petraeus foi designado para comandar, em Fort Leavenworth, a Divisão de Doutrina do Centro Combinado das Armas (CAC). Lá, com o general James Amos, comandante dos Fuzileiros Navais, ele empreendeu a revisão da doutrina militar americana, voltando-a para os problemas oriundos da contrainsurgência. Ora, todo esse trabalho, consubstanciado no Counterinsurgency Field Manual, do The U. S. Army e do Marine Corps, passou a orientar a atuação americana no Iraque e, agora, também no Afeganistão.

A revisão doutrinária levada a cabo partiu do livro de um tenente-coronel francês, David Galula, que na Guerra da Argélia se defrontou com a insurgência naquele país e, a partir daí, como comandante de uma cidade, começou a mudar a relação dos militares com a população. Tempos depois foi convidado a passar um tempo nos EUA, onde publicou, em 1963, o livro Counterinsurgency Warfare, Theory and Practice, que se tornou o texto de referência desta nova doutrina militar americana.

O livro de Galula, ao estudar as questões da insurgência no século 20 até 1960, refere-se aos problemas da guerra revolucionária, nos moldes marxistas, tal como esta se fez na União Soviética, na China e em Cuba. Analisa também as guerras anticolonialistas, tendo como referência os seus componentes "anti-imperialistas". Seu foco de reflexão reside em pensar como a guerrilha e os movimentos insurrecionais redefiniram os termos mesmos do que se considerava como sendo a guerra, exigindo, por sua vez, das forças militares uma readequação de sua luta e a revisão doutrinária correspondente. O problema não era mais somente militar no sentido tradicional do termo, voltado para a conquista de territórios e a eliminação de um inimigo visível, mas a conquista da população, diríamos hoje da opinião pública, tendo como contendor um inimigo invisível.

A insurgência enfrentada pelos americanos é a do terrorismo islâmico; a de Galula, a de um movimento nacionalista, fortemente ancorado na concepção comunista das guerras de libertação. Seus ensinamentos são atuais no que diz respeito ao terrorismo islâmico, porém poderíamos dizer também que sua atualidade para o Brasil consiste em que ele nos permite pensar uma insurgência operante entre nós: a do MST. Ou seja, a atuação e a organização do MST recortam várias das características que Galula atribui aos movimentos insurrecionais, numa analogia que ainda se reforça pelo fato de essa organização política compartilhar os mesmos pressupostos ideológicos dos movimentos revolucionários do século 20. O marxismo segue sendo a sua referência teórica e o objetivo a ser realizado é uma sociedade socialista autoritária, que pressupõe a eliminação do capitalismo, da democracia representativa e do Estado de Direito. A sua autoapresentação como movimento social consiste somente num disfarce, visando a ter uma influência maior na opinião pública, escondendo, dessa maneira, suas verdadeiras intenções.

Ao contrário de uma guerra convencional, uma guerra insurrecional segue regras distintas. Um movimento insurgente, sobretudo em seu começo, não necessita de um exército e utiliza poucas armas. Seu foco não reside inicialmente na conquista de um território, mas na conquista da população, da opinião pública, de tal maneira que possa desenvolver suas operações. Suas ações têm a característica de ser espetaculares, mostrando-se como contendores de respeito que inspirem poder na população em geral. O movimento contrainsurrecional não pode contar apenas com seu armamento convencional. Melhor: este se torna francamente insuficiente. Os seus meios de luta se tornam outros, voltados para a conquista da população e da opinião pública, o que significa também dizer por sua capacidade de garantir segurança e condições de bem-estar aos cidadãos em geral. Políticas sociais tornam-se meios da luta política.

Pode-se, portanto, melhor compreender a atração que o terrorismo islâmico (Al-Qaeda, Hezbollah, Hamas) exerce sobre certos partidos de esquerda e os movimentos sociais como o MST. Eles, na verdade, se reconhecem no terrorismo atual como fazendo parte de uma mesma linhagem revolucionária, agrupada no antiamericanismo, na luta contra o capitalismo. Ou seja, os que se reivindicam da revolução se reconhecem no terrorismo islâmico, exibindo uma afinidade eletiva. Eis por que a análise de Galula se reveste de particular importância para nós, na medida em que a América Latina se defronta com o renascimento de movimentos de cunho revolucionário. O terrorismo islâmico não tem, entre nós, atualidade política, mas o renascimento da tradição marxista, sim. O MST, no Brasil, é um exemplo disso, além da permanência dos irmãos Castro em Cuba e do surgimento do "socialismo do século 21" na Venezuela, fazendo discípulos na Bolívia, no Equador e no Paraguai.

