sexta-feira, 30 de abril de 2010

Amor familiar

El etarra Usabiaga ha sido liberado por Garzón. El motivo de la pasmosa excarcelación no puede ser tomado en serio. Usabiaga quiere cuidar a su madre, a «amatxo», a mamá. Tiene dos hermanas, pero la madre, «amatxo», mamá, se siente mejor cuando es el niño el que vela por ella. Y Garzón, que está muy sensible con lo que le pasa, lo ha puesto en libertad a pesar de reconocer que hay riesgo de huida y de reincidencia delictiva. Un santito Garzón.

Estos etarras, familiarmente, son encantadores. Otegui solicitó la libertad para cuidar de su hija. Por desgracia para Otegui y la hija, no lo consiguió. Mejor suerte tuvo Joseba Permach, cuya hija, destrozada por la estancia en prisión de su padre, principió un tratamiento psicológico. Y Permach abandonó la cárcel por 50.000 euros de fianza. Lo mismo que su tocayo Álvarez Emparanza, al que abrieron las puertas de su prisión por una cantidad similar porque su padre requería de atención diaria. Los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa ya saben lo que tienen que hacer. Reclamar a sus hijos y padres encarcelados para que éstos cuiden de ellos. Una hermosa lección de amor familiar y judicial.

Entretanto, hay centenares de padres y de hijos que visitan a sus seres queridos en los cementerios. Suerte para unos y desgracia para otros. A esos padres e hijos enterrados, muchos de ellos cuando eran niños, todos asesinados por la ETA, en nada afectaron a Otegui, Permach, Usabiaga y Álvarez Emparanza. Muchos de ellos fueron asesinados siguiendo instrucciones de estos cuatro hijos de la gran puta. Ellos necesitan a su familia y su familia de ellos, y a las víctimas y los suyos, que les den morcilla. ¿Será que Garzón está cumpliendo su último servicio político al Gobierno de Zapatero?

«Baltasar, libera a Usabiaga, que es dialogante, y te hago Embajador cuando los torturadores del Supremo, los dentistas que arrancan la muela que no es (¿se ha vuelto usted loco, Bono?), los que quieren resucitar a Franco, te aparten definitivamente de la carrera judicial». Se admite el temblor con la sola figuración de esta posibilidad. Pero no creo que se atrevan a tanto. ¿Tienen padre, madre o hijos los secuestradores y asesinos de Anabel Segura? ¿Tiene padre, madre o hijos el sinvergüenza de Francisco Correa? ¿Tienen padre, madre o hijos los condenados por vender copias ilegales en los «top manta» de esquinas y mercadillos? Delitos de diferentes niveles, pero cárcel compartida. ¿Por qué las madres, los padres y los hijos de los etarras tienen más derechos que los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa?

Si Usabiaga quiere cuidar a su madre, si Otegui y Permach consideran urgente dar apoyo y paternal cobijo a sus hijas, si Álvarez ha llegado a la conclusión de que su padre necesita su atención diaria, ya es tarde para hacerlo. Ellos han mandado en la ETA. Ellos han aprobado y celebrado asesinatos de centenares de inocentes con padres, madres, hijos e hijas. Ellos no han movido un músculo de la cara cuando ataúdes blancos de niños asesinados se cubrían de lágrimas y tierra. Ellos tienen que cumplir hasta el último día de sus condenas sus vilezas de ayer y de hoy. Que lo hubieran pensado antes. Sus amores familiares son soeces y obscenos con tanta sangre inocente regada sobre España.

Alfonso Ussía

www.larazon.es

Tertulia política de César Vidal - LDTV



http://www.libertaddigital.tv

Senadores con pinganillo

Las agencias de calificación de riesgo como Standard and Poor's están siendo extremadamente generosas con el gobierno de Zapatero. Nos han rebajado la puntuación sólo un nivel, cuando deberían estar aconsejando a todos los inversores internacionales que huyan de la deuda pública española mientras estén a tiempo, si no quieren hacer un papelón como el de los tenedores de deuda griega.

Han rebajado nuestro rating en un tramo solamente, y aquí sería oportuno decir lo que Franco a sus colaboradores cuando algún periódico extranjero hablaba bien del régimen: "Entérense de cuánto nos ha costado". Sobrevivimos en el mercado del préstamo internacional porque los lobbies financieros no pueden perder clientela y todavía quedan varios millones de incautos a los que embromar, no porque nuestra situación objetiva invite a invertir en nuestra economía, pues cada día es más difícil saber si vamos a poder restituir el dinero con los intereses correspondientes.

Y como la clase política española es consciente de cuáles son los retos a los que nos enfrentamos en un escenario de crisis brutal, ahí la tenemos, ocupada en permitir que un puñado de profesionales de la cosa (política), la inmensa mayoría con serias dificultades para expresarse correctamente en el idioma español, esmalten la historia del pensamiento occidental empleando sus dialectos vernáculos con la ayuda de la traducción simultánea.

Aquellos jóvenes que fueron el hazmerreír de la Facultad de Filología al especializarse en traducción simultánea vascuence-gallego o bable-aranés, hoy pueden presumir de su excelente vista profesional, porque el cuerpo de traductores del Senado Español va a ser, a partir de ahora, su hogar dulce hogar profesional. Se lo van a llevar crudo y dorado.

De momento, sólo se van a traducir las intervenciones de los senadores que se realicen en las lenguas regionales sancionadas en los respectivos estatutos de autonomía, pero como los políticos españoles son muy sensibles al hecho diferencial y bastante refractarios al agravio comparativo, es previsible que en muy poco tiempo un senador asturiano haga una pregunta en bable para que el ministro de turno le charre en grausino (dialecto de Aragón Occidental), mientras los senadores por Andalucía disfrutan de la traducción simultánea a la lengua de su realidad nacional con los giros y el gracejo naturales de esa bella parla.

Tras casi cuarenta años sin saber para qué sirve exactamente el Senado, más allá de garantizar un quinto sueldo público a madres de la patria como Leyre Pajín, parece que los contribuyentes van teniendo una idea aproximada de la importancia de esta institución para el desarrollo y el bienestar de los pueblos de España.

Hace unos años estuvimos a punto de construir a nuestro esforzado cuerpo senatorial una réplica de las termas de Caracalla, para que, entre sesión y sesión, sus miembros y miembras se liberaran del estrés que les provoca su infernal ritmo de trabajo y pudieran sortear así el infarto de miocardio. La idea no llegó a concretarse, pero nunca es tarde para recuperarla. Con el sindiós cacofónico que se va a organizar en ese santuario de la galbana en cuanto sus miembros y miembras comiencen a chapurrear la lengua de su terruño, más de uno va a tener que tomar las aguas. Especialmente los traductores de extremeño-chistabino. ¡Cántatela, perdiguera!

Pablo Molina

http://findesemana.libertaddigital.com

Un libro pésimo

Ángel Viñas.
Ángel Viñas lleva un tiempo afanándose en varios y curiosos empeños. El principal es el de presentar la Guerra Civil como un prólogo al supuesto enfrentamiento entre democracia y fascismo que la Segunda Guerra Mundial vivirá. En definitiva, se trata de probar que Zapatero tiene razón.

Tiene razón cuando, con su media lengua y sin acabar de entender lo que quiere, exige de todos los españoles el reconocimiento de que nuestra democracia no será sincera y genuina hasta que no se reconozca continuadora de la de la Segunda República. Dicho en un lenguaje llano que pueda entender la tropa de cómicos de la ceja: en la Guerra Civil hubo buenos y malos y, por lo tanto, no tienen la misma responsabilidad los que mataron por unos ideales: los republicanos, y los que lo hicieron envenenados por una ideología: los adeptos al fascismo franquista. A todo esto ha dedicado Viñas su trilogía sobre la Guerra Civil, La República en guerra.

Sin embargo, donde más groseramente se muestra el sectarismo de esta historiografía de izquierda de mosquetón que tan bien representa Viñas es en un libro escrito por éste al alimón con Fernando Hernández Sánchez: El desplome de la República. Hernández es un joven historiador que ha decidido hacer del papel del Partido Comunista de España en la Guerra Civil el objeto preferente de su estudio.

