domingo, 12 de abril de 2009

Aplíquenle su propia medicina


Tuve el privilegio de compartir un desayuno con Evo Morales el 5 de enero de 2006. Fue en el R.I. Elcano y él era el presidente electo de Bolivia. Los invitados aguardábamos su llegada poco antes de las 9:00 cuando un Embajador de España -jubilado- inquirió si alguien se había tomado la molestia de cotejar si el roscón de reyes que había sobre la mesa no tendría alguna connotación ofensiva para su cultura uru-aymara. Nerviosismo. Carreras a la cocina buscando alternativas. Al fin, constatación de la evidencia: ni se había cotejado nada, ni había alternativa. 

Había que torear con lo que estaba en la plaza. Y a fe que Morales se lo zampó con gusto mientras anunciaba que también pensaba zamparse algunos intereses españoles en su país -lo que no fue óbice para que al final de la visita Moratinos proclamase: «Estamos de acuerdo en todo».

Este mismo Morales es el que el pasado Jueves Santo -con perdón- anunció su intención de iniciar una huelga de hambre hasta que el Congreso de la Nación apruebe una ley electoral de cuyo censo discrepa la legítima mayoría. Ésa debe de ser la democracia de los aymaras -o de los urus: la razón no es de la mayoría, la razón es mía.

Pero lo mejor no es el chantaje que anuncia, sino practicarlo por medio de una huelga de hambre. Todos sabemos que la coacción de esa huelga consiste en amenazar con la propia muerte si no cede a sus exigencias. Ése es un chantaje derivado de la cultura occidental de raíz cristiana, que da un valor superior a la vida humana. La que lo antepone a los demás valores.

Pues no le impongan a Morales los valores de la cultura judeocristiana y déjenle guiarse por los de raíz uru-aymara. En esas culturas, la vida humana no vale nada. Los valores de la comunidad -que encarna el Congreso- están por encima. Y quien se opone a ellos, muere. ¿Comparte Morales la ley de los suyos?

Ramón Pérez-Maura
www.abc.es

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