Denis Lerrer Rosenfield, professor de Filosofia na UFRGS
E-mail: denisrosenfield@terra.com.br 


domingo, 26 de abril de 2009

La noche ardiente de Van Gogh


Un supuesta foto del pintor, hallada en una tienda de antigüedades en los 90. A su lado,
La terraza del café en la plaza Fórum, de 1888


Su vida fue una lucha titánica contra la soledad y el fracaso. Su obra, la incansable búsqueda de las certezas del arte frente a la locura. Una exposición en Ámsterdam indaga sobre la mente del genio y su predilección por los temas nocturnos.

El pintor del porvenir habrá de ser un colorista como no lo ha habido todavía. Pero no puedo imaginármelo viviendo en modestos cafés; trabajando con dentadura postiza y frecuentando, como yo, burdeles para la tropa», escribió Van Gogh a su hermano Theo desde Arlés, en el Midí francés, el escenario donde, fugazmente, creyó poder construir una vida razonable… y donde estalló de forma inequívoca su locura. O tal vez, la conciencia definitiva de su fracaso en el arte, en la vida y el amor. 

Tenía entonces 35 años y se describía como «un hombre que lleva una hoguera en el pecho que todos ven humear y a la que nunca se acerca nadie a calentarse». Sin embargo, su fuego iba a alumbrar una de las más grandes aventuras artísticas y humanas de la modernidad –que él describió, con fascinante lucidez, en más de 800 cartas a su hermano y protector– y que plasmó en 879 cuadros y 756 dibujos (sin contar los trabajos extraviados), realizados en sólo diez años, entre 1880 y 1890, durante la última década de su vida. 

«Me gustaría que vieras en mí algo más que a un holgazán. Porque hay un tipo de holgazán, el que lo es a pesar suyo, que vive interiormente corroído por el deseo de actuar, y no lo hace porque se encuentra prisionero de rejas invisibles. Y uno se pregunta: ¿será esto así siempre? ¿En qué podría ser útil, a qué podría servir?», le escribe a su hermano en 1880, poco antes de decidirse definitivamente a pintar.

Hasta entonces había sido vendedor de arte en la casa de subastas Goupil, en las sucursales de Londres y París; estudiante de teología en Ámsterdam y predicador evangélico en una comunidad de mineros en Bélgica. Allí descubre la obra de Rembrandt y Millet y su vocación de pintor. El ardor con el que se entregaba al apostolado entre los más desfavorecidos lo vuelca ahora en retratarlos. En La Haya vive con una prostituta embarazada y alcohólica a la que retrata bajo el título de La gran lady. «Lo que yo quiero expresar no es un sentimentalismo melancólico, sino un profundo dolor. Quiero que la gente vea en mi obra una sensibilidad delicada, pese a mi reconocida torpeza. Demostrar con mi pintura que soy algo más que un excéntrico o una nulidad.» En Nuenen pinta Los comedores de patatas, su primera gran obra, un oscuro retrato del mundo campesino, de factura premoritoriamente expresionista: «He intentado hacer reflexionar a la gente sobre una manera de vivir opuesta a la de las personas civilizadas. De modo que no espero que encuentren este cuadro bello, ni siquiera bueno». Su hermano le reprocha su estilo tosco y sombrío. 

Muere su padre, pastor protestante de la comunidad, y su sustituto prohíbe a los vecinos posar para Van Gogh. La dificultad para encontrar modelos será una calamidad. «Se piensa que lo que hago no son más que cuadros embadurnados de pintura, no pintura como tal. Hasta las buenas putas tienen miedo de que se burlen de su retrato.» Pero la prohibición del clérigo va más allá de la estética y Van Gogh abandona Holanda para siempre. En Amberes frecuenta por igual museos y burdeles. Le diagnostican sífilis. En París se instala con su hermano en Montmartre. Su vida y su arte dan entonces un vuelco definitivo. En contacto con los impresionistas, cuyas técnicas asimila enseguida, su paleta se aclara y su pincelada adquiere mayor versatilidad, aunque sin perder su peculiar protagonismo. Conoce a Degas, Toulouse-Lautrec, Seurat, Gauguin, Bernard... Comparten ajenjo y nocturnidad. Pero el rechazo y la incomprensión que rodeó a Van Gogh nunca fue comparable a la vivida por otros. Y en esa brecha que lo separaba de ellos, había diferencias estéticas: «A veces me siento viejo y fracasado, pero lo bastante enamorado de la pintura aún como para no perder el entusiasmo, aunque para triunfar se necesita ambición y la ambición me parece absurda. Pero espero hacer grandes progresos. Después, me retiraré para no ver a tantos pintores que me asquean como hombres».

