quarta-feira, 21 de abril de 2010

Muere Juan Antonio Samaranch

Juan Antonio Samaranch, presidente de honor del Comité Olímpico Internacional (COI), ha fallecido a los 89 años en el Hospital Quirón de Barcelona, como consecuencia de una insuficiencia coronaria aguda. Máximo dirigente del COI entre 1980 y 2001, Samaranch se encontraba en estado crítico en el centro hospitalario a la espera del fatal desenlace. La Generalitat abrirá mañana al mediodía la capilla ardiente a la ciudadanía.


Como el ciudadano Kane que moría dejando caer de su mano una bola de cristal que al agitarse sumía en esparcimiento de nieve una casita infantil y una ladera por la cual se deslizaba el niño en su trineo, ha muerto el último romántico del olimpismo, Juan Antonio Samaranch.

El viejo galán de alma fenicia y espíritu heleno, heredero del barón de Coubertin, que batalló como un héroe por llevar la ética y la limpieza al deporte, ha fallecido deslizando el fruto de la castaña que siempre le acompañaba para relajar los nervios y calmar las tensiones de tan agitada vida olímpica. Samaranch apretaba en su mano el fruto del castaño hasta que la desgastaba para dar paso a la siguiente. Samaranch combatió, a brazo partido, contra el dopaje en el deporte, y se mantuvo al frente del Comité Olímpico Internacional 21 años (desde 1980 a 2001), el segundo mayor mandato de la Historia tras el de Pierre de Coubertin.

Jamás bajó Samaranch al refugio nuclear que hay en los sótanos de la sede del Comité Olímpico Internacional (CIO, «zío», como él pronunciaba) porque siempre dio la cara en nombre del espíritu olímpico frente a dictadores y repúblicas bananeras. Barrió su propia casa de Lausanna de miembros corruptos y de funcionarios excesivamente administrativos, desenmascaró a momias del Kremlin y a estados fantasmas que querían aprovecharse de su bonhomía, y lidió con Andrei Gromiko, aquel triste personaje del extinto «Soviet Supremo», que decidió boicotear los Juegos de Los Ángeles 1984 porque había llegado a jurar odio eterno a los americanos. Fue el momento más triste del hombre y del político. Samaranch había luchado para asegurar la presencia de todos los países comunistas en EE.UU. Pero la muerte del presidente ruso Yuri Andropov desbarató sus planes. Después llegó Tchernenko y el retorno de la vieja guardia manipulada por Gromiko, un enemigo jurado de Estados Unidos. Pero en Samaranch anidaban el Olímpico, el Hombre, el Político y el Deportista. He aquí:


El Olímpico

Samaranch dio cien veces a la vuelta al mundo, un deber del alto organismo que presidió; luchó contra el fraude en los Juegos Olímpicos y en 1988, en Seúl, no le tembló el pulso en suspender, como emblema del CIO, al atleta más notorio de aquel otoño, Ben Johnson, por tramposo. Alguien dijo que aquel fue un día negro para el deporte, pero él proclamó lo contrario, y desde entonces se demostró que no estaban solos en la madrugada. Consiguió, así, que al CIO se incardinaran federaciones, organismos deportivos de todo tipo e incluso Gobiernos. Ganó importantes batallas y algún día, profetizaba, «se ganará la guerra»: «Para ello —sostenía el marqués de Samaranch— se necesita ofrecer información a los deportistas y a su entorno, que es el auténtico culpable del problema».

Juan Antonio Samaranch consiguió para España los mejores juegos Olímpicos de la Historia, Barcelona 92, modélicos por la calidad de los participantes, la asistencia de público, la unión del deporte y la cultura, las 22 medallas de España con Fermín Cacho abanderando el oro en la media distancia del tartán olímpico, entre carros de fuego ingleses y africanos, donde los grandes deportistas y los viejos dirigentes se la juegan.

En 1966 fue elegido miembro del Comité Olímpico Internacional, y el 8 de febrero de 1967, presidente del Comité Olímpico Español, del que dimitió en diciembre de 1970. El 23 de octubre de 1974, por aclamación, llega a la vicepresidencia del COI, que a partir de 1980 regirá durante cuatro lustros, elegido en primera votación en la 83 sesión del Comité Olímpico Internacional celebrada en Moscú. Dentro del CIO, Samaranch fue un estajanovista. Jamás descansó. Sus esfuerzos en pro de la independencia y la solidaridad en el deporte culminaron en unos Juegos de Seúl que no se vieron amenazados por el boicot que empañó los de Moscú y Los Ángeles. Comprometido profundamente con la universalidad de los Juegos, supo ver que debía admitirse la profesionalidad; que se tenían que promover y potenciar las esponsorizaciones; que había que conseguir la participación de todos los países del mundo y que no debía existir obstáculo alguno para que interviniera la mujer.


El Político

Samaranch no se consideraba «ni de un lado ni de otro, sino hombre del Movimiento», y así ejerció como Delegado Nacional de Eduación Física y Deportes desde 1956, en pleno franquismo. A él se deben los eslóganes «Contamos contigo» y «Vive deportivamente», que se inventó desde un despacho adornado con los cuadros de Franco y José Antonio. Nunca se arrepintió de haber sido elitista, conservador, algo intransigente en los cambios. Comenzó sus actividades políticas en el Ayuntamiento de Barcelona como concejal de Deportes y luego en la Diputación, que presidió de 1973 a 1977. Fue nombrado embajador de España en la Unión Soviética y Mongolia, cargo que ocupó hasta 1980, siendo el primer representante diplomático español en Moscú tras el restablecimiento de relaciones oficiales con aquel país.