Así pues, la obra trata de sacar partido al esfuerzo hasta ahora realizado por Hernández en el estudio de los archivos del PCE. Viñas, por su parte, aporta su ácido modo de hacer historia dando al libro el adecuado tono batallador que, a la vez que lo aleja del rigor, lo convierte en instrumento útil para la memoria histórica del zapaterismo. El desplome de la República, que no quiere perderse con grandes objetivos, se centra en uno bien concreto: demostrar que Juan Negrín y Julio Álvarez del Vayo obraron sabiamente al tratar de prolongar la guerra hasta que estallara el conflicto internacional, lo que, de haberse logrado, hubiera salvado a la República. Lo que les impidió alcanzarlo, tratan de demostrar Viñas y Hernández, es la traición del coronel Casado. La cosa viene muy a cuento ahora que Alfonso Guerra se ha ocupado de que el PSOE rehabilite la memoria de los dos políticos.

Para que semejante tesis sea verosímil, Viñas y Hernández se socorren de la habitual forma de ver la Guerra Civil que tiene la historiografía de izquierdas. Stalin vino aquí a salvar la democracia y los comunistas nacionales y extranjeros que en estos lares combatieron, a veces contra Franco y a veces contra otros republicanos, lo hicieron por la libertad. Por su puesto, los burgueses gobiernos de Francia y Gran Bretaña traicionaron a la Segunda República sin entender que en Teruel y Belchite se decidía el futuro de la democracia en Europa.

Las pocas posibilidades de convencer a alguien que no esté convencido de antemano se pierden definitivamente por el tono desabrido de las críticas que los dos autores dedican a los historiadores que no comparten sus puntos de vista. Naturalmente, como cabe esperar, inmediatamente se encuentran las habituales diatribas contra Pío Moa, al que no se dignan nombrar y de quien no rebaten una sola de sus conclusiones con argumentos. Pero, no conformes con esta pieza, acosan con furia a dos historiadores anglosajones, Stanley G. Payne y Anthony Beevor, por el odioso error de creer que los comunistas españoles y los soviéticos que les asesoraron querían implantar el comunismo en España, tesis que al parecer Viñas y Hernández consideran absurda.

Ahora, la cuestión central del libro es la calidad moral de Juan Negrín y Julio Álvarez del Vayo. Sobre ambos pesa la grave acusación de haber prolongado inútilmente la guerra a costa de miles de vidas que fueron sacrificadas en vano. Viñas y Hernández tratan de demostrar que resistir tenía sentido, puesto que la Guerra Mundial estaba a punto de estallar, y hubiera bastado con mantener vivo el conflicto hasta entonces para que la República se salvara. Según Viñas y Hernández, los dos prohombres hubieran logrado su objetivo de no ser por el golpe de estado de Casado que los apeó del poder para negociar la paz con Franco.

Lo primero que hay que decir es que hacer historia para alabar o denigrar la moralidad de nadie no tiene mucho sentido. Debería bastar con contar lo que cada cual hizo, y que los lectores saquen sus propias conclusiones. Peor todavía es valorar comportamientos pretéritos con normas morales de ahora: entonces sí que es imposible hacer historia. Pero, suponiendo que tuviera sentido hacer lo que Viñas y Hernández hacen, esto es, defender el buen nombre de Negrín y Vayo, lo cierto es que fracasan en el intento.

Y es que ambos estaban completamente equivocados. Hitler jamás hubiera atacado Polonia sin antes haberse asegurado la neutralidad de uno de sus dos frentes. Habida cuenta de que Francia y Gran Bretaña estaban comprometidos a declarar la guerra a Alemania si ésta invadía Polonia, al dirigente nazi le era esencial la neutralidad de Stalin para poder invadir el país eslavo con la seguridad de no tener que luchar en dos frentes a la vez. Hitler tenía buenas razones para pensar así porque estaba convencido de que Alemania había perdido la Primera Guerra Mundial precisamente por eso y de que la paz de Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918) llegó demasiado tarde como para permitir que el vuelco del esfuerzo sobre el frente occidental fuera suficiente para ganar la guerra. Stalin, por su parte, creía a pie juntillas que las potencias capitalistas acabarían enfrentándose unas a otras, y que era esencial que lo hicieran antes de que se pusieran de acuerdo en acabar con el comunismo. Para ello, era esencial mantener alguna clase de alianza con uno de los dos bandos. En los años treinta, Stalin intentó suscribir con Francia y Gran Bretaña un tratado de seguridad colectiva antialemán. A la vista de que ambos se negaron a colaborar con un régimen comunista, a Stalin no le quedó otra opción coherente con su estrategia que la de aliarse con Hitler. En este sentido, Viñas y Hernández deberían leer los libros de Caroline Kennedy-Pipe y no sólo los de Silvio Pons.

¿Y qué tiene esto que ver con la tesis de Viñas y Hernández? Tiene que ver todo porque ni Hitler ni Stalin, que se necesitaban, por más que se aborrecieran, firmarían jamás nada mientras se estuvieran enfrentando en España. Y Hitler jamás atacaría Polonia mientras no se hubiera asegurado la neutralidad de Stalin. Por lo tanto, es completamente falso que la prolongación de la Guerra Civil hubiera permitido enlazarla con la Segunda Guerra Mundial, por la sencilla razón de que Hitler y Stalin jamás hubieran podido firmar el pacto de no agresión estando viva la guerra de España, y sin ese pacto de no agresión Hitler jamás invadiría Polonia. Dicho a la llana: la Guerra Mundial comenzó cuando lo hizo, entre otras cosas, porque ya había terminado la de España.

No obstante, para la calificación moral del comportamiento de Negrín y Vayo no importa demasiado que estuvieran equivocados, porque siempre cabe que honradamente estuvieran convencidos de que el conflicto mundial estaba a punto de estallar, con independencia de lo que ocurriera en España. Pero lo cierto es que, lo creyeran o no, no podían tener seguridad alguna de que las cosas fueran a ser así. Se empeñaron en continuar la guerra y consumir vidas humanas a tanto el día por la más o menos remota posibilidad de que alguna clase de conflicto estallara en Europa y viniera alguien a salvarles. ¿Y qué esperaban Negrín y Vayo? ¿Que cuando Francia estuviera en guerra con Alemania el ejército francés, en vez de desplegarse tras el Rin, acudiera a España a salvar a Negrín y Vayo? ¿Que Churchill mandara a la Fuerza Expedicionaria Británica a socorrer a un régimen decididamente controlado por los comunistas? ¿Que Franco cometiera la torpeza de declarar la guerra a Francia y a Gran Bretaña?

Después de la Batalla del Ebro, la República estaba perdida. Si alguna posibilidad de salvación quedaba, era tan remota que continuar la lucha era sencillamente inmoral. Negrín y Vayo fueron fríos comunistas entregados a la consecución de sus fines sin consideración de los costes humanos. En su descargo, lo único que puede decirse es que fueron hijos de su tiempo. Lo que es ridículo es que, a estas alturas, Viñas y Hernández traten de convencernos de que su esfuerzo por prolongar la guerra tenía sentido porque había una oportunidad de que la democracia se salvara en España. A Zapatero le gustará mucho oír esta tesis, pero las cosas son como son y no como se quiere que sean. Ni había tal oportunidad ni era la democracia lo que Negrín y Vayo querían salvar.


NOTA: Este texto está tomado del número de primavera de LA ILUSTRACIÓN LIBERAL (ya disponible en Criteria), donde protagoniza la sección "Libro Pésimo" y lleva por título "Al servicio de Zapatero".


Emilio Campmany

http://findesemana.libertaddigital.com

Los Catedráticos en LDTV: la disciplina



http://www.libertaddigital.tv

Consecuencias del asesinato de Carrero Blanco

Si, aun con todo ello, el bienio 1971-2 resultó tranquilo, todo cambiaría en 1973, no solo dentro sino también fuera de España. El 27 de enero se firmaban en París los acuerdos de paz entre Usa y Vietnam del Norte, que significaban la primera gran derrota histórica useña. El pasmoso acontecimiento fue considerado por mucha gente prueba de la decadencia irremediable de la democracia liberal o del “imperialismo”. También en Chile avanzaba un proceso revolucionario desde que en 1970 ganara las elecciones (36% de los votos) el marxista y masón Salvador Allende con una liga socialista-comunista. Sus recetas económico-sociales habían hundido la economía chilena, mientras la intensa agitación amenazaba instalar una nueva Cuba en el cono sur de América. La oposición acusó a Allende de una escalada de actos inconstitucionales, y el 11 de septiembre del 73 el general Augusto Pinochet derrocó al gobierno mediante un golpe militar, en el curso del cual Allende se suicidó. Estos sucesos causaron extrema irritación y protesta en los medios izquierdistas de Europa y América.