Al cabo de dos años, sin previo aviso, enfermo y alcoholizado, incapaz de soportar las tensiones con su hermano, sus amigos y consigo mismo, se va a Arlés. Le quedan dos años de vida. Pero en la luz y en la belleza de la gente y de la naturaleza del sur, Van Gogh encuentra un lugar de fábula, casi tan fascinante como su admirado Japón. Y toda clase de motivos en los que poner a prueba la lección pictórica parisina. «Aquí, las costumbres son menos inhumanas que en París y creo que podré hacer retratos. Estas gentes son más artistas que las del norte. He visto figuras tan bellas como las de Goya o Velázquez. Saben colocar una nota rosada en un vestido negro, combinar el azul con un amarillo… Por eso, me atrevo a pensar que picarán el anzuelo de posar para mí.» Y picaron, aunque no todo lo que hubiera querido. 

En Arlés aborda sus más famosos retratos: el del cartero Joseph Roulin, su hijo Armand, el doctor Paul Gachet… Y numerosos paisajes, que pinta del natural, de noche incluso, alumbrándose con un mechero de gas y velas en el sombrero. «Me sienta bien hacer cosas difíciles. Por eso salgo por la noche a pintar las estrellas. ¡Las noches aquí son tan bellas! Y las estrellas siempre me hacen soñar, como los puntos negros que indican las ciudades en los mapas. Me pregunto por qué los puntos luminosos del firmamento han de sernos menos accesibles que esos que nos guían por la geografía desde un mapa. Yo creo que así como tomamos un tren para ir a Rouan o a París, tomamos la muerte para viajar a una estrella.» Obras como La terraza del café en la plaza Fórum, el retrato del poeta Eugéne Boch o las famosas Noche estrellada y Noche sobre el Ródano reflejan la atracción y originalidad con las que se acercó a la temática nocturna en esta breve y luminosa etapa. 

Harto de pensiones, alquila la Casa Amarilla, su color favorito, para montar un taller de pintores, y espera ansiosamente la llegada de su amigo Gauguin, el único que aceptó su oferta. «Gauguin está mal. Siento que para ser artistas pagamos un precio muy alto en salud, en juventud y en libertad, de las cuales no gozamos en lo más mínimo.» A los dos meses de su llegada, el 23 de diciembre, Gauguin y Van Gogh discutieron, como tantas veces. Pero esta vez el anfitrión amenazó a su amigo con una navaja de afeitar. Fue sólo una amenaza, pero acto seguido Van Gogh se cortó no la oreja entera, como afirma la leyenda, sino sólo el lóbulo. Lo que no es leyenda es lo que hizo después: envolvió el lóbulo cortado y se lo dio «como aguinaldo» a una prostituta que había rechazado posar para él, diciéndole, con un tirón de orejas, que prefería un regalo. La Policía lo interna en un psiquiátrico y, tras intermitentes periodos de libertad, él mismo mismo pide que lo reingresen, decidido a aceptar «su oficio de loco». Eso sí, a cambio de que lo dejen pintar. «Es demasiado cierto que un montón de pintores se vuelven locos. Es una vida que, como mínimo, lo deja a uno ensimismado. Volveré a lanzarme al trabajo y estará bien, pero seguiré chiflado.» Internado en el asilo de Saint-Rémy, vuelve a pintar «con sordo furor». Los cipreses y La noche estrellada se exponen en el Salón de los Independientes y otros seis cuadros, en el del siglo XX, en Bruselas. Uno de ellos, Viñas rojas, el primero y el único que vendió en vida, lo compró la hermana del pintor Eugène Boch, al que Van Gogh retrató en El poeta. Pero las crisis y la obsesión por escapar de «la locura del sur» lo acosan sin cesar. Decide una vez más cambiar de aires. Se instala en una pensión en Auvers, cerca de París. Y, otra vez, se pone a pintar furiosamente. En 69 días hizo 70 cuadros, 35 dibujos y un aguafuerte. La noche del 27 de julio de 1890 salió al campo y se disparó un tiro con el revólver que llevaba para espantar a los pájaros cuando pintaba. Herido, se arrastró hasta la pensión, donde murió dos días después en brazos de su hermano. Tenía 37 años. Hacía tiempo que había escrito: «En la vida del pintor, tal vez morir no sea lo más difícil».

