sábado, 30 de maio de 2009

Patriotas por pelotas

El miércoles pasado dijeron en la tele que el Barcelona del triplete es un equipo tan catalán como español, de ahí que la piel de toro (o acaso la «pell de brau», que cada cual se ponga en su pellejo) vibrara de entusiasmo con la gesta futbolera. Gracias a que la luminosa observación fue repetida hasta el hastío a lo largo de hora y media, incluso los más lerdos caímos en la cuenta de que quizás el Rey estaba en el Olímpico de Roma justamente por eso. O que esa era la razón por la que Zapatero, que es un «culé» de mal asiento, había ido al partido en avión oficial en lugar de «fer pinya» con la peña del pueblo. Tan catalán como español y se acabó el problema, por mucho que les pese a los catastrofistas y a los agoreros. Sólo es de lamentar que el extasiado presidente no acabe de llevarse con las lenguas (ya sean las vernáculas o las extranjeras) y dejara pasar una ocasión pintiparada para entonar un himno nacional al que no es necesario poner letra: «Tot el camp és un clam, som la gent blaugrana, tant se val d´on venim, si del Sud o del Nord...». La España eterna.

Que el Barça «es més que un club» lo sabe todo el mundo y todos, en general, lo asumen y lo aceptan (salvo los periquitos, claro, a los que, por no ser «més», les suelen hacer de menos). La excepción, sin embargo, confirma el sacramento. El Barcelona es un equipo carismático, una metamorfosis laica de la comunión de los creyentes. Valga, a modo de ejemplo, el que Yayá Touré, centrocampista marfileño, se encuentre a un paso, el hombre, de ingresar en Esquerra y encasquetarle un pleito a Alejo Vidal-Quadras a costa de que su tatarabuelo traficara con músculos de ébano. Linda cosa sería, desde luego. Y le haría justicia (poética, se entiende) a la célebre copla, añeja y habanera, que el padre Miquel Batllori recogió en sus recuerdos: «Para distraer su afán, / cantaba un negro en su banco / ¡Dios mío quién fuera blanco, / aunque fuera catalán!».

Pero volvamos al asunto; o sea, a sacar de centro. Si el Barça «es més que un club» -y pregúntenselo a Ferguson-, ¿Cataluña va a ser «meyns que una nació» a despecho del tripartito y del triplete? En buena ley es lo que cabe deducir de la obsesiva cantinela que corre a ras de hierba. A falta de que los «cagadubtes» del Constitucional decidan si son galgos o podencos, el infalible locutor Matías Prats -que les supera en crédito- se ha pronunciado acerca del Estatut con absoluta contundencia. Las reglas del territorio «Champions» exigen que seamos patriotas «per collons» y por huevos. O sea, que, en principio, no debiera existir ninguna diferencia entre los goles de Zidane y los de Leo Messi. El principio es el «share» y el resto importa un bledo. Que lo que las divinidades balompédicas anudan no lo desate el Parlamento.

Aún siendo chabacana, falaz y torticera, la conjura mediática ha surtido efecto. Es obvio que el equipo de Guardiola escribe poesía en un pergamino verde. Que unos dan patadas a las milongas épicas, mientras ellos apuestan por la lírica y bordan los sonetos. Admirar la excelencia, sin embargo, no conlleva mudar de sentimientos. A un «tifosso» del Inter se la trae al fresco que el Milán sea italiano, luxemburgués o serbio. Lo que quiere es que pierda. Y si es una final, miel sobre hojuelas. Mas, llegada la hora en que a la «scuadra azzurra» (lo que llaman «la roja» en nuestras parameras) le toca batirse el cuero, las rivalidades se disuelven. Aquí, en estos momentos, o jaleas al Barça por lo requetebien que españolea o te enseñan tarjeta de ultra impenitente. ¡Qué cruz, Señor, qué cruz! Siempre en fuera de juego.