Poco después, el 6 de octubre, estallaba la guerra del Yom Kippur entre Israel y sus vecinos árabes. Los árabes golpearon primero, con armas nuevas vendidas por la URSS, y lograron éxitos iniciales, pero pronto cambiaron las tornas. Intervinieron las dos superpotencias y la situación quedó en tablas, pero los países árabes productores de petróleo lo usaron como arma contra los países occidentales, alzando repentinamente el precio del barril y provocando o agravando una grave crisis económica en los países occidentales. Poco antes se daba por descontado que, gracias a las políticas keynesianas, el ciclo económico estaba dominado y no cabía esperar nuevas crisis importantes.


En España, los presupuestos de ese año, por comparación con los de 1968, registraron un fuerte aumento de los gastos en Enseñanza (del 12,2 al 17,7 del total) y Asistencia Social (del 5,3 al 7,4), y reducción de los de Defensa (del 14,7 al 13,2) y de Justicia y Policía (del 7,1 al 6,6). La bonanza económica continuaba, pero ello no determinaba una mejoría política general, que empeoraba en muchos aspectos, con aumento de las huelgas y violencias ocasionales. El 1 de mayo, fiesta del trabajo, solía ser ocasión de una demostración de fuerza de la oposición, sobre todo la comunista, que por lo común demostraba más bien debilidad. Las manifestaciones más nutridas habían tenido lugar en Madrid en 1968, bajo los auspicios de Comisiones Obreras, pues el PCE, por su cuenta, arrastraba a muy poca gente. Pero desde aquella fecha los sucesivos primeros de mayo habían decaído. El de 1973, fue señalado en Madrid por la aparición de otro grupo terrorista, que apuñaló a muerte a un inspector de policía. El grupo se llamaba FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), organización dependiente del PCE (marxista-leninista), uno de los grupos maoístas surgidos de la crisis del movimiento comunista internacional en los primero años 60. Dicho partido preconizaba, como bastante otros, la lucha armada, y había contado al principio con apoyo chino, que le había sido retirado (en la embajada china de París, núcleo de atracción de aquellos partidos, se le llamaba “la banda de la Benita”, por el nombre de su dirigente). En cambio había conseguido el respaldo albanés, y desde Radio Tirana emitía en español.

El asesinato del policía desató crispadas manifestaciones del sector del franquismo conocido por “el bunker” o ultra, que veía en tales violencias el efecto natural de los aperturismos del gobierno y de la política eclesiástica (el grito “Tarancón al paredón” sonaría a menudo en las manifestaciones del bunker). Pero se veían desbordados por todos los flancos, por la prensa, por la oposición, por la Iglesia, y por los evolucionistas, no sabían reaccionar, salvo con invocaciones retóricas que ya no encontraban calor ninguno, y con violencias menores y carentes de cualquier estrategia, a cargo de grupos tipo “Guerrilleros de Cristo rey”, como ataques a librerías progresistas o a alguna exposición de grabados de Picasso. Su torpeza, bien explotada por la oposición, los marginaba más y más ante la opinión pública, y reflejaba su desconcierto y falta de alternativa. Pero causaba preocupación, porque tenían influencia en las altas esferas, lo que posibilitaba, en combinación con las violencias antifranquistas, una involución política. El nombre de bunker, bastante descriptivo, sugería una resistencia a ultranza, pero sin verdadera alternativa o capacidad contraofensiva.


Las vacilaciones sobre el camino a seguir paralizaban al gobierno, y por ello dimitió el ministro de Gobernación, Tomás Garicano, molesto por la complacencia de un sector del gobierno hacia las acciones ultras. Según el dimisionario, no había otra salida que afrontar las reformas precisas, pues “No sirve esa entelequia en que en los últimos años se ha convertido el Movimiento-Organización”. “La gente no se engancha ya en las caducas y despobladas Jefaturas Provinciales y Locales”, y no se proporcionaba “cauce adecuado a la juventud”. “Mal veo al príncipe si la organización estatal y política continúa cerrándose”. “Creo necesario un auténtico aperturismo, aunque no dejo de comprender que tiene sus riesgos, pero el país lo quiere y quiere se haga en vida del Caudillo, porque pueden atarse mejor todos los cabos. Parece claro que el poder , incluso moral, que hoy tiene el Jefe del Estado, no pasará de modo alguno a su sucesor, de ahí que todas las medidas, como la Ley de Régimen Local, electoral y de apertura política, fundamentales para el futuro, deben tomarse pronto, en “vida útil” del Caudillo; cuanto antes lo hagamos estaremos más seguros”.


La dimisión de Garicano precipitó un relevo del gobierno, el 9 de junio, con la novedad de que Franco delegaba la jefatura del mismo en Carrero, quien aceptó por sentido del deber. No era ambicioso ni codicioso, ni había aspirado a más que consejero leal del Caudillo. Tampoco podía saber que solo ocuparía el nuevo cargo unos seis meses. La vicepresidencia la ocupó Torcuato Fernández Miranda, llamado a desempeñar un papel decisivo más tarde. López Rodó pasó a Exteriores en sustitución de López Bravo, que había sido ministro, muy apreciado por su eficacia, durante once años. A Garicano lo sustituyó Arias Navarro en Gobernación.


Un nuevo episodio de terrorismo se produjo en octubre, cuando la ETA capturó, torturó y asesinó a tres supuestos policías gallegos en el sur de Francia. En noviembre, los curas presos en la cárcel concordataria de Zamora organizaron un motín, rompieron el mobiliario y diversos enseres, y recibieron la solidaridad de los clérigos progresistas del clero, para indignación impotente de los tradicionales.


El 20 de diciembre estaba previsto el “Juicio 1001” contra los líderes de Comisiones Obreras. El PCE, con apoyo de la izquierda europea, llevaba meses volcado en una campaña de propaganda y protesta dentro y fuera de España, y, aunque no se pedían penas de muerte, esperaba convertirlo en un nuevo “proceso de Burgos”. El 12 de diciembre se había intentado una “jornada de lucha” por los encausados, a base de huelgas y manifestaciones, que había fracasado casi por completo. Pero la mañana en que debía comenzar el juicio, el coche de Carrero, con el chófer y un policía de escolta, fue volado por una tremenda explosión, en la que murieron los tres. Carrero, como la mayoría de los políticos entonces, era muy vulnerable, por seguir una rutina en sus movimientos y contar con protección escasa. La espectacularidad y alcance del atentado, la cercanía de la citada embajada o el hecho de que Carrero hubiera hablado el día anterior con Henry Kissinger, secretario de Estado useño, han motivado multitud de especulaciones sobre la autoría “real” del magnicidio, achacado a veces a la CIA[2]. En realidad, la ETA pudo haberlo realizado sin ayudas excepcionales, y sus explicaciones sobre el mismo parecen suficientes. En la preparación estuvieron mezclados miembros del PCE, aunque es difícil que lo hicieran por órdenes de la dirección comunista, ya que esta centraba toda su acción en el Proceso 1001.


El magnicidio creó gran nerviosismo. Al conocerlo, los procesados del Juicio 1001 temieron ser linchados, pero la policía garantizó su seguridad. En cambio serían condenados a penas desusadamente altas, de veinte años para el principal de ellos, Marcelino Camacho, aunque pronto se reducirían a entre un sexto y menos de un tercio.


La provocación había sido tremenda y parecía dar la razón a los ultras. Aunque después se crearía la leyenda de que mucha gente había brindado por el asesinato y se habían agotado las reservas de champán en las tiendas, la realidad fue muy otra. El PCE se apresuró a declarar su absoluta ajenidad al caso y la oposición estaba angustiada ante la posibilidad, nada irreal, de que el régimen la desarticulase al estilo de los años 40 en una involución política, no difícil, pues la policía conocía a la mayoría de los opositores, entre quienes tenía confidentes. De hecho hubo una reacción semejante cuando el general Iniesta Cano, director general de la Guardia Civil, ordenó a esta proceder sin ningún género de contemplaciones. Pero la orden fue revocada por Fernández Miranda y se impuso enseguida la normalidad.


¿Hasta qué punto fue el asesinato de Carrero decisivo en la evolución posterior? Otras leyendas urbanas pretenden que, con su eliminación, se abrió definitivamente el camino a la transición, con lo que la ETA habría abierto el paso a la democracia en España. Se trata de una fantasía. La ETA pasó a ocultarse y de ningún modo podía influir en el desarrollo de los acontecimientos, como no podía hacerlo la oposición. El franquismo retenía la iniciativa y todo iba a depender de sus propios desarrollos interiores. La actitud de Fernández Miranda evitó cualquier histeria, la normalidad se mantuvo plenamente y la oposición pudo respirar con bastante tranquilidad. La importancia del asesinato de Carrero consistió, precisamente, en que no pudo haber interrumpido el proceso evolutivo del franquismo, pero no lo hizo. El funeral dio lugar a nuevas demostraciones de crispación impotente por parte del bunker A pesar de que Carrero simbolizaba lo que se llamaba “inmovilismo”, por temor a una deriva partidista de las asociaciones, el aperturismo real no cesó un momento aquellos años, con nuevas publicaciones ajenas o incluso críticas al régimen, y un ambiente general crecientemente permisivo.