Berta Blanco
http://www.xlsemanal.com

  • Van Gogh y los colores de la noche puede verse en el Museo Van Gogh de Ámsterdam hasta el 7 de junio de 2009.  

  • http://www3.vangoghmuseum.nl/vgm/

    Los secretos del Vaticano


    Entrada de la Escuela y del Archivo Secreto Vaticano

    Al descubierto, ocho siglos de historia de la iglesia

    Por primera vez, un fotógrafo entra en el archivo secreto de la Iglesia. Un búnker subterráneo y blindadísimo, en medio de la Ciudad del Vaticano, donde se conservan documentos históricos llenos de sorpresas, y con Mussolini o Gengis Khan como algunos de sus protagonistas. 


    Hace cuatrocientos años, un hombre miró el cielo por primera vez con un telescopio. Lo que vio confirmó sus sospechas: la Tierra no era el centro del universo. Aquel hombre se ganó la condena de la Santa Inquisición por herejía, a pesar de ser un cristiano ferviente, tener dos hijas monjas y gozar de la amistad de un papa y varios cardenales. Era Galileo. Se lo condenó a cadena perpetua, aunque la pena fue conmutada por el rezo semanal de los salmos penitenciales. Las actas de su proceso se conservan en el Archivo Secreto Vaticano, que ahora ha decidido publicarlas para honrar al padre de la astronomía. La edición de los legajos judiciales más famosos de la Edad Media se enmarca en una política de transparencia (o, por lo menos, de translucidez) por parte de los responsables del archivo, esfuerzo que se inició con el papa Juan Pablo II y que Benedicto XVI continúa.

    El término `secreto´ (del latín secretum) es menos hermético de lo que parece: está emparentado con `secretario´ y se refiere, en el ámbito de la corte papal, a las personas cercanas al Pontífice, las que llevaban al día sus documentos. Son pues archivos privados, pero no tienen por qué permanecer ocultos. Y la Santa Sede está empeñada en hacerlos accesibles a estudiosos. Su propósito: desmontar bulos y arrojar luz sobre algunos episodios empañados por el morbo, pues los ocho siglos que abarcan dan mucho juego: desde la condena de los templarios hasta la actuación de la diplomacia vaticana en tiempos del nazismo, pasando por la correspondencia privada de los Borgia o la soterrada lucha de poder durante el Concilio Vaticano II, que desembocó en la excomunión del tradicionalista monseñor Lefebvre.

    El archivo es un búnker subterráneo en el Cortile della Pigna, en el corazón fortificado de la Ciudad del Vaticano. Sus dimensiones recuerdan a la biblioteca de Babel que imaginara Borges: 31.000 metros cúbicos de cemento armado y 85 kilómetros de estanterías que albergan 150.000 documentos. Las reglas son severísimas: guardias suizos y cámaras de vigilancia. Abstenerse estudiantes y aficionados, sólo historiadores reconocidos. Fuera móviles y ordenadores; prohibido usar bolígrafo para tomar notas, sólo se permiten lápices y libretas. A los visitantes se les facilita una varilla de madera para no tener que pasar las páginas con el dedo. Un laboratorio restaura documentos con síntomas de vejez. Por ejemplo, el hierro de la tinta usada por Miguel Ángel en sus cartas ha corroído el papel.

    De su custodia se encarga monseñor Sergio Pagano, acostumbrado a lidiar con las presiones. «A veces, uno tiene la impresión de que algunos eruditos exigen la apertura de los archivos como si se tratase de una fortaleza secreta. Pero una vez se les abren las puertas, pocos vienen, o se limitan a una visita turística», se queja. Y es que consultar las fuentes originales es fatigoso. Muchos prefieren aferrarse a sus teorías sin molestarse en comprobarlas.

    La apertura llega de momento hasta el pontificado de Pío XI. Habrá que esperar hasta 2014 para que los documentos relativos al controvertido papa Pío XII y su actuación durante la Segunda Guerra Mundial salgan a la luz. Habrá sorpresas, pues cada vez que se desempolva un nuevo fondo salta la liebre. Por ejemplo, Roma fue mucho menos complaciente con el general Franco durante la Guerra Civil de lo que se suponía; de hecho, mantuvo contactos con el gobierno republicano hasta 1937. Pío XI se enfrentó con gallardía al fascismo de Mussolini. Y Pablo VI no torpedeó la obra ecuménica de su predecesor, Juan XXIII. Pero hay voces interesadas en que estos hechos no se divulguen.

