Si, aun con todo ello, el bienio 1971-2 resultó tranquilo, todo cambiaría en 1973, no solo dentro sino también fuera de España. El 27 de enero se firmaban en París los acuerdos de paz entre Usa y Vietnam del Norte, que significaban la primera gran derrota histórica useña. El pasmoso acontecimiento fue considerado por mucha gente prueba de la decadencia irremediable de la democracia liberal o del “imperialismo”. También en Chile avanzaba un proceso revolucionario desde que en 1970 ganara las elecciones (36% de los votos) el marxista y masón Salvador Allende con una liga socialista-comunista. Sus recetas económico-sociales habían hundido la economía chilena, mientras la intensa agitación amenazaba instalar una nueva Cuba en el cono sur de América. La oposición acusó a Allende de una escalada de actos inconstitucionales, y el 11 de septiembre del 73 el general Augusto Pinochet derrocó al gobierno mediante un golpe militar, en el curso del cual Allende se suicidó. Estos sucesos causaron extrema irritación y protesta en los medios izquierdistas de Europa y América.
Poco después, el 6 de octubre, estallaba la guerra del Yom Kippur entre Israel y sus vecinos árabes. Los árabes golpearon primero, con armas nuevas vendidas por la URSS , y lograron éxitos iniciales, pero pronto cambiaron las tornas. Intervinieron las dos superpotencias y la situación quedó en tablas, pero los países árabes productores de petróleo lo usaron como arma contra los países occidentales, alzando repentinamente el precio del barril y provocando o agravando una grave crisis económica en los países occidentales. Poco antes se daba por descontado que, gracias a las políticas keynesianas, el ciclo económico estaba dominado y no cabía esperar nuevas crisis importantes.
En España, los presupuestos de ese año, por comparación con los de 1968, registraron un fuerte aumento de los gastos en Enseñanza (del 12,2 al 17,7 del total) y Asistencia Social (del 5,3 al 7,4), y reducción de los de Defensa (del 14,7 al 13,2) y de Justicia y Policía (del 7,1 al 6,6). La bonanza económica continuaba, pero ello no determinaba una mejoría política general, que empeoraba en muchos aspectos, con aumento de las huelgas y violencias ocasionales. El 1 de mayo, fiesta del trabajo, solía ser ocasión de una demostración de fuerza de la oposición, sobre todo la comunista, que por lo común demostraba más bien debilidad. Las manifestaciones más nutridas habían tenido lugar en Madrid en 1968, bajo los auspicios de Comisiones Obreras, pues el PCE, por su cuenta, arrastraba a muy poca gente. Pero desde aquella fecha los sucesivos primeros de mayo habían decaído. El de 1973, fue señalado en Madrid por la aparición de otro grupo terrorista, que apuñaló a muerte a un inspector de policía. El grupo se llamaba FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), organización dependiente del PCE (marxista-leninista), uno de los grupos maoístas surgidos de la crisis del movimiento comunista internacional en los primero años 60. Dicho partido preconizaba, como bastante otros, la lucha armada, y había contado al principio con apoyo chino, que le había sido retirado (en la embajada china de París, núcleo de atracción de aquellos partidos, se le llamaba “la banda de la Benita ”, por el nombre de su dirigente). En cambio había conseguido el respaldo albanés, y desde Radio Tirana emitía en español.
El asesinato del policía desató crispadas manifestaciones del sector del franquismo conocido por “el bunker” o ultra, que veía en tales violencias el efecto natural de los aperturismos del gobierno y de la política eclesiástica (el grito “Tarancón al paredón” sonaría a menudo en las manifestaciones del bunker). Pero se veían desbordados por todos los flancos, por la prensa, por la oposición, por la Iglesia , y por los evolucionistas, no sabían reaccionar, salvo con invocaciones retóricas que ya no encontraban calor ninguno, y con violencias menores y carentes de cualquier estrategia, a cargo de grupos tipo “Guerrilleros de Cristo rey”, como ataques a librerías progresistas o a alguna exposición de grabados de Picasso. Su torpeza, bien explotada por la oposición, los marginaba más y más ante la opinión pública, y reflejaba su desconcierto y falta de alternativa. Pero causaba preocupación, porque tenían influencia en las altas esferas, lo que posibilitaba, en combinación con las violencias antifranquistas, una involución política. El nombre de bunker, bastante descriptivo, sugería una resistencia a ultranza, pero sin verdadera alternativa o capacidad contraofensiva.