[2] De Kissinger comentará Fernández de la Mora: lo describe como “nervioso, gestero y de aquilina mirada”. Mantuvo con él una conversación: “Franco ya ha cumplido su misión, y corresponde a los de su generación (la de los políticos jóvenes) lograr que se retire y deje paso a la democracia”-- “Ya tenemos una democracia que, por cierto, liberó a España de la amenaza comunista y la ha llevado a ocupar el noveno lugar en el ránking económico internacional”-- “Me refiero a la democracia con pluralidad de partidos”-- “Es el modelo que Estados Unidos ha impuesto en una buena parte del mundo, con los resultados que están a la vista; por ejemplo, en África e incluso en (…) Hispanoamérica” (…)-- “Sólo con partidos políticos se incorporará España a la vida internacional” -- “Los tratados hispanonorteamericanos de 1953, reiteradamente renovados, y esta visita de su presidente, creo que son claros testimonios de presencia internacional”-- “Veo que no es usted partidario de jubilar a Franco, ¿por qué?” “Porque creo que cada año que continúe al frente del Estado nos acercaremos más a los niveles de renta de los países desarrollados. Después, lo dudo” (Op. cit. p. 237-8)

--------------------------------------------------------

****Leguina: "Me repugna que digan que la derecha es heredera de franquismo" Depende: es heredera biológica, por así decir, como la mayor parte de la izquierda. Ideológicamente, la izquierda es heredera del Frente Popular, que fue derrotado por Franco. Ideológicamente, la derecha no es heredera de nada, es la nada, propiamente hablando, la nada con Gürtel, que escupe sobre la tumba de sus padres y abuelos, y tiene un pasado (reciente) al parecer tan negro, que dice que no hay que mirar atrás, sino al “futuro”. Sus razones tendrá.


****Hay un aspecto del caso Bono que creo que todavía no se ha tocado: los contratos de favor cuando era ministro de Defensa. ¿Es esto verdad o no? Lo más gracioso es que el hombre va de ético por la vida, como Felipe González con sus cien años de honradez a cuestas: y no fue solo lo de “ni un minuto más”, es que fueron cien años de robo y saqueo, en lo que pudieron. Su ética siempre les resultó muy rentable. Bueno, no siempre.


****Un juez "progresista" sustituirá a Varela en el caso Garzón. Progresista, ya saben. Los progresistas detestan a Montesquieu.


Pío Moa

http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

La ONU, Obama e Irán

Hace bastante tiempo que la ONU dejó de ser un faro moral para la comunidad internacional. La semana que viene, cuando abra la conferencia de revisión del Tratado de No Proliferación, un acuerdo de 1968 con el que se pretendía limitar el número de potencias nucleares en el mundo, le va a conceder un papel estelar a quien representa la mayor amenaza para el tratado, el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad.

La ONU ha pasado tres resoluciones condenatorias de Irán por su programa atómico. Su agencia en Viena no deja de producir informes en los que se critica al régimen de los ayatolás tanto por su falta de cooperación como por sus engaños sistemático a la hora de revelar información. Y así y todo, Ahmadineyad jugará un papel relevante en un foro donde no debería hablar.

Otro acto más de cinismo nos viene de Obama. Mientras vende a la prensa su descontento hacia un Irán que le rechaza una vez tras otra su mamo tendida para el diálogo, se dedica a presionar a sus congresistas por lo bajini, para que excluyan de las sanciones a aquellas empresas que negocian con Irán pero que pertenecen a lo que la Casa Blanca llama «países cooperadores», esto es, Rusia y China. Igualmente encarga la revisión a la baja de la posible nueva resolución condenatoria a aprobar en breve por el Consejo de Seguridad.

Eso sí, Ahmadineyad ha tenido un gesto con el secretario general de la ONU: Irán ya no aspira a presidir el comité de derechos humanos. Se contenta con estar en la comisión sobre los derechos de la mujer. Y desde luego, experiencia en suprimirlos tiene toda.

Si la ONU y la Casa Blanca quisieran, Ahmadineyad no podría salir de su país y el régimen de los ayatolás tendría mas cerca su final. Algún día tendrán que explicar por qué no quieren.

Rafael L. Bardají

www.abc.es

Las otras causas contra Garzón

A mí, qué quieren que les diga, ese brusco frenazo de la primera causa contra Garzón me ha gustado. No por creer que no tenga fundamento, como aseguran sus críticos, sino por ver cómo está contaminando las otras dos abiertas al juez de la Audiencia Nacional. Pues somos testigos de una de las mayores aberraciones judiciales: que los acusadores tienen más relevancia que los cargos. En buena ley, lo que debe dirimirse es si Garzón tomó a sabiendas atribuciones que no le pertenecían. Pero de lo que se habla y escribe es de Falange Española y del «sindicato ultraderechista» Manos Limpias, que han demandado a un juez por intentar hacer justicia a las víctimas del franquismo. Cuando no es eso de lo que se trata, ya que, utilizando la cita clásica, podríamos decir que «una acusación es una acusación la haga Agamenón o su porquero».

Pero la idea ha calado, nacional e internacionalmente, siendo ya muy difícil borrarla. De ahí que me haya parecido excelente la idea del juez Varela de aceptar la recusación de Garzón y apartarse de esta causa hasta que se aclare si fue él quien se excedió en sus atribuciones. Ello deja vía libre a las otras dos causas abiertas contra el magistrado de la Audiencia Nacional, que nada tienen que ver con la primera.

La segunda, presentada por accionistas del Banco de Santander que se creen perjudicados, debe aclararnos si Garzón:

1. -Actuó correctamente al seguir cobrando su sueldo en España durante su estancia en Nueva York por los cursos dados en aquella universidad, después de haber solicitado permiso sin tener ingresos allí.

2. -Si solicitó de algún modo al Banco de Santander financiación de esos cursos.

3. -Si cometió irregularidad al declararse competente para ver una demanda contra el mismo banco a su regreso a Madrid. Ya sabemos que hubo una sentencia que le declaró inocente de este cargo, pero en el entretanto han aparecido cartas y documentos inéditos, que relacionan al magistrado con ese banco y esos cursos.

La última causa es la más clara de todas: se trata de ver si Garzón se excedió en sus funciones al ordenar intervenir las comunicaciones entre detenidos del «caso Gürtel» y sus abogados defensores, algo que la ley sólo contempla en casos de terrorismo. La acusación la lleva, entre otros, el Colegio de Abogados de Madrid.

Esto nada tiene que ver con el franquismo, con sus víctimas, con la ideología ni con las rivalidades entre los jueces. Tiene únicamente que ver con la actuación de un juez en terrenos tan personales e importantes como el económico y el procesamiento judicial. Algo que la primera causa contra él venía distorsionando hasta el punto de no saber ya quiénes son los acusadores, los acusados, las víctimas y los verdugos. Un revoltijo que sólo conduce a que no se haga justicia.

José María Carrascal

www.abc.es

Cáritas y la solidaridad

Mientras el Gobierno sigue siendo incapaz de tomar medidas que generen la confianza imprescindible para luchar contra la crisis, la gente confía en las instituciones vinculadas con la Iglesia para recibir un apoyo imprescindible en las circunstancias actuales. Ayer informaba ABC sobre la labor que Cáritas Española desarrolla a través de su programa de empleo al que acudieron en 2009 cerca de 96.000 personas, un 28,14 por ciento más que el año anterior. Aunque la mayoría siguen siendo mujeres, personas con estudios básicos e inmigrantes no comunitarios, es llamativo el incremento notable de varones españoles. La Iglesia atiende a todos sin excepción y no establece requisitos de sexo, nacionalidad o cualquier otra circunstancia personal o social. Por eso, cuando Rodríguez Zapatero impulsa la política de laicismo radical al servicio de dogmas ideológicos e intereses partidistas debería ser consciente de la contribución de las instituciones religiosas a paliar los efectos de una situación dramática. En efecto, bajo los datos macroeconómicos se oculta el día a día de muchas personas especialmente vulnerables por sus circunstancias particulares. Cáritas no sólo les ofrece unas ayudas básicas, sino que también estimula su adaptación al medio social y las sitúa ante un horizonte de justicia y dignidad. Cumple así una función muy positiva que merecería ser reconocida por los poderes públicos, como ya lo es por el conjunto de la sociedad, al margen de prejuicios, partidismos e intereses particulares.