No tenía ningún sentimiento de culpa por haber sido franquista, ni por haber practicado las liturgias del régimen anterior, ni por haber sido el procurador, con más votos de toda España, en las Cortes de Franco. El principal mérito de Samaranch consistió en darse cuenta de que, al ser cesado como presidente de la Diputación de Barcelona, en las postrimerías del franquismo, nunca más aceptaría un cargo político en España. Burgués, tradicionalista, conservador, supo evolucionar, y conectar con el entonces Príncipe de España, Don Juan Carlos de Borbón. Más tarde dejaría caer su apoyo al «pujolismo» independentista.


El Hombre

El secreto de Samaranch era saber delegar. Prefería que se le valorara como un gran coordinador, director, como exquisito melómano que era, de una gran orquesta que fue afinando desde su llegada al poder del movimiento olímpico en 1980 y que desde entonces comenzó a tocar verdaderas sinfonías de paz, espectáculo y dinero. Recibió el testigo olímpico con bastante ruina y consiguió resucitar al cadáver exquisito del olimpismo convenciendo al mundo de que un españolito que vino al mundo y le guardó Dios era capaz de hacerlo mucho mejor que cualquiera.
Hijo de un rico industrial textil oriundo de Madrid y de una de las herededas de la familia Torelló (del cava Torelló), Juan Antonio Samaranch Torelló nació en Barcelona el 17 de julio de 1920. Emparentó con otra ilustre joven de buena familia, María Teresa Salisachs-Rowe, Bibis Salisachs, de la que enviudó el 16 de septiembre de 2000, en plena celebración de los Juegos de Sydney, y deja dos hijos: María Teresa y Juan Antonio.


El Mecenas

Samaranch defendió la ética en el deporte, peregrinó con su eterna lucha contra el dopaje y con el programa de Solidaridad Olímpica, especialmente ayudando a los países del Tercer Mundo, con un programa de becas para atletas de países pobres. Integró el deporte en la cultura. Unió intelecto y músculo.


El Deportista

Junto a un grupo de amigos, introdujo en la Cataluña de la posguerra el hockey sobre patines, mientras estudiaba para ser profesor mercantil y se diplomaba en Estudios Superiores de Empresa. Fue jugador, seleccionador nacional de hockey sobre patines y presidente de la Federación tras su creación. En 1940 lo hizo en el Turó, como extremo y luego de portero. Dejó de abotonarse los patines porque le echó su hermano Augusto, que era el presidente del equipo, y le dio de baja por llegar siempre tarde a los partidos. Samaranch fundó entonces la sección de hockey del Español, y su hermano Augusto fichó como jugador españolista. Entonces Juan Antonio le apartó del equipo no porque llegara tarde, sino porque era mal jugador. Fue boxeador y amó el deporte en aquellos tiempos revueltos.


Obras y Premios

Autor de «Memorias Olímpicas», Samaranch fue uno de los más decididos defensores de la candidatura de Madrid para los Juegos de 2012 y 2016. El 2 de octubre de 2009, con lágrimas en los ojos, pidió a sus compañeros de la institución que «en el final» de sus días tomaran en consideración premiar a su país «con el honor de organizar los Juegos Olímpicos». Posee el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, la Medalla de Oro de Madrid y Barcelona, las Grandes Cruces de la Orden del Mérito Civil, del Mérito Naval y del Mérito Militar y de la Orden de Cisneros; el título de marqués de Samaranch, el Premio Especial del XXV aniversario de la Academia Olímpica Española, la primera Medalla de Oro de la Unión de Federaciones Deportivas de Catalunya, el Collar de la Orden de Isabel La Católica, el Premio Especial del COE... Además, ha recibido numerosos premios y honores internacionales, entre ellos: el Premio para la Paz de Seúl, el Premio Global Jesse Owens, el Collar de Oro del Mérito de la IAAF, el Premio al Mérito de la Asociación de Comité Olímpicos Nacionales, el I Premio Coubertin de Oro del Comité Olímpico francés, la Medalla de Oro de honor de la FIFA, el Premio «Arquitecto de la Paz» del Comité Olímpico de EE.UU., la Medalla de Oro de la Fundación Jean Monnet para Europa o las insignias de Gran Oficial de la Legión de Honor francesa.

Ha sido investido doctor «honoris causa» por las más prestigiosas universidades de todo el mundo. Además, era académico honorario de la Real Academia de Cataluña y de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Desde que dejó el COI ha recibido varios reconocimientos en Barcelona y otras ciudades, así como la Orden de Honor de Rusia (2001) o la Gran Orden de la Cruz de Terra Mariana de Estonia (2003). En varias ocasiones se ha pedido para él el Nobel de la Paz: en febrero de 1988 fueron los secretarios generales de la ONU y del Consejo de Europa y el presidente de la Asociación de Comités Nacionales Olímpicos; y en febrero de 1995 el Comité Olímpico checo, si bien siempre él ha dicho que el merecedor del galardón sería el COI. Era académico de l’Académie Française des Sports.

Con Juan Antonio Samaranch desaparece el considerado «Papa del Deporte», la Biblia del Olimpismo, el hombre que supo lidiar contra la intolerancia y fijó la paz sobre el ruedo deportivo. Era el sexto aro olímpico. El auténtico señor de los anillos.

Antonio Astorga

www.abc.es


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