Las vacilaciones sobre el camino a seguir paralizaban al gobierno, y por ello dimitió el ministro de Gobernación, Tomás Garicano, molesto por la complacencia de un sector del gobierno hacia las acciones ultras. Según el dimisionario, no había otra salida que afrontar las reformas precisas, pues “No sirve esa entelequia en que en los últimos años se ha convertido el Movimiento-Organización”. “La gente no se engancha ya en las caducas y despobladas Jefaturas Provinciales y Locales”, y no se proporcionaba “cauce adecuado a la juventud”. “Mal veo al príncipe si la organización estatal y política continúa cerrándose”. “Creo necesario un auténtico aperturismo, aunque no dejo de comprender que tiene sus riesgos, pero el país lo quiere y quiere se haga en vida del Caudillo, porque pueden atarse mejor todos los cabos. Parece claro que el poder , incluso moral, que hoy tiene el Jefe del Estado, no pasará de modo alguno a su sucesor, de ahí que todas las medidas, como la Ley de Régimen Local, electoral y de apertura política, fundamentales para el futuro, deben tomarse pronto, en “vida útil” del Caudillo; cuanto antes lo hagamos estaremos más seguros”.
La dimisión de Garicano precipitó un relevo del gobierno, el 9 de junio, con la novedad de que Franco delegaba la jefatura del mismo en Carrero, quien aceptó por sentido del deber. No era ambicioso ni codicioso, ni había aspirado a más que consejero leal del Caudillo. Tampoco podía saber que solo ocuparía el nuevo cargo unos seis meses. La vicepresidencia la ocupó Torcuato Fernández Miranda, llamado a desempeñar un papel decisivo más tarde. López Rodó pasó a Exteriores en sustitución de López Bravo, que había sido ministro, muy apreciado por su eficacia, durante once años. A Garicano lo sustituyó Arias Navarro en Gobernación.
Un nuevo episodio de terrorismo se produjo en octubre, cuando la ETA capturó, torturó y asesinó a tres supuestos policías gallegos en el sur de Francia. En noviembre, los curas presos en la cárcel concordataria de Zamora organizaron un motín, rompieron el mobiliario y diversos enseres, y recibieron la solidaridad de los clérigos progresistas del clero, para indignación impotente de los tradicionales.
El 20 de diciembre estaba previsto el “Juicio 1001” contra los líderes de Comisiones Obreras. El PCE, con apoyo de la izquierda europea, llevaba meses volcado en una campaña de propaganda y protesta dentro y fuera de España, y, aunque no se pedían penas de muerte, esperaba convertirlo en un nuevo “proceso de Burgos”. El 12 de diciembre se había intentado una “jornada de lucha” por los encausados, a base de huelgas y manifestaciones, que había fracasado casi por completo. Pero la mañana en que debía comenzar el juicio, el coche de Carrero, con el chófer y un policía de escolta, fue volado por una tremenda explosión, en la que murieron los tres. Carrero, como la mayoría de los políticos entonces, era muy vulnerable, por seguir una rutina en sus movimientos y contar con protección escasa. La espectacularidad y alcance del atentado, la cercanía de la citada embajada o el hecho de que Carrero hubiera hablado el día anterior con Henry Kissinger, secretario de Estado useño, han motivado multitud de especulaciones sobre la autoría “real” del magnicidio, achacado a veces a la CIA[2]. En realidad, la ETA pudo haberlo realizado sin ayudas excepcionales, y sus explicaciones sobre el mismo parecen suficientes. En la preparación estuvieron mezclados miembros del PCE, aunque es difícil que lo hicieran por órdenes de la dirección comunista, ya que esta centraba toda su acción en el Proceso 1001.
El magnicidio creó gran nerviosismo. Al conocerlo, los procesados del Juicio 1001 temieron ser linchados, pero la policía garantizó su seguridad. En cambio serían condenados a penas desusadamente altas, de veinte años para el principal de ellos, Marcelino Camacho, aunque pronto se reducirían a entre un sexto y menos de un tercio.