No se trata sólo de medidas concebidas exclusivamente para la protección de contingencias inmediatas, sino también de actividades formativas y de fomento de una economía social para la búsqueda de empleo a personas con dificultades para su inserción en el mercado laboral. Las administraciones públicas tienen el deber de contribuir al sostenimiento de estas actuaciones con una financiación razonable, pero también es obligado que reconozcan esa labor abnegada y eficaz. Allí donde no llegan el Estado, las comunidades autónomas o los ayuntamientos, la Iglesia sí lo consigue, alcanzando a las capas más profundas del tejido social. Es fácil de entender que esa necesidad responde al arraigo histórico, cultural y sociológico del catolicismo en España. Sin embargo, los sectores laicistas prefieren cerrar los ojos a la evidencia y actúan con notable desprecio -y a veces con abierta hostilidad- hacia unas instituciones que son modelo de solidaridad.

www.abc.es

quinta-feira, 29 de abril de 2010

Dios el velo y el fuego

Debo reconocer que a mí no me molesta en absoluto que esa adolescente islámica acuda a clase con un pañuelo en la cabeza, ni creo que el asunto merezca un amplio debate nacional. La ropa es lo menos peligroso de cualquier pensamiento radical. De hecho, Gandhi propagó con éxito sus ideas pacifistas vestido apenas con un pañal, mientras que Cristo difundió las suyas llevando encima más ropa que su propia cama. No hay mucha diferencia entre un velo y una melena. Lo que cuenta es la convicción de quien se lo pone en su cabeza. Nadie reclama que se despojen de su toca las monjas, que han ejercido siempre sus creencias con un exceso de ropa que demuestra no sólo su fe en Dios, sino su abnegada resistencia al calor. No es en el velo, sino en el cerebro, donde reside el peligro. El islamismo radical se urde en la influencia de un profeta sin cabeza, ese Mahoma sin fotogenia que a muchos les inspira para rezar, y a otros, una minoría, les sugiere la elemental tecnología con la que fabricar las bombas que luego transportan en sus vientres las niñas escolares y explosivas que saltan por los aires porque creen que al paraíso se llega mejor presentándose a granel. A la muchacha del velo islámico de Pozuelo podrían cachearla para asegurarse de que no porta explosivos, pero el gran problema es que no disponemos de medios técnicos para que una exploración de su mente nos permita averiguar hasta que punto la ropa de los árabes es la mecha que precede a la deflagración de la bomba. Yo no sé hasta qué punto esa chiquilla se pone el velo porque le gusta o por una devoción religiosa penitenciaria. Ni lo sé, ni me importa. Sólo sé que nadie se molestaría si sustituyese el velo por un volumen igual de pelo en su cabeza. ¿No es acaso la peluca una sofisticada modalidad del velo tradicional? ¿Y no es el cráneo rapado la inequívoca seña de identidad de muchos peligrosos fascistas? Se produce una frecuente contraposición entre la religión y la higiene, de modo que la ortodoxia siempre ha recomendado a sus fieles un exceso de ropa que suele resultar insalubre. Yo no soy quien para darle consejos al a chiquilla de Pozuelo, pero le pediría que reflexione sobre los inconvenientes sanitarios de ciertas costumbres, pensando sobre todo en que la probabilidad de alcanzar a Dios vestida con tanta ropa no es en absoluto mayor que la de arriesgarse a coger hongos. Por lo demás, lo de ponerse el paño en la cabeza es cosa suya. Yo creo que para Occidente una escolar con velo y tanta ropa sólo resultaría peligrosa en caso de incendio. En cuanto al islamismo radical, me considero inmune a sus influencias. No creo que puedan ir muy lejos con sus idas unos señores cuya ropa no parece pensada para difundir la fe, sino para propagar el fuego.

José Luis Alvite

www.larazon.es

Sin Franco no son nada

Es triste decirlo, pero la verdad es que la izquierda española es de las más indigentes intelectualmente hablando de la Historia universal. Repásese su breve andadura histórica y no se descubrirá un solo aporte doctrinal serio o sólido a diferencia de lo que encontramos en Alemania, Gran Bretaña o Francia. ¡Hombre, si el texto más importante de izquierdas que se ha publicado en los últimos cuarenta años es el libro ecologista de Juan Costa! Algo más han dejado en el terreno de las artes, tampoco mucho, pero como ya sabían los griegos, éstas no son suficientes para gobernar medianamente bien una nación.

Durante los primeros años de la democracia semejante raquitismo quedó oculto, en parte, por el pendulazo posterior al franquismo y, en parte, porque, huérfanos de mitos, muchos españoles necesitaban creer en uno nuevo. Sólo que como de donde no hay no se puede sacar, el tinglado de la antigua farsa se desplomó pronto. El PSOE de Felipe González sólo tenía para ofrecer el continuar lo que había hecho la derecha franquista y de la UCD, es decir, la integración en Europa y la modernización. Hasta eso lo hizo mal y llegó a tener casi un 25% de parados y un grado de corrupción incomparable. Para colmo, el muro de Berlín se desplomó dejando al descubierto las vergüenzas del socialismo y el PP ganó dos elecciones seguidas, una de ellas con mayoría absoluta.

De esa manera, cuando el 11-M catapultó a ZP a La Moncloa, España se vio condenada a perder en unos años lo que había costado lograr décadas porque la izquierda ni se había renovado, ni había mejorado y da la sensación de que tampoco había leído. Acabada la demagogia de los matrimonios homosexuales y los feminismos desorejados, sólo tenía –y tiene– para ofrecer más corrupción y más miseria en todos los sentidos del término.

¿Y entonces? Entonces, enfrentada con su paupérrima realidad, la izquierda –como los nacionalismos– ha descubierto que no puede vivir sin Franco. Desde luego es para reflexionar que el SDP alemán haya sobrevivido décadas sin tener que agitar el espectro de Hitler y aquí la izquierda no pueda dar un paso sin rememorar a un general que falleció hace más de tres décadas y a cuyas órdenes sirvieron no pocos de los padres de los progres actuales. Decía José Sacristán en una de las películas de José Luis Garci que compusieron el Tríptico de la Transición aquello de «no podemos pasarnos otros cuarenta años hablando de los cuarenta años».

La frase era de una enorme sensatez, pero, por lo visto, ni siquiera José Sacristán –al que el franquismo oprimió obligándole a intervenir en docenas de películas que lo convirtieron en popular– parece haber aprendido aquella lección. No pueden vivir sin Franco de la misma manera que los adultos inmaduros que siguen echando la culpa a sus padres de que sus relaciones de pareja no van bien o que los alumnos vagos que atribuyen sus suspensos a que el profesor les tiene manía. En buena medida es lógico porque las izquierdas españolas, para nuestra desgracia, son seniles sin haber salido de la adolescencia; son ignorantes y ayunas de lecturas, y son vagas e incompetentes. Semejantes circunstancias quizá podríamos contemplarlas con indulgencia si se dieran en el hijo tonto de un buen amigo, pero al frente de la nación sólo pueden inspirar desazón. Y es que, en su indescriptible y autosatisfecha inanidad, sin Franco no son nada.

César Vidal

www.larazon.es

Panfletos de autor

Las ideas mueven el mundo. El problema es que, hoy como ayer, las que verdaderamente lo mueven suelen estar equivocadas.

Los errores intelectuales tienen un larguísimo recorrido histórico y nefastas consecuencias, pero como la ideología dominante –que, en la era del reality show, no se corresponde, al contrario de lo que postulaba Marx, con la de la clase superior– se resiste siempre a morir, perseveramos una y otra vez en las mismas concepciones, por muy ineficaces que se muestren para dar cuenta del mundo que nos rodea.

Hay que reconocerlo: ellos, los errados, lo hacen mejor. Manejan a su antojo el lenguaje y no les duelen prendas cuando mienten o manipulan la realidad para tomar ventaja las discusiones, si es que éstas se producen. El progresismo, última mutación del germen marxista, se reinventa a sí mismo continuamente, sirve idéntico plato recombinando los ingredientes: ora lo sirve más dulce, ora más amargo..., en fin; y cuela; y son los reyes del mambo. Por eso Eduardo Galeano vende libros hasta en la Luna pero hay que pasarlas canutas para encontrar un ajado ejemplar de cualquier obra del maestro Montaner.