    La verdad es cuestión de matices. De ahí el interés del Vaticano por mostrar los documentos, algunos de valor incalculable, como la petición de nulidad matrimonial de Enrique VIII o la exigencia de Gengis Khan de que el Papa le rindiese pleitesía (ambas denegadas). Un trabajo de hormiguitas para el que se dispone de poco personal. Sólo las actas relativas al Concilio Vaticano II llenan 2.154 carpetas y un único historiador se encarga de inventariarlas, Piero Doria. Va por la mitad y ha empleado siete años de su vida en redactar 13 volúmenes de índices analíticos de su puño y letra. Una labor artesanal que contrasta con otras iniciativas que aprovechan el potencial de las nuevas tecnologías, como el acuerdo con Google para permitir a su robot realizar búsquedas o la puesta a la venta de las actas del proceso que liquidó la Orden del Temple. Una edición limitada de 800 ejemplares para bibliotecas y coleccionistas a un precio de 5.900 euros.

    Darío Calabor
    http://www.xlsemanal.com

    http://asv.vatican.va/home_es.htm

    Colón genovés, Colón español

    El monasterio de La Rábida se levanta sobre una pequeña altura que domina la desembocadura de los ríos Tinto y Odiel y una gran extensión de mar, bien al oeste de la "Columnas de Hércules", en un paisaje de dunas, desolado y de peculiar dramatismo hoy atenuado por repoblación forestal y la cercanía de industrias. El sugestivo lugar se llamaba antiguamente Peña de Saturno y, según parece, hubo allí en tiempos remotos un altar o templete fenicio a Melkart, dios de Tiro protector de la navegación, sustituido en tiempos de Roma por otro consagrado a Proserpina, la diosa que vivía seis meses al año bajo tierra; Más tarde habría sido un monasterio almorávide de monjes caballeros, de donde le viene el nombre (ribat-rábida), para pasar por breve tiempo a los templarios, y en algún momento, quizá ya en el siglo XV, a los franciscanos. Puede considerarse que allí empieza la historia del descubrimiento de América. Según la leyenda, un día de otoño o invierno de 1485, Cristóbal Colón y su hijo Diego, aún niño, llegaron en condiciones precarias al monasterio, después de huir de Portugal, y allí los frailes Antonio de Marchena, y más tarde Juan Pérez, "estrelleros", es decir, aficionados a la astronomía, les acogieron con interés y congeniaron con los proyectos del hombre.

    Colón era un personaje singular. No por su vida aventurera, pues había muchos así entre la gente del mar, ni por sus aficiones místicas y espirituales, sino por su magno plan: llegar a Asia a través del Atlántico cuando este océano desafiaba al hombre como una inmensidad enigmática, y las débiles naves preferían no alejarse mucho de la costa.

    Quizá no llegara Colón a La Rábida en precario ni con su hijo, sino con algunas protecciones, pero lo importante es su proyecto y el apoyo que por primera vez halló. Su idea no era solo aventurada sino mal calculada, pues suponía una distancia varias veces inferior a la real y, desde luego, no contaba con la existencia, entre la costa atlántica europea y Cipango (Japón), de un enorme continente varias veces mayor que Europa. La idea presuponía una Tierra no plana, como creía el vulgo, sino esférica, según pensaban los navegantes y los expertos, aun con problemas como el de unos antípodas andando cabeza abajo, algo difícil de entender por entonces.

    El proyecto tenía una vertiente económica, pues abriría una nueva ruta comercial seguramente muy provechosa, ya que los otomanos habían cortado el viejo tráfico hacia y desde India y China, por donde llegaban las especias, la seda y otros productos muy apreciados, monopolizados entonces por turcos y sus socios italianos: Portugal, precisamente, buscaba un ruta contorneando África. Este interés utilitario iba mezclado, en realidad supeditado en la mentalidad de Colón, al religioso de cristianizar aquellos territorios, de dar con el reino del "preste Juan", rey sacerdote de un legendario país cristiano aislado por la marea islámica, y que quizá correspondiese a Etiopía; Colón pensaba incluso encontrar el Paraíso terrenal. Y la empresa debía servir de un modo u otro para recuperar Jerusalén, ambición permanente, mística y casi obsesiva en Europa, que había movilizado a varios reyes y emperadores en cruzadas terminadas en fracaso, sin ser nunca olvidada: en su Libro de las profecías, Colón indica que "había de salir de España quien había de reedificar la casa de Sión", en referencia quizá a sí mismo, pues creía que su nombre, Cristóbal, "El que lleva a Cristo", tenía sentido profético.

