sexta-feira, 23 de abril de 2010

El pollo

No alcanzo la altura de repugnancia que al director de cine José Luis Dibildos le causaban los pollos. Pero no me gusta el pollo, ni asado, ni frito, ni en la nave industrial ni en el corral. Y no por ser gallinácea, porque no le hago ascos al pavo, ni a la perdiz ni al faisán. Dice Antonio Mingote que comerse una perdiz y a un atleta es lo mismo. Una de sus rarezas. Lo que tengo claro, después de analizar el inteligente discurso progre-indigenista del Presidente de Bolivia, Evo Morales, es que entre el pollo y mi persona se ha levantado un muro de imposible superación.

La izquierda tiene problemas de coherencia intelectual. Entre Israel y el mundo árabe, su corazón está con el segundo, incluido Al Qaida. Los pueblos más radicales en la interpretación del Corán persiguen y castigan a los homosexuales. Pero un marica español, a pesar de ello, siempre se sitúa en la defensa de los perseguidores y castigadores de la homosexualidad. No se andan con chiquitas, pero desde aquí, lo que allí sucede les queda muy lejos, y suena más mono amar a los fedayines que a los judíos.

Con Evo Morales, héroe de esa Izquierda tonta y políticamente correcta, lo mismo de lo mismo. Ese indigenismo de salón les entusiasma. Lo malo es que es homófobo, y eso no encaja en el buenismo progre. Odia a los monfloritas. Y ha culpado de ello a los pollos que comen los europeos. Por ese motivo, en Europa hay tantos calvos y truchas. Los indígenas de Bolivia no comen pollos de explotaciones industriales, y todos tienen pelos y son muy hombres. «Desviados» les ha dicho a los tornatrases. Su amigo y protector Hugo Chávez también elogia la hombría heterodoxa de sus chicos bolivarianos, pero no le sobra pelo. Cuidado con él. Lo que ha soltado Morales lo dice Sarkozy, y ya la tenemos armada. Pero en Europa, aunque no seamos tan hombres y tengamos menos pelo, no se toma muy en serio al nada desviado Evo Morales. Claro, que una cosa es Europa y otra muy diferente los movimientos homosexuales, poderosísimos, que en ella abundan. Y no he notado una reacción indignada en el llamado «poder rosa» español, sector oficial. Como Evo es de ellos, Zerolo se ha limitado a emitir un «¡Oh!», que no llega al mínimo nivel de consistencia. El «¡Oh!» está muy bien cuando se descubre inesperadamente un cachas guapetón y zalamero. –¿Has visto qué pedazo de tío?–; y el otro dice: –¡Oh!–. Pero no resulta contundente.

Mi aversión al pollo me mantiene con abundante pelo y en la rectitud, según Evo Morales. No tengo una frondosidad pilosa como la de Evo, que se la peina en cascada flequillera, pero sí superior a la de Chávez, que clarea de cocotero. Si lo que ha querido decirnos Evo Morales es que Chávez también se está «desviando» hacia el retambufeo, es algo que sólo él puede aclararnos. Pero con independencia de su aclaración, bueno sería que los rosicleres y machorras de la Madre Patria, sector oficial, respondan con su habitual contundencia a este homófobo machista del leninismo que ha humillado sus libertades de elección para encontrar la felicidad. Aunque sea de los suyos, pollos míos.

Alfonso Ussía

www.larazon.es

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