Pero no todo está perdido. En España tenemos a nuestra entera disposición una gema preciosa que importamos hace ya 30 años de la Argentina. Carlos se llama, aunque todos le conocen como Rodríguez Braun, o simplemente Braun, último reducto onomástico de una Fraulein alemana que hace cien años hizo las Américas para mejorar la raza. Y la mejoró, claro. Carlos es a la causa de la libertad lo que Montalbán fue a la de la servidumbre. Con la diferencia fundamental de que el primero es un gentleman y el segundo fue un charnego agradesío que malgastó su talento en adorar bichas inmundas.

Braun hace de todo. Da clase en la universidad, va a la radio, a la televisión, imparte lecciones magistrales, escribe en los papeles y, de vez en cuando, se marca un libro con material inédito o recopilado. Panfletos liberales II no hace justicia al cardinal porque es incluso mejor que el primero y algo peor que el tercero, que se gesta en estos momentos en los periódicos. Como su predecesor, se trata de una rica ensalada de artículos que el autor ha ido publicando por aquí y por allá; en este caso, en los últimos cinco años.

A través de estos panfletos el autor recorre a velocidad de vértigo unos años que hemos vivido con la respiración entrecortada. El libro, que no está organizado cronológicamente sino por temas, arranca en 2005, en plena euforia burbujística, tiempo feliz en que creímos haber encontrado, al fin, El Dorado en forma de dúplex con piscina y pádel a 10 minutos del centro. Braun, que es un tipo bastante inteligente, lo vio venir y, bajándose las gafas de leer, se lo dijo a todo el que se pasó por sus comentarios periodísticos. Y lo hizo con elegancia, faltaría más.

Pero como no sólo de economía vive el economista –por muy audaz que sea–, Braun dedica mucho más tiempo y espacio a otros temas, como las peripecias de los distintos países de Hispanoamérica (tengo que ver el modo de que abandone la fea manía de llamar a su tierra natal con el repugnante galicismo de "América Latina"), las cosas de Zetapé, que son siempre interesantes y de reír –por no llorar– mucho; el mundo de la cultura o la continua reflexión sobre la libertad y cómo la maltratan sus enemigos.

Leer Panfletos liberales II es, además, algo extremadamente económico. Y no sólo porque el libro sea barato, que lo es, sino porque condesadas en sus páginas están muchas respuestas a otras tantas preguntas que nos hemos venido haciendo durante los últimos cinco años. Así, uno recuerda, se informa, aprende y, sobre todo, disfruta de esos pequeños opúsculos periodísticos que son, como el buen café, lo único verdadero a primera hora de la mañana.


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN: PANFLETOS LIBERALES II. LID (Madrid), 2010, 288 páginas.

Este sábado (16.30), MARIO NOYA entrevistará en LD LIBROS a RODRÍGUEZ BRAUN a propósito, precisamente, de la aparición de esta segunda entrega de sus PANFLETOS LIBERALES.


Fernando Díaz Villanueva

http://libros.libertaddigital.com

Free Darwin!

Charles Darwin.
En febrero se publicó en los Estados Unidos un libro que está dando mucho que hablar: What Darwin got wrong (¿En qué se equivocó Darwin?). Sus autores son Jerry Fodor, filósofo del lenguaje y cognitivista (más en la línea de Chomsky que de Steven Pinker), y el italiano Maximo Piattelli-Palmarini, biofísico y científico cognitivo que trabaja en Arizona University.

What Darwin... es la andanada que dos científicos ateos dirigen contra la secta de los integristas neodarwinianos, un intento por derribar de una vez ese Muro de Berlín ideológico que los neodarwinistas han convertido en remedo dogmático del original. Una andanada minuciosamente documentada. La polémica, por cierto, empezó hace un par de años con un artículo de Fodor en la London Review of Books titulado "Why pigs don't have wings" (Por qué los cerdos tienen alas).

El argumento fundamental sobre el que gira este nuevo libro tiene que ver con la idea de selección natural. Los autores no la niegan, pero no piensan que sea el único ni el más importante mecanismo que da lugar a nuevas especies, sino que habría que hablar de todo un sistema mucho más complejo, en el que intervendrían múltiples factores (a este respecto, v. Evolution in four dimensions). Fodor y Piattelli utilizan una imagen muy gráfica: la selección natural es el afinador del piano, no el compositor de la obra.

Los autores sostienen que no es sólo el ambiente –como afirmaba Darwin– lo que provoca el cambio, sino vínculos internos de otro tipo, entre los que destacan los genes maestros (que dirigen muchas de las estructuras de los organismos), o las leyes físico-químicas de la forma y la auto-organización. No se niega la selección natural, sino que se la enmienda. Ni siquiera la presentan –algo que sería muy legítimo– como una conjetura o como una simulación científica (algo que, según la categorización de Schrödinger, es lo que sería; y eso es precisamente lo que piensan científicos como Carl Woese).

En todo caso, lo más interesante ha sido la salida en tromba de la Santísima Trinidad de los neodarwinistas más sectarios y ultramontanos: Richard Dawkins, Daniel Dennett y (esto me duele más) el propio Steven Pinker, que no ven más allá de la dicotomía Darwin o Dios, evolucionismo o creacionismo. Para ellos, la ciencia de la evolución se paró en el siglo XIX, y acusan con total desparpajo a los ateos Fodor y Piattelli-Palmarini de "negacionistas". Lo que hay detrás de todo esto es lo de siempre, la intrusión de la ideología en la ciencia. Todo el que se salga del dogma establecido es anatemizado por los inquisidores de las esencias de la estupidez general por decreto, ya se trate de las falsedades del cambio climático o de las manipulaciones de la memoria histórica. El darwinismo no tolera herejes, porque eso podría dar argumentos a los creacionistas o a los partidarios del diseño inteligente. Es más, si la refutación se demuestra correcta, hay que ir contra los herejes a cuchillo.

En el mundo católico, el panfleto (en el mejor sentido de la palabra) ha tenido cierta repercusión, especialmente ahora que el nuevo Papa, a través de cardenales de confianza como el austríaco Christoph Schönborn, está intentando retomar el diálogo sobre el tema de la evolución a partir de la premisa del diseño inteligente. Digamos que para Roma la fábula de las tortugas de las Galápagos no es más que una nueva metáfora del mito de Adán y Eva, una nueva forma de constatar que el ser humano manifiesta también su aspiración de trascendencia a través de bonitas historias. Belleza y verdad, como sabían perfectamente Chateaubriand o Chesterton (El genio del cristianismo, Ortodoxia). Al fin y al cabo, los humanos compartimos con las piedras un 92% de elementos químicos, sólo un poco menos de lo que compartimos con los gorilas. Todo lo que existe es un todo.

Este es un libro liberador, que intenta llevar el tema del evolucionismo al terreno científico para sacarlo de la lucha ideológica en que los neodarwinianos lo han metido. Darwin necesita ser liberado de los que le tienen prisionero y manipulado por puro interés ideológico, de los dogmáticos que ponen el grito en el cielo cada vez que alguien matiza, critica o refuta alguna de sus tesis intocables. Fodor y Piattelli-Palmarini no han escrito nada que no se supiera de antemano, pero han tenido la habilidad de organizarlo y difundirlo de forma demoledora, dejando al descubierto los puntos débiles de la selección natural, piedra miliar de toda la doctrina darwinista. Los simples no toleran la complejidad, los miembros de la secta no pueden aceptar que una enorme cantidad de características de las diversas criaturas vivas no tenga nada que ver con esquemas adaptativos lineales.

En todo caso, lo que más me llama la atención del caso Darwin no es tanto la dimensión científica (no soy experto, y me limito a seguir el debate con curiosidad) como su dimensión de lucha cultural. Poner a Darwin en la picota desde un punto de vista científico no es difícil (no hay que olvidar que se trata de un naturalista de la primera mitad del siglo XIX), pero el que se atreva a hacerlo ya se puede ir olvidando de tener una carrera académica normalizada, porque habrá entrado en la lista negra de los nuevos guardianes de la fe evolucionista. Lo cierto es que el problema, hoy en día, no está, por poner un ejemplo, en el creacionismo, sino en la anomalía Darwin.

George Steiner dedicó un librito a refutar sin piedad las supersticiones del marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo. El aplauso fue general, nada impidió que le llovieran sucesivos doctorados honoris causa, incluso un Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. La teoría de Darwin, sin embargo, que extrae sus metáforas de un paradigma histórico concreto, el que nace en la Inglaterra del siglo XIX, parece intocable, a pesar de todo lo que se ha avanzado en ese campo desde 1859. Espero que este libro se edite pronto en España y contribuya a que Charles Darwin y sus ideas dejen de ser una anomalía cultural para integrarse en un debate intelectual normalizado.



