China produce angustia en Occidente y uno de los motivos de la desazón es que ni siquiera sabemos si dentro de una década será un aliado o un enemigo. Lo único que tenemos claro es que se ha convertido a velocidad de relámpago en una superpotencia y que no acepta el orden internacional imperante.
No hay ya problema serio en la escena mundial que se pueda resolver sin contar con China. El pasado domingo, en una muestra de que los jerarcas de Pekín tienen su propia agenda, China firmó con Venezuela un acuerdo por el que el país asiático le presta 20.000 millones de dólares a cambio de asegurarse un suministro estable de petróleo.
Chávez, que es un bocazas, se ha apresurado a anunciar a voces que Venezuela tiene todo el petróleo que pueda necesitar China para consolidarse como gran potencia. Los chinos no han dicho ni mus. No tienen un enfoque misional. No intentan diseminar una ideología o un sistema de gobierno. Les da igual un caudillo atolondrado como Chávez que un jefe tribal maniático como Obiang. China alberga la quinta parte de la población mundial y lo que buscan con ahínco sus dirigentes es asegurarse el abastecimiento de energía y de materiales estratégicos.
No hay riesgo de que invadan Siberia, entren en conflicto armado con India u ocupen Indochina. Tampoco que nos ataquen, como no sea en internet. Les basta con controlarnos.
Alfonso Rojo
www.abc.es
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