BENEDICTO XVI ha desplegado una intensa actividad pastoral durante estas jornadas de Semana Santa, definidas por el Pontífice como las más importantes del año para los creyentes, ya que sirven para profundizar en el mensaje de la Redención. Entre los actos más señalados figura el tradicional Vía Crucis en torno al Coliseo romano, una expresión de fe y de cultura que -también en palabras del Papa- actualiza el testimonio de los cristianos en todo el mundo, con especial intensidad en aquellos países donde sufren persecución e incluso martirio. El año pasado, Benedicto XVI encargó las meditaciones del Vía Crucis a un cardenal chino, y es también significativo que este año el encargado fuera el arzobispo indio que preside las Conferencias Episcopales en Asia, titular de una diócesis duramente castigada por la violencia anticristiana. Frente a las acusaciones injustas que le achacan un supuesto dogmatismo conservador, el Papa demuestra una y otra vez la máxima sensibilidad hacia los graves problemas socioeconómicos que afligen a la humanidad, analizados desde una perspectiva cristiana. Así, según su enseñanza, Cristo cambió el mundo no matando, sino dejando que lo mataran, y fue crucificado por amor a todos los hombres. En esa jornada romana, el Papa identificó también el rostro de Cristo martirizado con el de toda persona «humillada y doliente, sola, abandonada y despreciada», y tuvo palabras de reconocimiento para quienes actúan como verdaderos apóstoles del Señor en la vida cotidiana.
A su vez, el prelado encargado de la reflexión en las diversas estaciones del Vía Crucis mencionó reiteradamente la violación de los Derechos Humanos en múltiples países, con particular atención al sufrimiento de las mujeres marginadas, ignoradas u olvidadas. Frente a los «pilatos» del mundo, resaltó la lucha en favor de los pobres y marginados, que tiene una manifestación ejemplar en la vida y la obra de Madre Teresa de Calcuta. Junto con el recuerdo emocionado a las víctimas del reciente terremoto de Italia, Benedicto XVI ha transmitido un nuevo impulso a la tarea genuina de la Iglesia de velar por los más necesitados, sobre todo en una época de crisis cuyas raíces, en determinados círculos económicos, resulta imprescindible denunciar. La polémica artificial creada durante el viaje del Papa al continente africano pretende ocultar la realidad de un Pontífice que rompe con todos los prejuicios, combinando su condición de Pastor de la Iglesia con el rigor intelectual.
Editorial ABC
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