JERRY FODOR y MASSIMO PIATTELLI-PALMARINI: WHAT DARWIN GOT WRONG. Profile Books (Londres), 2010, 178 páginas.


EMILIO QUINTANA, doctor en Filología.

http://libros.libertaddigital.com

Fuck America

Una de las tiendas atacadas en la Kristallnacht.
En carta fechada el 10 de noviembre de 1938, el día después de la Reichskristallnacht, Nathan Bronsky solicita visados para su familia al cónsul general de EEUU en Alemania. Se trata de una petición urgente, pero no recibe respuesta hasta pasados ocho meses, en una carta en que el burócrata le explica que, con suerte, podrá acceder a ellos en 1952.

¿Testimonio? ¿Biografía? ¿Ficción documental? Nada de eso. Por más que Edgar Hilsenrath se haya inspirado en su propia biografía y experiencia, por más que aparezcan situaciones teñidas de realismo ("Es una novela basada en hechos reales, aunque de vez en cuando hay que distanciarse de los hechos para comprenderlos mejor"), por más que, con el Holocausto en el retrovisor, Fuck Americarezuma verosimilitud, no hay respuesta afirmativa para ninguna de las tres preguntas.

Esta novela es básicamente un recuento de la experiencia neoyorquina de Jakob Bronsky, hijo de Natán, registrada en un diario que se inicia en marzo de 1953, en plena guerra de Corea, catorce años después de aquel espeluznante intercambio epistolar entre su padre y el cónsul general. Bronsky cuenta veintisiete años, pero aparenta cincuenta y lleva una vida vagabunda en la ciudad de Nueva York. Se reúne con otros inmigrantes y vagabundos en una cafetería situada en la esquina de Broadway con la 86. Encuentra trabajos temporales en la agencia de Leo, un emigrante con mejor fortuna, y hace de camarero en algún restaurante de la ciudad, de portero de noche y otra vez de camarero en un balneario de verano del que, junto con Pinky, otro desharrapado, huye con la recaudación de la jornada. Busca mujeres para unas horas y hasta es capaz de acudir a una agencia matrimonial para procurárselas. No tiene ni oficio ni beneficio, y lo que de verdad le interesa es terminar de escribir su novela autobiográfica, El Pajillero.

Junto a la de Jakob Bronsky se deslizan otras historias sobre el Holocausto, como de pasada, insinuadas en diálogos o incrustadas en las descripciones. Historias como la del señor Selig, de cuarenta años, cuya familia desapareció en Polonia sin dejar rastro ("en su opinión en Treblinka. Pero no está seguro"). O la del señor Weinrot, cincuenta años más o menos ("En el pasado: casado, seis hijos, abogado; actualmente soltero, mujer e hijos desaparecidos en la guerra sin dejar rastro. Ahora trabaja como embalador en el Garment Center"). Vidas rotas. No es necesario denunciar ni acusar explícitamente porque la experiencia del Holocausto está en la carne y en el alma de los personajes:
Tuve que tumbarme en el suelo y cruzar los brazos en la espalda. Es curioso, pero tenía menos miedo que durante la guerra, en el tren de mercancías, destino: solución final.
Fuck America presenta la visión de aquellos que no fueron capaces de reconstruir sus vidas, la de los inmigrantes que no se integraron a la vida americana, la de aquellos que, como los visitantes de la cafetería de la calle Broadway, "se cachondean de las putas, se cagan en América y en el sueño americano, se quejan de los coches grandes, la comida insípida, el mal café, los trabajos absurdos". Nada que ver con la experiencia de algunos parientes de Bronsky, cómodamente instalados en Brooklyn:
Que tienen niños, casa con jardín, un coche nuevo, un sueldo considerable y regular. Que el señor de la casa no es un lameculos porque no lo necesita. Que no hablan alemán sino inglés, incluso en casa.
El sarcasmo se desborda en la tercera parte de la novela, cuando Bronsky entabla un diálogo terapéutico con la psicóloga salida de los rayos catódicos de la televisión Mary Stone, la mujer que le intenta convencer de la bonanza de esa nueva tierra de promisión que es América. Y adquiere tintes esperpénticos cuando, en su fantasía de regresar a Alemania, es recibido por un tipo con pinta de nazi que, en calidad de secretario general de la Asociación Culpa y Tolerancia, le ofrece dinero, chicas y vivienda.

Como en El nazi y el peluquero (1971), sátira sobre un nazi que adopta la personalidad de un antiguo amigo judío, después de la liberación de uno de los campos de exterminio; como en Night. A Novel (1975), con la que debutó, basada en la deportación de su familia al entonces gueto rumano de Mogyliov-Podolski; como en The Adventures of Ruben Jablonski (1997), basada en su propia experiencia de fuga con una identidad falsa al final de la guerra; como en la novela sobre el genocidio de los armenios bajo el Imperio Otomano The Story of the Last Thought; una vez más, en Fuck America Edgar Hilsenrath (Leipzig, 1926) huye de los tópicos y se enfrenta a la experiencia del Holocausto sin prejuicios; con excesivo sarcasmo, según sus detractores.

Se ha comparado el estilo de Hilsenrath con el de autores tan dispares como Bukowski, John Fante, Céline –al que aquél dice no haber leído hasta después de haber publicado Fuck America– y Kafka. Quizás tenga un poco de cada –el sarcasmo, la inspiración biográfica, la dureza o la concisión–, pero su escritura es poderosamente personal y su estilo, incomparable, como también lo es su experiencia vital y literaria. Su prosa es punzante, auténtica y estremecedora porque sabemos que detrás de las palabras está el sufrimiento del Holocausto:
–Tienes la ropa llena de sangre, hijo mío. ¿Dónde te has metido?
–Debajo de los muertos.

–¿Y de verdad has regresado?
–Sí. He regresado de verdad.
Novela dura e imprescindible donde las haya.


EDGAR HILSENRATH: FUCK AMERICA. Errata Naturae (Madrid), 2010, 262 páginas. Traducción: Iván de los Ríos.


Leah Bonnín

http://libros.libertaddigital.com

30 Años sin Alfred Hitchcock

El director de cine Alfred Hitchcock /ABC.


Simplificar es necesario pero no hace justicia a los maestros. Treinta años después de su muerte, la sombra de Alfred Hitchcock no sólo es oronda y reconocible, sino también alargada, ya que la vigencia de su cine sigue inalterable por una complejidad que iba más allá de las magias del suspense.

El cine debe mucho más a Hitchcock que un solo género. Todo giraba alrededor de unos ejes reconocibles: un falso culpable, una mujer rubia o un policía del que burlarse. La industria nunca dudó de su don para el entretenimiento, para convertir el cine en ese "pastel de vida" que uno engullía con facilidad.

Pero los críticos y posteriores cineastas de "Cahiers du Cinéma", especialmente Truffaut en su libro "El cine según Hitchcock", fueron los primeros en leer entre líneas. En sentir que en la receta del maestro había más de un ingrediente indigesto.
Las claves del cine

Rascaron en el entretenimiento y encontraron perversión. Descuartizaron el suspense y hallaron alta comedia y pulsión sexual. Y en la planificación de su cine escudriñaron las claves del cine moderno, porque Hitchcock manipuló a su público a nivel subliminal con una inocente cámara. Iluminó un vaso de leche desde dentro en "Sospecha", introdujo el plano secuencia con resultados deslumbrantes en "La soga" o convirtió la teatralidad en algo sumamente cinematográfico en "Náufragos". Incluso el formato ahora de moda, el 3D, funcionó para él en "Crimen perfecto".

Alfred Hitchcock había nacido en Londres en 1899 pero se nacionalizó estadounidense. Casado con Alma Reville, en ocasiones su guionista, aseguraba no tener relaciones sexuales desde que tuvo a su hija Patricia. Esa abstinencia sexual sublimada fue uno de los hilos más turbadores de su cine. "Vértigo" era en realidad una historia de necrofilia. "La ventana indiscreta", puro voyeurismo. "Encandenados" definía al villano interpretado por Claude Rains por su manifiesta inferioridad sexual. Y la homosexualidad paseaba por entre los rostros del monte Rushmore en "Con la muerte en los talones".