    De primera intención, Colón había ido con su proyecto al rey de Portugal, Juan II, dado que su país era entonces el más avanzado en exploraciones atlánticas y progresaba sistemáticamente hacia el sur, siguiendo la costa africana. Los consejeros del rey rechazaron el proyecto por considerar, acertadamente, que los cálculos de Colón eran falsos y la distancia a recorrer mucho mayor, excesiva. Por algún asunto oscuro, Colón tuvo que huir de Portugal y buscar ayuda en Castilla. Los monjes de La Rábida y la abadesa del convento de Santa Clara, en Moguer, Inés Enríquez, tía del rey Fernando, le facilitaron el contacto con la corona, y en 1486 expuso sus planes a los reyes. Un dictamen de los expertos castellanos concluyó lo mismo que los portugueses, por lo que aconsejaron rechazar el proyecto, aparte de que las exigencias de recompensa de Colón en títulos y dinero, parecían excesivas. No obstante, la reina dio esperanzas al aventurero, aunque por entonces la difícil campaña de Granada absorbía su atención y recursos. Cansado de esperar, Colón volvió a probar suerte en Portugal en 1488, sin resultado porque Bartolomé Díaz había llegado al extremo sur de África, abriendo por fin la ansiada vía del Índico. La ruta propuesta por Colón parecía demasiado insegura y Portugal no tendría demasiado problema en cedérsela a Castilla. Colón, a través de su hermano Bartolomé, también buscó patrocinio en Inglaterra y Francia, sin éxito.

    En 1491, una nueva junta de expertos castellanos rechazó el proyecto, pero el rey Fernando lo hizo consultar a Fray Hernando de Talavera, confesor de Isabel, de familia conversa y opuesto a la Inquisición, y a fray Diego Deza, futuro inquisidor; y con ello el plan de Colón se abrió paso definitivo, máxime cuando el valenciano Luis de Santángel lo vio con interés suficiente para adelantar un millón largo de maravedíes, la mitad del dinero preciso, pues la guerra de Granada había vaciado las arcas reales. Se ha dicho que la empresa de Colón fue solo castellana, pero en ella intervinieron no menos decisivamente el rey Fernando y otros personajes de Aragón, por lo que fue conjunta, precisamente española. Por otra parte, Colón reclamaba el título de virrey de las tierras a descubrir, un título tal vez de origen catalán. Por fin el 17 de abril de 1492, tras las Capitulaciones de Sante Fe, los reyes acordaron la inmediata puesta en marcha de la empresa. Colón obtenía ventajas como el título de almirante de la mar Océana, equivalente al de almirante de Castilla; virrey, un 10% del producto de todas las operaciones mercantiles en los nuevos territorios (un 20% para la corona) y otras.

    La expedición debía organizarse en Palos de la Frontera, pero allí no pensaban cumplir la orden real, y fueron los hermanos Pinzón, marinos avezados del lugar, quienes reclutaron tripulación (unos 90 hombres) para tres naves y aportaron dinero. El 3 de agosto zarpaban dos carabelas, Pinta y Niña, capitaneadas por los Pinzón, Martín Alonso y Vicente Yáñez respectivamente, y una nao, la Santa María, por Colón. Tras hacer escala en la isla canaria de La Gomera, se internaron por el mar desconocido. La navegación seguía una rutina religiosa: al amanecer, un grumete entonaba un canto religioso y todos rezaban, y al anochecer volvían a orar y cantaban el Salve Regina. Las muchas singladuras y la inseguridad del objetivo motivaron un conato de motín en la Santa María, abortado en ciernes por la energía de Martín Alonso. La historia ha hecho poca justicia a los hermanos Pinzón, que jugaron un gran papel en el descubrimiento.

    El 12 de octubre, dos meses largos después de dejar Palos, los expedicionarios avistaron tierra en las islas Bahamas, de las que tomaron posesión en nombre de los reyes. Siguieron explorando, descubrieron Cuba, que tomaron por tierra firme, y una gran isla que llamaron La Española. En esta embarrancó la Santa María, y con sus restos se montó un fuerte, primer asentamiento español en América.

    A finales del año emprendieron el regreso, muy accidentado por las tormentas, yendo a parar la Pinta a Bayona de Galicia, el 1 de marzo, y la Niña, mandada por Colón, a Lisboa, donde el almirante quizá se libró por poco de ser asesinado. El 15 de marzo volvieron las dos carabelas a Palos, donde murió a los pocos días Martín Alonso, y en abril fue Colón a Barcelona, a dar cuenta de su viaje a los reyes.

    Después de este viaje, Colón realizó tres más, terminando el último en 1504; en ellos amplió la exploración a gran parte del mar de las Antillas y las actuales Venezuela, Colombia y América central.