Tomás Cuesta
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Sin Bibiana no hay paraíso

Hay quienes se escandalizan de que Chaves adjudique subvenciones a una empresa apoderada por su hija, pero es lo mínimo que puede hacer para que su hija no se sienta agraviada. Pues si a Bibiana, que sólo es su ahijada, Chaves la enchufó en un ministerio, ¿cómo iba a privar a una hija de una subvención? «Todo padre quiere lo mejor para sus hijos», acaba de decir con un par el consejero andaluz Martín Soler, para justificar el nepotismo de Chaves; y la ministra Bibiana, para justificar su enchufe, nos dice que a los dieciséis años una chica puede «ponerse tetas» sin permiso de sus padres, por lo que también podría abortar. Esto de comparar el aborto con «ponerse tetas» constituye un ejemplo -chusco, si se quiere- de lo que Hannah Arendt llamaba «banalidad del mal», fenómeno que florece cuando las personas «normales» dimiten de su racionalidad ética. Arendt estudió el caso de Eichmann, aquel grisáceo oficial alemán que se encargó de agilizar el transporte de judíos con la misma probidad burocrática con la que hubiese agilizado la tramitación de un ascenso. Y con la misma probidad burocrática Bibiana se apresta a agilizar la nueva ley del aborto, no sea que su padrino le reproche que no actúa con la suficiente diligencia; sólo que como Bibiana no es un grisáceo oficial alemán, sino una gaditana salerosa, se permite salpimentar su acción con comentarios tan graciosísimos como el que ahora comentamos.

En una ocasión anterior Bibiana ya había justificado que las muchachas de dieciséis años pudiesen abortar sin consentimiento paterno, puesto que también pueden casarse y tener hijos. La banalidad del mal se permite sin empacho estos sofismas. Pues lo que el derecho reconoce al permitir a una muchacha de dieciséis años casarse y tener hijos es precisamente que una expresión tan vigorosa de la naturaleza humana como es el deseo de fundar una familia no se someta estrictamente al criterio de mayoría de edad legal. Pero esta excepción legal, fundada en la naturaleza, servía a Bibiana para justificar una excepción fundada en la abolición de la naturaleza, pues nada hay tan contrario a la naturaleza como que una madre «decida» aniquilar la vida que se gesta en su vientre. Los sofismas que se permite la banalidad del mal acaban, sin embargo, mostrando sus costuras; y ahora Bibiana justifica que las chicas de dieciséis años aborten, puesto que también pueden «ponerse tetas». Aquí el deslizamiento de la racionalidad ética es todavía más brutal -más risueñamente brutal-, puesto que el aborto es comparado con una mera operación de cirugía plástica; y el feto reducido a la categoría de adiposidad o verruguilla insignificante que el bisturí saja, por un quítame allá esas pajas.

Algunos ilusos, para oponerse al aborto a mansalva que pretende instaurar el gobierno, repiten bobaliconamente: «El aborto es una tragedia, no un derecho». Pero, para que haya tragedia, tiene que haber desgarradores conflictos de conciencia. Y lo que la banalidad del mal preconiza es exactamente lo contrario: no pueden existir desgarradores conflictos interiores allá donde la racionalidad ética ha sido previamente abolida. El aborto entendido a la manera bibiánida es algo tan banal, tan trivial, que no requiere desgarros interiores; tampoco, por cierto, una especial impiedad o sadismo. El aborto entendido a la manera bibiánida es como «ponerse tetas»; del mismo modo que, para aquel grisáceo oficial alemán, agilizar el transporte de judíos era como tramitar un ascenso. Esta patología, encumbrada al rango de normalidad, nos está hablando del individuo extirpado de su racionalidad ética; esto es, del individuo inmerso en el paraíso totalitario. Sin tetas no hay paraíso, nos asegura una de esas series televisivas que triunfan en el Mátrix progre; y con bombo tampoco, añade risueñamente Bibiana.

Juan Manuel de Prada
www.juanmanueldeprada.com

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sexta-feira, 29 de maio de 2009

El PSOE y la provocación a la Iglesia

El caso del vídeo electoral del PSOE para las europeas es paradigmático de la estrategia del partido del gobierno de provocación sistemática a la Iglesia y de deslegitimación de lo cristiano en esta sociedad postsecular. Si uno analiza con mente jurídica el texto del vídeo, los autores se salvarán de una supuesta querella por difamación dado que todo su mensaje es tan claro como implícito.

