El franquismo se ha convertido en la última trinchera de la izquierda. ¡Quién iba a decírselo a él y a ella! Pero es la única bala que le queda a un gobierno desbordado por todas partes, sin salirle ninguna cuenta. Ni las económicas, ni las del estatuto catalán, ni las de la presidencia europea, que está resultando un auténtico gatillazo. Así que se ha puesto a buscar franquistas hasta debajo de las piedras.
Vamos a ayudarle en su labor. No hace falta buscar mucho. La España actual está llena de franquismo más o menos disimulado. Tenemos partidos políticos, sí, pero todos funcionan como el antiguo «movimiento». El que se mueve, no sale en la foto. Allí no se mueve nadie. Y el que se mueve, a la calle de donde vino.
¿Y el Congreso? ¿Han visto ustedes a algún congresista votar contra lo que le ha ordenado su jefe de filas? Los únicos que lo han hecho fue por haberse equivocado. Los demás, a apretar el botón correspondiente. ¿Qué representación ciudadana es ésa en la que los ciudadanos ni siquiera sabemos el nombre del que supuestamente nos representa?
Del poder judicial ¿qué voy a decirles si la progresía es la primera que está acusándole de ser un nido de franquistas, los Tribunales Supremo y el Constitucional a la cabeza? Cuando han sido los partidos políticos quienes nombraron a sus miembros. Aunque la mejor prueba es que si uno de los jueces que ellos nombraron se atreve a actuar por su cuenta, ponen el grito en el cielo. ¡Menuda independencia judicial es ésa! Por no hablar ya del Fiscal General del Estado, al que tienen al pobre de asistente a sus órdenes. Y esto vale tanto para el PP como para el PSOE, para pequeños como para grandes, para nacionalistas como para constitucionalistas. Los sindicatos, tres cuartos de lo mismo. Por lo pronto, son mantenidos por el presupuesto estatal y son tan «verticales» como los anteriores, con «liberados» del tajo en vez de aquellos «enlaces sindicales». Aparte de estar más entregados a la agitación ideológica que a la laboral, a movilizarse a favor de un juez que contra el paro.
Podría seguir poniendo ejemplos de que el franquismo sigue vivo y coleando en la España democrática, pero el espacio se me agota y temo no decir lo más importante: que eso que llamamos franquismo posiblemente sea españolismo. Mejor dicho: los eternos vicios españoles. Que aquí, de democracia, en la izquierda y la derecha, poco. Que de responsabilidad, menos. Que si el juez sentencia a nuestro favor, es bueno, y si sentencia en contra, es malo. Que de los partidos esperamos que nos coloquen a nuestro hijo tonto, porque el listo ya se las arreglará por su cuenta. La consigna es: yo agarro lo que puedo y el que venga detrás, que arree.
(Con mis excusas a los que se encuentran en medio del fuego cruzado de ambas partes)
José María Carrascal
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