    ***

    Estos hechos básicos y los problemas de Colón en el gobierno de las nuevas tierras son de sobra conocidos. Como también la incertidumbre sobre el nacimiento del descubridor, acerca del que cabe hacer algunas consideraciones. Dado que él y los reyes no pusieron ningún empeño en aclarar su origen, más bien al contrario, se le han atribuido, de modo puramente especulativo, las patrias más diversas, desde Grecia a Noruega, o la condición de judío, siendo la versión más aceptada la de su origen genovés, que parece avalada por bastantes documentos. Sin embargo esta atribución resulta tan difícil como las otras. Con motivo del IV Centenario del Descubrimiento, Italia ofreció una Raccolta de unos 200 documentos sobre una familia Colombo de Génova, parte de ellos referidos a Cristoforo, hijo de Domenico. Pero las fechas concuerdan mal, y la propia abundancia de documentos resulta sospechosa. Y, en fin, solo informan de que Cristóforo era, al menos hasta 1473, un pequeño comerciante lanero con deudas y amenazas de prisión por impago. Que estén tan documentados en Génova estos pequeños sucesos y no, en cambio, referencias a la impresionante gesta posterior del supuesto Colombo, ya es bastante significativo, máxime cuando la ciudad italiana no pensó por entonces reivindicar la gloria de su ilustre y presunto hijo. Un reciente y sugestivo ensayo de María Virginia Martínez Costa de Abaria, Cristóbal Colón y España, incide en muchos aspectos que dificultan la atribución genovesa.

    Solo tres años después del último documento genovés, Colón aparece en Portugal como un experto navegante, diestro en cosmografía y cartas náuticas, culto y erudito en algunos terrenos, buen conocedor del latín y aún más del castellano, de modales distinguidos y capaz de codearse con la aristocracia y con el mismo rey, y hasta de casarse con una aristócrata local, algo muy poco imaginable para un plebeyo. Suena en extremo inverosímil que aquel humilde lanero genovés lograse casi de pronto tal transformación, por lo que difícilmente puede tratarse de la misma persona. La inverosimilitud se acentúa por la ausencia de cualquier prueba de que la familia genovesa, que vivía con estrechez, pidiera ayuda al almirante en los momentos de poder y riqueza de este. Ni Colón se acordó de ellos, tampoco cuando hizo testamento. Ni utilizó en ningún caso el apellido Colombo (siempre empleó, o se le conoció por, Colom, Colón o Coloma). Tampoco escribió, que se sepa, en italiano, salvo escasas palabras reveladoras de un mal conocimiento del idioma; ni hay indicio de que hablase en él con sus hermanos también supuestos genoveses. Es más, sus cartas a Génova las redactó en castellano, y cuando menciona al patrón de su supuesta ciudad lo escribe mal. Tampoco puso a las tierras descubiertas nombres italianos en homenaje a su supuesta patria, sino españoles, algunos relacionables con Baleares, Levante o Cataluña. Los Reyes Católicos nunca aluden a su supuesto origen genovés, ni le dieron carta de naturalización como hicieron con Américo Vespucio, sino que le trataron como "súbdito y natural", y ampliaron su escudo de armas, señal de que ya tenía uno, cosa muy poco probable en una familia de modestos tratantes (en lana, en queso, taberneros...). Estos datos desfondan casi por completo la tesis genovesa, que se apoya, como todas las demás, en la incertidumbre sobre su origen real.

    Debemos atenernos, por consiguiente, a los hechos constatables. Ante todo, habló y escribió casi siempre en castellano, algo en latín. Menéndez Pidal creyó encontrar en sus escritos defectos propios de quien no tiene ese idioma por lengua materna, pero sus deficiencias no eran italianismos, sino lusismos, lo cual se explica por sus nueve años de juventud en Portugal. Pero un origen portugués es difícil, porque no existía allí el apellido Colón, e incluso en Portugal escribió en castellano, por otra parte ya lingua franca de la península. También se han detectado en sus escritos giros catalanes. Por otra parte, su patriotismo hispano resalta aquí y allá. Refiriéndose a la cristianización de los pueblos descubiertos habla de "España, a quien todo debe estar sujeto" y anima a los reyes a no consentir "que aquí (las nuevas tierras) faga pie ningun extranjero", idea rara en un genovés. La mayor isla que descubrió en el primer viaje la llamó La Española, y supone reservada a España la recuperación de Jerusalén, ligada para él a sus viajes (España podía incluir Portugal, claro está). El cosmógrafo catalán Jaime Ferrer de Blanes, amigo suyo cuyos servicios fueron requeridos para delimitar los derechos de descubrimiento entre Castilla y Portugal, y que le aconsejó sobre el tercer viaje a América, le habla en una carta, como cosa natural, de "esta nuestra España"...