A la hora de apuntalar la idea que se quiere transmitir con las ambigüedades de lo no dicho, pero de lo entendido por todos, los socialistas son, como buenos herederos de las técnicas propagandísticas más avanzadas del comunismo clásico, unos genios de la cosa y de la causa. Pero lo que subyace no es el hecho de la utilización de un supuesto sacerdote para enardecer a los votantes progresistas y activar a los coyunturales votantes socialistas que hayan pensado quedarse en casa. Lo que está detrás de esta campaña es una permanente estrategia de provocación a la Iglesia, y al mensaje cristiano, y a los católicos, y así cacarear a los cuatro vientos que, mudadas las tornas, los radicales son ellos, es decir, los curas. Los católicos estamos siendo objetos de una forma sutil de discriminación: la llamada doctrina de las "razones públicas", que excluye la posibilidad de que los creyentes hagan valer en los debates jurídicos y políticos argumentos dependientes de nuestras convicciones religiosas, mientras que los progresistas de turno lo que utilizan son imágenes religiosas para desacreditar públicamente a su imaginado contrario.

La visión progresista del mundo ejerce una hegemonía en los medios de comunicación, en las universidades, en el cine y la literatura, en las escuelas, hasta el punto de merecer la calificación de "cultura dominante". Nos hemos encontrado un vídeo dominante, en la medida en que es capaz de hacerse creíble en la sociedad en la que nos encontramos. La "contracultura" liberacionista de los ha pasado a convertirse en la ortodoxia, en la doctrina oficial del gobierno bienpensante y "políticamente correcto". El triunfo o "dominio" del paradigma progresista tiene lugar, no tanto en el terreno de los hechos, como en el del imaginario social y las ideas públicamente aceptables.

La izquierda política, que fracasó a lo largo del siglo XX en sus aspiraciones clásicas, como fueron la socialización de los medios de producción y la sustitución del capitalismo por el socialismo, experimenta en el presente una mutación decisiva que la lleva a sustituir la revolución socio-económica por la revolución sexual y moral. Zapatero es el nuevo Marx del pansexualismo libidinoso, de la pulsión freudiana, del amor libre y de la píldora de la felicidad.

¿Qué le pasa a la derecha clásica? Con un complejo de inferioridad cultural de libro, sin ser capaces –en muchos casos– de defender articuladamente los valores y principios que subyacen a esa forma de vida, camina por la historia pidiendo perdón y con los escrúpulos propios de quien sabe ha sido infiel a sus ideas.

La izquierda española del siglo XXI es más gramsciana que Antonio Gramsci. Ya en los años 30, este autor profetizó la necesidad de que la izquierda conquistase la hegemonía cultural antes de intentar el asalto al Estado y a las relaciones de producción; la revolución de las costumbres, de las creencias, de los códigos morales, debía preceder y facilitar a la revolución político-económica. Dicha tarea incumbía a los "intelectuales orgánicos" de la izquierda, es decir, a los titiriteros de turno, a los periodistas de bodeguilla, a los medios de bando que debían trabajar coordinadamente para ganarse el imaginario social, sustituyendo la visión del mundo tradicional por la marxista. El rival natural de los "intelectuales orgánicos" gramscianos era la Iglesia. Y en la Iglesia había que infiltrarse. La izquierda, por tanto, tenía la misión de centrarse en combatir las creencias religiosas. Y ahí estamos.

José Francisco Serrano Oceja
http://iglesia.libertaddigital.com 

Para que no me aborten ni te aborten

Las palabras de la titular del Semi-Ministerio de Igualdad, negando que los fetos de trece semanas fueran seres humanos, aunque sean seres vivos, han recibido todo tipo de críticas. Incluso la misma Aído, calidamente arropada en público por el PSOE, ha reconocido que sus declaraciones no fueron afortunadas. Pero no porque fueran verdaderas o falsas, buenas o malas, sino por un motivo de conveniencia; era dar pie a un debate superado en nuestra sociedad.

Aunque no debe de estarlo tanto cuando lamenta haber podido dar el pistoletazo de salida. Pues bien, pese a lo que diga la semi-ministra y lo que puedan pensar muchos, a mí, estando en total desacuerdo, me parece que fueron muy afortunadas. Y es que nos ponen de manifiesto, muy a las claras, no solamente el trasfondo del debate sobre el aborto, sino la recámara de cuanto está pasando; en esa terrorífica frase, ha emergido la corriente submarina de nuestras marejadas cotidianas.

