La basura generada diariamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero es imposible de reciclar. Moriremos todos contaminados por este basurero infecto en que ha convertido la política Rodríguez Zapatero. Sus socios nacionalistas y separatistas son sus cómplices. Dejemos al margen la dejadez ideológica del PP. Una vez que la "política" ha sido travestida, o peor, deformada en una actividad de mera confrontación de todos contra todos por cualquier cosa y motivo, generadora de tensiones ancestrales y odios salvajes, las instituciones ya no sirven para que sus moradores se comuniquen entre ellos de modo inmediato, sino para que se distancien y enfrenten. El sistema entero está en cuestión, porque Rodríguez Zapatero y sus cómplices así lo han querido. Esto no es fatalismo ni fanatismo, como diría algún palanganero del poder, sino reconocimiento de una condición sine qua non para pensar.
El razonamiento político se hace hoy más necesario que nunca. No obstante, nadie se haga ilusiones sobre el poderío de la inteligencia ante la violencia introducida por Rodríguez Zapatero en el sistema "político". No hay razón que detenga a quien ha hecho de la confrontación y la persecución ideológica del adversario su programa político. A estas alturas de la legislatura nadie niega ya que Zapatero ha ganado la batalla del enfrentamiento, o sea, de poner patas arriba todo el sistema institucional, incluso hay gentes que alientan la llegada de la Tercera República con el de León ocupando la Jefatura suprema. No se rían, peores cosas se han visto en la chunga historia de este país. En cualquier caso, Rodríguez Zapatero ha conseguido hacer plausible su propósito: la confrontación entre los españoles se extiende por todas partes.
La aprobación de la reforma del Reglamento para ampliar en el Senado el uso de las lenguas cooficiales, desplazando a la común, es otro síntoma de la degradación de la "situación espiritual" del régimen socialista. El bochornoso espectáculo de ver a unos tipos, en el Senado, que comparten la lengua castellana con auriculares para ser traducidos entre ellos porque no quieren usar la lengua común es algo peor que ridículo. Es el resultado de un proceso de manipulación, casi criminal, de las otras lenguas de España. Esas lenguas, que usan el pueblo para comunicarse y sus poetas para enriquecerlas, han sido prostituidas por los políticos para conseguir unos pocos votos. Esas otras lenguas de España, sí, son lenguas secundarias comparadas con la lengua española por antonomasia, como nos ha enseñado Gregorio Salvador, pero eso no significa que esas lenguas no hayan sido decisivas, a veces han sido hasta determinantes, para enriquecer y potenciar la literatura de España.
En fin, la institución de la lengua, que es por esencia comunicación, se pervierte cuando es entendida sólo y exclusivamente como "hecho diferenciador". Precisamente, por eso, porque estoy en contra de que conviertan las "otras lenguas de España", el catalán, el gallego, el euskara y el valenciano, en instrumentos del separatismo, mantengo que la aprobación de ese reglamento impositivo del Senado es una cosa de chulos, proxenetas y alcahuetas. La imposición de esas lenguas es una forma de prostituirlas. Porque esas lenguas son bienes culturales de España no puede imponerse a los españoles. Hay, pues, cientos de razones para decir "no" a esta imposición del Senado. Pero daré una de carácter cultural, genuinamente lingüística, que es la base de la emancipación de toda sociedad libre. Las lenguas son cultura viva, antes que mera y simple "manipulación política", de ahí que no haya necesidad de imponerlas.
Parece que todos los españoles, excepto a los nacionalistas y socialistas, consideran esas lenguas como hechos vivos y enriquecedores de España. No necesitan de respiración asistida para sobrevivir: sólo las lenguas moribundas precisan de protección y asistencia, propia de hospital, zoológico o parque temático. Los nacionalistas y los socialistas, en verdad, no creen en esas lenguas. Acomplejados, sin fe en ellos mismos, consideran a las otras lenguas de España como cadáveres. Se empeñan, pues, en la tarea de "revivir" a unos muertos para vivir a su costa. Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.
Agapito Maestre
http://www.libertaddigital.com
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