    Dentro de la incertidumbre, su cuna española, acaso catalana o, más probablemente, balear, según algunos indicios, parece la más probable. De ser así, queda por aclarar el motivo de esa oscuridad, de aspecto deliberado, como si escondiera algún secreto político o similar. La autora citada cree que pudiera tratarse de un hijo ilegítimo de Carlos de Viana, el preterido hijo de Juan II de Aragón. Esto, y acaso el presunto origen genovés, quizá fuera posible comprobarlo hoy mediante pruebas de ADN, como las que han certificado la autenticidad de los restos del almirante guardados en Sevilla.

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    Colón y los suyos habían descubierto mucho más de lo que habían pensado: un mundo nuevo del que nadie tenía la menor noticia cierta, ni el propio Colón la tuvo en vida, creyendo haber llegado al oriente asiático, aunque en algún momento sospechó la verdad. Pero la realidad era aquella, y los hechos pronto desplegarían toda su potencia. Han surgido debates poco razonables sobre si hubo descubrimientos anteriores, en particular con referencia a los vikingos. Discusión bizantina: los primeros "descubridores" fueron grupos asiáticos que cruzaron de Siberia a Alaska hace unos quince mil años. Pero ni ellos ni los vikingos tenían la menor noción de dónde estaban realmente en relación con el resto de la tierra. En cambio el descubrimiento coloniano lo fue no solo para los europeos, sino para el resto del mundo, incluyendo los propios aborígenes, pues unos y otros empezaron a entender lentamente lo que era aquel continente, ignorado por la humanidad desde la aparición del hombre sobre la Tierra... aun si algunos sospecharon que aquel mar gigantesco y atemorizante ocultaba grandes secretos, como había escrito Séneca: "Vendrán siglos en que Océano afloje los vínculos de las cosas y aparezca una tierra inmensa, y Tetis abra nuevos mundos, dejando de ser Tule el último confín". El momento llegó cuando se combinaron los conocimientos técnicos (brújula, astrolabio, barcos más adaptados) con la inspiración y osadía de un visionario, el impuso místico y el afán de riquezas de unos pocos hombres, y la intuición política de unos reyes. No fue solo el descubrimiento de América, sino del mundo como tal --de imagen tan imperfecta hasta entonces-- completado con la primera vuelta a la tierra, de Magallanes-Elcano, iniciada veintisiete años después. 

    El mundo conocido en Europa cuando esta cambiaba de época, era muy diferente del de cinco siglos antes, cuando comenzaba la Edad de Asentamiento europea y solo arribaban a ella noticias vagas de los confines asiáticos. Y más todavía con respecto a la llegada de Escipión a Tarragona con motivo de la II Guerra púnica, fecha en la que hemos datado el origen cultural de España, unos 1.700 años atrás. Desde esta fecha habían perecido civilizaciones como la cartaginesa, la helenística, la romana, varias persas, otras en la India, y otras más menores. La china había permanecido a costa de frecuentes desórdenes internos, invasiones e imposiciones foráneas, que sin embargo no habían logrado destruirla como las invasiones bárbaras lo habían hecho con la civilización romana de Occidente; permanecía la civilización japonesa, en el refugio de sus islas que la habían salvado de los mongoles. Había caído, finalmente la civilización bizantina, originada en el Imperio romano pero harto distinta de este. Se habían formado nuevas civilizaciones, muy particularmente la europea y la islámica. Y se habían desvanecido en el tiempo muchas culturas precivilizadas, como la celta en Europa o la ibérica en España, y la germánica, la de los hunos, la vikinga o la eslava primitiva, unas destruidas y otras absorbidas. Por supuesto, la mayoría de ellas había dejado huellas espirituales mayores o menores en las culturas y civilizaciones posteriores. En Europa, las culturas griega y latina sobrevivían como un poderoso influjo, si bien muy reinterpretado; y la hebrea, pese a carecer de territorio propio, persistía parcial pero nunca completamente asimilada, en numerosas comunidades dispersas por Europa, Asia y África. El tiempo y los movimientos internos y externos de los pueblos habían creado una tierra humana irreconocible diecisiete siglos atrás. En el mundo conocido (pues América todavía no lo era) destacaban cuatro grandes civilizaciones: la china, la india (en gran parte bajo el islam) la islámica y la europea.

    Pío Moa
    http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

     
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