¿Quién dijo inocencia? La pérdida de la misma hilaba "La sombra de una duda", uno de sus títulos predilectos, y la candidez de Joan Fontaine frente a la primera señora De Winter hacía que, aun en su ausencia, la verdadera protagonista del primer filme americano de Hitch fuese indudablemente la pérfida "Rebeca". El mago del suspense no era un cineasta condescendiente con el débil. Disfrutaba mostrando la crueldad del instinto de supervivencia: el villano era más fascinante que el héroe, como en "Extraños en un tren". La madre devoraba psicológicamente al hijo, como en "Psicosis". Y la naturaleza imponía sus leyes a capricho, como en "Los pájaros".
Las marcas de la casa

Entre ese sadismo y la sensualidad volcánica emergía siempre elegante el humor con marca de la casa. Sólo una vez Hitchcock renunció al suspense, y fue para firmar una comedia: "Matrimonio original". El género le acompañó casi siempre: despuntó por primera vez en "39 escalones", se vistió de sofisticación en "Atrapa a un ladrón" y despidió su cine en "La trama". Desapareció en cambio, en sus títulos más incomprendidos: "Falso Culpable", "Yo confieso" y "Atormentada".

Mientras tanto, Hitchcock tenía tiempo para inaugurar términos como el cameo -otra firma personal-, el psicoanálisis para la gran pantalla -en "Recuerda" y luego en "Marnie"- o el asesinato de la actriz protagonista, de nuevo en "Psicosis". Esta cinta, precisamente, fue concebida para la televisión, lugar que transitó como buen visionario con su serie "Alfred Hitchcock Presenta".

También innovó en la música, gracias sobre todo a Bernard Herrmann, que rompió los moldes de la música sinfónica del cine clásico. Y para los anales queda el "Qué será, será" interpretado por Doris Day en "El hombre que sabía demasiado". También mantuvo abierto el canal de cine y pintura colaborando con Salvador Dalí para los decorados de "Recuerda" o recurriendo a Edward Hopper para recrear un terror seco por pura taxidermia del motel Bates.

Y hablando de taxidermia, Hitchcock parece el más vivo de los cineastas desaparecidos. Hoy en la cartelera se proyectan homenajes a su cine como "Shutter Island", de Martin Scorsese, o "El escritor", de Roman Polanski. Porque, conociendo como conocía las claves de la muerte, supo acceder, sin trabas, a la inmortalidad.

www.abc.es

Editorial de César Vidal en LDTV - Las lenguas minoritarias en el Senado



http://www.libertaddigital.tv

Pajín - Proxenetas y alcahuetas en el Senado

La basura generada diariamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero es imposible de reciclar. Moriremos todos contaminados por este basurero infecto en que ha convertido la política Rodríguez Zapatero. Sus socios nacionalistas y separatistas son sus cómplices. Dejemos al margen la dejadez ideológica del PP. Una vez que la "política" ha sido travestida, o peor, deformada en una actividad de mera confrontación de todos contra todos por cualquier cosa y motivo, generadora de tensiones ancestrales y odios salvajes, las instituciones ya no sirven para que sus moradores se comuniquen entre ellos de modo inmediato, sino para que se distancien y enfrenten. El sistema entero está en cuestión, porque Rodríguez Zapatero y sus cómplices así lo han querido. Esto no es fatalismo ni fanatismo, como diría algún palanganero del poder, sino reconocimiento de una condición sine qua non para pensar.

El razonamiento político se hace hoy más necesario que nunca. No obstante, nadie se haga ilusiones sobre el poderío de la inteligencia ante la violencia introducida por Rodríguez Zapatero en el sistema "político". No hay razón que detenga a quien ha hecho de la confrontación y la persecución ideológica del adversario su programa político. A estas alturas de la legislatura nadie niega ya que Zapatero ha ganado la batalla del enfrentamiento, o sea, de poner patas arriba todo el sistema institucional, incluso hay gentes que alientan la llegada de la Tercera República con el de León ocupando la Jefatura suprema. No se rían, peores cosas se han visto en la chunga historia de este país. En cualquier caso, Rodríguez Zapatero ha conseguido hacer plausible su propósito: la confrontación entre los españoles se extiende por todas partes.

La aprobación de la reforma del Reglamento para ampliar en el Senado el uso de las lenguas cooficiales, desplazando a la común, es otro síntoma de la degradación de la "situación espiritual" del régimen socialista. El bochornoso espectáculo de ver a unos tipos, en el Senado, que comparten la lengua castellana con auriculares para ser traducidos entre ellos porque no quieren usar la lengua común es algo peor que ridículo. Es el resultado de un proceso de manipulación, casi criminal, de las otras lenguas de España. Esas lenguas, que usan el pueblo para comunicarse y sus poetas para enriquecerlas, han sido prostituidas por los políticos para conseguir unos pocos votos. Esas otras lenguas de España, sí, son lenguas secundarias comparadas con la lengua española por antonomasia, como nos ha enseñado Gregorio Salvador, pero eso no significa que esas lenguas no hayan sido decisivas, a veces han sido hasta determinantes, para enriquecer y potenciar la literatura de España.

En fin, la institución de la lengua, que es por esencia comunicación, se pervierte cuando es entendida sólo y exclusivamente como "hecho diferenciador". Precisamente, por eso, porque estoy en contra de que conviertan las "otras lenguas de España", el catalán, el gallego, el euskara y el valenciano, en instrumentos del separatismo, mantengo que la aprobación de ese reglamento impositivo del Senado es una cosa de chulos, proxenetas y alcahuetas. La imposición de esas lenguas es una forma de prostituirlas. Porque esas lenguas son bienes culturales de España no puede imponerse a los españoles. Hay, pues, cientos de razones para decir "no" a esta imposición del Senado. Pero daré una de carácter cultural, genuinamente lingüística, que es la base de la emancipación de toda sociedad libre. Las lenguas son cultura viva, antes que mera y simple "manipulación política", de ahí que no haya necesidad de imponerlas.

Parece que todos los españoles, excepto a los nacionalistas y socialistas, consideran esas lenguas como hechos vivos y enriquecedores de España. No necesitan de respiración asistida para sobrevivir: sólo las lenguas moribundas precisan de protección y asistencia, propia de hospital, zoológico o parque temático. Los nacionalistas y los socialistas, en verdad, no creen en esas lenguas. Acomplejados, sin fe en ellos mismos, consideran a las otras lenguas de España como cadáveres. Se empeñan, pues, en la tarea de "revivir" a unos muertos para vivir a su costa. Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.

Agapito Maestre

http://www.libertaddigital.com

Leire Pajín - Una majadería en cinco idiomas

Sabíamos que Pajín debía confundir los métodos abortivos con los anticonceptivos cuando dijo aquello de que la reforma de la ley del aborto tenía por objetivo lograr "que las mujeres que no lo deseen no se queden embarazadas". Sabíamos asimismo que no era confusión, ni siquiera ignorancia, sino simple estupidez cuando atribuyó el estancamiento económico al hecho de que "el PIB es masculino, claramente masculino, y no cambiará hasta que las mujeres se impliquen en mayor medida en la toma de decisiones". También puso en evidencia su siempre solemne estulticia cuando nos habló del "acontecimiento planetario" que, según ella, iba a suponer la coincidencia temporal de la presidencia de Obama con la presidencia de turno de Zapatero en la UE.

Sin embargo, con lo que ha hecho este miércoles al dirigirse en castellano, valenciano, euskera y gallego al resto de senadores, Pajín nos ha demostrado que hablando no sólo es capaz de decir estupideces, sino también de hacerlas.

El problema, en este caso, es que la última de Pajín va camino de institucionalizarse a cargo de los contribuyentes, al aprobar el PSOE y los nacionalistas una reforma del reglamento del Senado por la que se podrá debatir en valenciano, catalán, gallego y euskera. Así el Estado se gastará una cantidad de dinero en equipos y traductores que oscila entre los 120.000 euros al año –tal y como, a la baja, lo cuantifican los promotores de la estupidez– hasta el millón de euros en que lo cifra de forma más realista el PP. Todo para que los señores senadores no tengan en España por qué debatir en español, única lengua que todos ellos conocen y la única oficial del Estado.

Mucho más se podría decir de esta ridícula y al tiempo ofensiva iniciativa, pero quiero fijarme en las últimas palabras de Pajín tras su políglota intervención: "Hagamos de este hemiciclo lo que los senadores y las senadoras hacemos con normalidad en los pasillos de esta cámara". Sí claro, como si los senadores –y, por supuesto, senadoras– fueran por los pasillos con pinganillos y traductores al hombro para poder charlar entre ellos en lenguas que desconocen.

¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad. Lo que va a presenciarse en el Senado español sería igual de terrorífico si no fuera porque es infinitamente más ridículo.

Guillermo Dupuy

http://www.libertaddigital.com

 
Locations of visitors to this page