Decir que un feto no es un ser humano hace patentes las bases sobre las que se está intentando construir una nueva sociedad (!?) y cuyo proyecto, hay que reconocerlo, va bastante adelantado. A nada que nos fijemos, sin una determinada concepción del hombre, es impensable afrontar determinadas empresas. Si no se cree que en la humanidad hay un escalafón racial, es imposible el nazismo; si el hombre no es reducido a homo oeconomicus, es inútil intentar el Gulag. Para el proyecto que se pretende, se necesita que el hombre quede reducido a su animalidad, a ser solamente un ser vivo. Lo problemático no es que se intente equiparar, en derechos, a los grandes simios con los hombres, sino la inversa. En lo que estamos es en reducir al hombre a pura materialidad. Sobre el proyecto Gran Simio y desatinos similares, se pueden hacer muchas bromas, siempre que no se conviertan en una excusa o freno para entrar a fondo en el asunto. Todo esto, aunque reposadamente y en el brizador arrullo de los medios de comunicación, va muy en serio.

La afirmación pone también en claro que la generación de la semi-ministra ya está bastante macerada por una educación perfectamente pensada para el fin que pretende. Las posteriores serán aún peores, pues estos fenómenos suelen ser cumulativos. Y no es que sea una persona inculta, no se trata de que los universitarios tengan faltas de ortografía o abunden en la ignorancia. Con todo lo grave que esto sea, es solamente el síntoma de algo peor. Nos estamos instalando, si no lo estamos ya, en la irracionalidad. Sí, porque la verdad no importa. Los conocimientos, al alcance cada vez de menos, los hallazgos, privilegio para una elite, no se inscriben en la verdad, sino en la instrumentalidad. En la mentalidad a la que nos estamos mudando, lo que se puede llegar a saber es, ante todo, un útil, como un martillo, al servicio de las posturas previamente tomadas; se usan o no según convenga. No interesa que los hombre se dejen interrogar por la verdad, pues, sin la soberanía de la realidad, de lo que ella es y debe ser, es más fácil la manipulación. Por eso, estamos en la propaganda y no en el diálogo; por eso, estamos en la difamación y no en la refutación; por eso, no estamos en la escucha, sino en el grito. ¿Cuándo se abrirá el portillo de la violencia física?

El remate lo puso Zapatero. Es mejor que los padres no interfieran en la decisión de una adolescente. Vamos a la eliminación de la sociedad, hacia la colmena o el termitero; en estos no hay familias, solamente individuos animales. No marchamos hacia una sociedad animal, sino al Estado-animal. En nuestra situación no están en liza discrepancias entre distintas posturas sobre una base común. Estamos justamente en un cambio de cimentación, si es que éste no se ha producido ya. ¿Hay que intentar conservar lo máximo posible o habría que pensar ya en la superación del modelo de la animalidad? ¿Es un proceso reversible o ya hemos pasado la línea tras la cual la inercia lo hace imposible?

El espacio de los totalitarismos ha sido siempre la reducción del hombre a cosa, a animal. Sin la dimensión espiritual del hombre, la libertad y el sentido desaparecen. Si el hombre cree que solamente es materia, la democracia es imposible; a lo más, una ficción. 

Alfonso García Nuño
http://iglesia.libertaddigital.com

Conciencia o memoria históricas

Durante siglos la cultura europea se ha mantenido fiel a los principios que arrancan de Herodoto y culminan en Polibio. La Historia (geschichte, en alemán) en cuanto forma del saber que se refiere a la presencia del ser humano en el tiempo es una especie de maestra de la vida. Aunque parte siempre de una muy especial preocupación por los problemas del presente en que vive el historiador, trata de remontarse a fin de descubrir cómo las cosas fueron o llegaron a ser. De este modo se va construyendo una conciencia, que tiene en cuenta todos los datos, buenos y malos, sin formular juicios, tratando de aprender tanto de los aciertos como de los errores que hayan podido cometerse. La conciencia no califica ni valora con prevención: aprende. De este modo es posible ir construyendo el futuro desde una experiencia firme, fundando sobre este patrimonio el progreso. Por ejemplo así hemos aprendido a prevenir y superar crisis como la del 29, mientras tratamos de evitar recaídas en el totalitarismo, si bien no siempre se consigue.

