quarta-feira, 28 de abril de 2010

Un republicano español en California

Durante el año sabático que pasé en 1994-95 en la Universidad de California en San Diego conocí a distinguida dama que me dijo, con un tono melodramático, que era descendiente de don Juan Bandini, uno de los ilustres españoles que desde 1821, cuando la independencia de Méjico, decidieron denominarse californios, ya que España los había abandonado pero ellos no se sentían mejicanos.

Bandini (dudo que fuera ancestro de aquella venerable anciana) aparece en la famosa obra Two Years Before the Mast (Boston, 1840), donde Richard Henry Dana Jr. relata sus viajes por la costa del Pacífico durante los años 1834-35. En este mismo libro aparecen también referencias históricas a don Mariano Guadalupe Vallejo, entonces autoridad máxima en la Bahía de San Francisco:
The comandante of the presidio, Don Guadalupe Vallejo, a young man, and the most popular, among the Americans and English, of any man in California, was on board when we got under way. He spoke English very well, and was suspected of being favorably inclined to foreigners.
Vallejo tendría entonces sólo veintiséis años, pero Dana percibió ya su popularidad e influencia en el norte de California. Este joven criollo español, californio nativo (Monterrey, 1808), era hijo del español Ignacio Vallejo, que había acompañado al padre Junípero Serra y al gobernador Gaspar de Portolá en la colonización de la Alta California, a finales del siglo XVIII. Como súbditos leales de la Corona de España, desde 1812 los Vallejo habían prestado juramento a la Constitución monárquico-liberal de Cádiz. El retorno del absolutismo en la Península no significó para ellos el abandono de las ideas liberales, que en aquellas latitudes podían seguir desarrollándose sin impedimentos. La independencia de Méjico les convirtió en súbditos, por decisión del rey Fernando VII, de una nación y un gobierno hacia los que no sentían lealtad alguna.

A sus diecinueve años, Vallejo obtiene el grado de alférez en la compañía militar de Monterrey (1827), y de teniente (1835) aproximadamente cuando se encuentra con Dana, momento en que ya ejerce como comandante militar de la Frontera del Norte, con cuartel-residencia en Sonoma. En 1838, a los treinta años y con el grado de capitán, será nombrado comandante-general de California.

Desde muy joven, había mostrado un genuino interés por el experimento republicano estadounidense. Leyó y estudió la Declaración de Independencia (1776), los Artículos de la Confederación (1781) y, finalmente, la Constitución federal de los Estados Unidos (1787), con las primeras enmiendas. Era un modelo atractivo para un criollo liberal, con una experiencia vital similar –mutatis mutandis– a la de los rebeldes de las colonias británicas, ahora ciudadanos de una república independiente. Quizás su primer sueño político era, precisamente, convertir California en una república liberal independiente de Méjico, cuya cultura política había heredado el caudillismo, el autoritarismo y el guerracivilismo ibéricos.

Mariano Vallejo.
Vallejo será un líder militar y político muy independiente en la colonización del norte de California. Detuvo los intentos de penetración rusa por la costa del Pacífico, y resistió los ataques de las múltiples bandas indias a las antiguas misiones, posteriormente convertidas en ranchos secularizados. Trasladó la Compañía de San Francisco a Sonoma ("Valle de la Luna"), y creó un ejército privado de indios y rancheros que financió de su propio bolsillo y con los beneficios de su rancho en Petaluma. Fue también uno de los pioneros en la comercialización del posteriormente famoso vino de California (todavía existe una conocida marca Vallejo).

En su rancho construyó una gran mansión, La Hacienda –y la granja Lacrima Montis–, donde residió hasta el final de sus días. Murió a los 82 años, en 1890. Una ciudad californiana lleva su apellido por nombre: Vallejo. También hay una Benicia: así se llamaba su esposa, Francisca Benicia Carrillo, con la que tuvo ¡dieciséis hijos!

La guerra que enfrentó a EEUU con México en 1846-48 fue un momento decisivo en la carrera de Vallejo, que había sido virtual jefe político independiente del norte del California durante más de tres lustros. El referido conflicto concluyó con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, mediante el cual la joven nación anglo-americana se anexionó ingentes territorios del antiguo imperio español, incluido el de California. Pese a las reclamaciones mejicanas, es muy probable que la gran mayoría de la población nativa (los indios, los mestizos y los españoles-californios) prefiriera pertenecer a una república constitucional y liberal antes que ser súbdita de los caudillos que en aquel entonces dominaban la política del antiguo virreinato de Nueva España. De hecho, Vallejo se entregó sin resistencia el 14 de junio de 1846 al destacamento de soldados americanos que capturó Sonoma.

En 1847 el general Stephen W. Kearny nombró a nuestro hombre agente indio para el norte de California; se trató de su primer trabajo para el gobierno federal de los Estados Unidos. En 1849 fue elegido para la primera Convención Constitucional de California, y como senador del estado apoyará a Frémont en su pugna por un escaño en el Senado federal.

Durante los años que precedieron a la Guerra Civil respaldará sin reservas al Partido Republicano y a sus candidatos, primero al propio Frémont y después a Abraham Lincoln. Debido a su edad avanzada, no participó en la contienda, pero animó a su hermano más joven, Salvador, a que se alistara como comandante de un batallón de la Unión. Pocos días antes de su asesinato, en 1865, Lincoln recibió a Vallejo en una audiencia especial en Washington DC.

Durante buena parte de su vida, el general Vallejo se dedicó a recopilar los Documentos para la Historia de California, una monumental obra en 36 volúmenes. Asimismo, llegó a redactar una Historia de California en 5 volúmenes. Ambas obras son de obligada consulta para los especialistas.

Quedan para la historia sus palabras en una asamblea de californios en vísperas de la Convención de 1849:
We are republicans (...) My opinion is that we must persevere in throwing off the galling yoke of Mexico and proclaim our independence of her forever (...) I propose our annexation to the United States. Discard old prejudices and disregard olds customs, and prepare for the glorious change which awaits our country.


MANUEL PASTOR, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid, fue director del Real Colegio Complutense en la Universidad de Harvard.

http://historia.libertaddigital.com

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