La provocación había sido tremenda y parecía dar la razón a los ultras. Aunque después se crearía la leyenda de que mucha gente había brindado por el asesinato y se habían agotado las reservas de champán en las tiendas, la realidad fue muy otra. El PCE se apresuró a declarar su absoluta ajenidad al caso y la oposición estaba angustiada ante la posibilidad, nada irreal, de que el régimen la desarticulase al estilo de los años 40 en una involución política, no difícil, pues la policía conocía a la mayoría de los opositores, entre quienes tenía confidentes. De hecho hubo una reacción semejante cuando el general Iniesta Cano, director general de la Guardia Civil , ordenó a esta proceder sin ningún género de contemplaciones. Pero la orden fue revocada por Fernández Miranda y se impuso enseguida la normalidad.
¿Hasta qué punto fue el asesinato de Carrero decisivo en la evolución posterior? Otras leyendas urbanas pretenden que, con su eliminación, se abrió definitivamente el camino a la transición, con lo que la ETA habría abierto el paso a la democracia en España. Se trata de una fantasía. La ETA pasó a ocultarse y de ningún modo podía influir en el desarrollo de los acontecimientos, como no podía hacerlo la oposición. El franquismo retenía la iniciativa y todo iba a depender de sus propios desarrollos interiores. La actitud de Fernández Miranda evitó cualquier histeria, la normalidad se mantuvo plenamente y la oposición pudo respirar con bastante tranquilidad. La importancia del asesinato de Carrero consistió, precisamente, en que no pudo haber interrumpido el proceso evolutivo del franquismo, pero no lo hizo. El funeral dio lugar a nuevas demostraciones de crispación impotente por parte del bunker A pesar de que Carrero simbolizaba lo que se llamaba “inmovilismo”, por temor a una deriva partidista de las asociaciones, el aperturismo real no cesó un momento aquellos años, con nuevas publicaciones ajenas o incluso críticas al régimen, y un ambiente general crecientemente permisivo.
[2] De Kissinger comentará Fernández de la Mora : lo describe como “nervioso, gestero y de aquilina mirada”. Mantuvo con él una conversación: “Franco ya ha cumplido su misión, y corresponde a los de su generación (la de los políticos jóvenes) lograr que se retire y deje paso a la democracia”-- “Ya tenemos una democracia que, por cierto, liberó a España de la amenaza comunista y la ha llevado a ocupar el noveno lugar en el ránking económico internacional”-- “Me refiero a la democracia con pluralidad de partidos”-- “Es el modelo que Estados Unidos ha impuesto en una buena parte del mundo, con los resultados que están a la vista; por ejemplo, en África e incluso en (…) Hispanoamérica” (…)-- “Sólo con partidos políticos se incorporará España a la vida internacional” -- “Los tratados hispanonorteamericanos de 1953, reiteradamente renovados, y esta visita de su presidente, creo que son claros testimonios de presencia internacional”-- “Veo que no es usted partidario de jubilar a Franco, ¿por qué?” “Porque creo que cada año que continúe al frente del Estado nos acercaremos más a los niveles de renta de los países desarrollados. Después, lo dudo” (Op. cit. p. 237-8)
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****Leguina: "Me repugna que digan que la derecha es heredera de franquismo" Depende: es heredera biológica, por así decir, como la mayor parte de la izquierda. Ideológicamente, la izquierda es heredera del Frente Popular, que fue derrotado por Franco. Ideológicamente, la derecha no es heredera de nada, es la nada, propiamente hablando, la nada con Gürtel, que escupe sobre la tumba de sus padres y abuelos, y tiene un pasado (reciente) al parecer tan negro, que dice que no hay que mirar atrás, sino al “futuro”. Sus razones tendrá.
****Hay un aspecto del caso Bono que creo que todavía no se ha tocado: los contratos de favor cuando era ministro de Defensa. ¿Es esto verdad o no? Lo más gracioso es que el hombre va de ético por la vida, como Felipe González con sus cien años de honradez a cuestas: y no fue solo lo de “ni un minuto más”, es que fueron cien años de robo y saqueo, en lo que pudieron. Su ética siempre les resultó muy rentable. Bueno, no siempre.
****Un juez "progresista" sustituirá a Varela en el caso Garzón. Progresista, ya saben. Los progresistas detestan a Montesquieu.
Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado
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