Pero los historiadores que operaron en el siglo XX desde el materialismo dialéctico han tratado de sustituir esa conciencia por una «memoria» construida «desde sus bases» ya que parten del principio de que la concepción «más valedera y que ofrece mayores perspectivas, es la que reposa sobre la teoría marxista-leninista de la evolución». La memoria trata de hacer una selección, apartando lo que, a su juicio, no conduce a esta forma única de progreso que es el materialismo. De este modo puede disponerse de una especie de programa al que es necesario sujetarse para conseguir la meta. Se llega de este modo a una praxis, casi dogmática, que sobrevive incluso al fracaso de las estructuras políticas que se han ensayado. Tras la disolución de la Unión Soviética, esa memoria histórica selectiva, que reduce el saber a los medios, modos y relaciones de producción, convertidos en leyes, ha conseguido sobrevivir.

Una exposición muy elaborada y clara de lo que debe entenderse por memoria histórica, nos fue expuesta y entregada a los asistentes al XI Congreso Internacional de Historia celebrado en Estocolmo el año 1960 por uno de los más prestigiosos historiadores soviéticos el polaco Jerzy Kulczyzki, y confirmada en Moscú diez años más tarde. Comenzó afirmando, tras dejar claramente asentado que la no existencia de Dios es verdad científicamente demostrable, que el materialismo económico es el único método capaz de proyectar luz sobre el suceder, creando de este modo una memoria histórica indefectible, sin la cual no es posible lograr el progreso de la sociedad. La Humanidad, dentro de esa «memoria», tiene que ser considerada como único campo histórico inteligible, compuesta además, por la suma de individuos. De este modo ninguna significación puede atribuirse a las divisiones establecidas por los historiadores entre las distintas culturas -las cuales no pasan de ser una especie de longa manus de que se valen los Estados para afirmar su poder- concepto en el cual debe incluirse también la religión. Las Edades antigua, media, moderna y contemporánea son meramente convencionales y han sido establecidas por los historiadores para su comodidad. En la educación de los futuros ciudadanos sólo importan los tiempos próximos o los espacios locales. Único es, también, el mecanismo que rige la evolución de esa Humanidad, aunque apreciamos diferencias en lo exterior y en la velocidad: dicho mecanismo está señalado, como ya advertimos, por esos tres elementos, fuerzas, medios y modos de producción. El juego combinatorio de estos tres factores es el que determina el progreso humano, que puede ser, desde luego retrasado o impedido. Por eso es imprescindible formular una «memoria histórica»: hay que eliminar todo aquello que pudiera ser obstáculo hacia la meta que marca el materialismo dialéctico.

De esta forma la interpretación marxiana de la Historia ha llevado a conclusiones singulares y equívocas. El feudalismo aparece calificado en muchos de nuestros libros de texto como «un modo de producción». Pero la sociedad feudal no era eso: sus modos y medios de producción eran una supervivencia atenuada del sistema romano. Lo que caracteriza al feudo es el vasallaje, que se da únicamente en Europa y que es un contrato entre dos personas mediante el juramento. Pero no se puede prestar un juramento válido si no se es libre. De este modo en la medida en que el vasallaje se fue extendiendo a un número creciente de súbditos, se estaba ampliando la condición de libertad. Cuando el caballero Ivanhoe otorga a Wanba la condición de escudero, entrando en vasallaje, le estaba dando la libertad. Y explota su alegría en la mente de sir Walter Scott. Un día llegó, en la Inglaterra del siglo XIII -antes ya se había producido esto en el reino de León- en que la condición vasallática fue reconocida a todos los súbditos del Rey. El documento que reguló este cambio fue llamado Carta Magna. Es curioso: cuando ahora nos referimos a la Constitución que garantiza las libertades de los ciudadanos, la llamamos orgullosamente Carta Magna. Tal vez, en aplicación de la memoria histórica deberíamos prescindir de dicho título.

Se nos invita, por consiguiente, desde instancias situadas a muy alto nivel, a renunciar a la conciencia histórica y asumir en su lugar la memoria. Los historiadores deberíamos abandonar el método que la experiencia ha venido aconsejando, en línea con Ranke, exponiendo los hechos «wie es eigentlich gewessen», como sucedieron en realidad, a fin de conocer, más allá de nuestros gustos y preferencias, todo lo sucedido en tiempo pasado, a fin de aprender, como corresponde a la persona humana, de todos sus actos asumiendo la responsabilidad de las consecuencias que de ellos se derivaron: Una selección previa que condena una parte de estos actos al olvido o, todavía más grave, a la descalificación, no puede ser correctamente calificada de memoria histórica; es en todo caso, memoria política. No es difícil preveer que de aquí no van a salir avances sino anquilosamiento.

Cada generación recibe de las anteriores un patrimonio. Con independencia de que le guste o no, es la herencia que se le entrega y desde ella, está obligada a trabajar, como hace la persona individual concreta con los bienes recibidos. Hay un gran riesgo en el aferrarse al pasado, pero es mucho mayor cuando se pretende destruirlo como si no hubiera existido. En 1871 Jacobo Burckhardt uno de los mejores historiadores que ha existido, hizo una seria advertencia: veía un oscuro futuro asomándose y acertó.

Recuerdo que en 1971, en el XIII Congreso Internacional, estábamos reunidos muchos historiadores de todos los países en la gran Sala del Soviet Supremo de Moscú. El discurso inaugural fue pronunciado por Zhukov y repartido en textos de diversas lenguas: insistió en estos dos puntos, como un cálido homenaje a Lenin: hay «un proceso intensivo de liberación nacional de la opresión colonial y un rápido crecimiento del movimiento progresista internacional con los objetivos de paz, democracia y socialismo». No tendrían que pasar muchos años para que la momia de Lenin fuera arrinconada y su revolución soslayada.

Necesitamos una conciencia histórica firme, y más aun en estos años en que cumplimos los dos siglos desde que se derrumbó en las calles madrileñas el sueño de Napoleón. Pero sin hacer juicios de valor. Procurando aprender, ya que muchas cosas de Bonaparte fueron aprovechables y muchas otras pudieron haberse evitado desde una experiencia. No olvidemos que se iniciaba, dentro y fuera, una serie de guerras, cada una más cruel que las anteriores y que esta amenaza, en forma distinta, sigue pesando sobre nuestras cabezas. La Historia es la experiencia colectiva de la Humanidad, sin colores ni distingos. Porque progresar no consiste en acumular bienes materiales sino en crecer: ser más.

Luis Suárez Fernández, de la Real Academia de la Historia
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quinta-feira, 28 de maio de 2009

Ponerse tetas

La científica de Alcalá de los Gazules, Bibiana Aído, ha dicho que abortar es tan sencillo como ponerse tetas. Para mí, que Zapatero, cuando se siente acorralado por los acontecimientos, le pide a la científica que suelte una o dos chorradas para distraer al personal. Porque abortar sí es sencillo. Tremendo, pero sencillo. Pero ponerse tetas no lo es en absoluto. 

Unas tetas bien puestas de verdad sólo las coloca la madre naturaleza. Por mucho que se haya avanzado en la implantación mamaria o la estética pectoral, el resultado se nota. Y en ocasiones no es fácil mantenerlas. Y si no, que le pregunten a la famosa permanente, que en pleno vuelo Nueva York-Madrid, cuando el avión sobrevolaba el Atlántico, le estalló la teta derecha, causando una situación de auténtico pavor entre los aterrorizados pasajeros, la aterrorizada tripulación y el no menos aterrorizado comandante de la nave. Porque una teta que explosiona a diez mil metros de altura lo hace sin miramientos, y el material que le introdujeron a la famosa para aumentar su pechamen en la ciudad de los rascacielos más que como silicona actuó como trilita, y aquello resultó duro. Una amiga que viajaba en aquel avión, por aquello del pánico, se quedó sin habla, y hasta hoy. 

Ignoro si la científica de Alcalá de los Gazules se ha puesto tetas, pero intuyo que no ha dado el paso todavía. Desconoce la dificultad de la operación. Abortar es infinitamente más fácil. Matar a quien no puede defenderse siempre resulta sencillo y rápido. Poner unas tetas en condiciones es más difícil que hacer un puzle de cinco mil piezas. Todos los seres humanos a las trece semanas de gestación en las entrañas de su madre, son iguales. Unos pueden sonreír más que otros, pero sacarlos, matarlos y posteriormente triturarlos de acuerdo con las normas del doctor Morín -y con más semanas que las trece en cuestión-, es empresa tirada. La llevan a cabo personas sin títulos ni licencias. Pero no hay en el mundo una teta igual a otra teta, y desde el modelo alubia al globo mapamundi, se presenta un interminable muestrario de posibilidades. Una teta no se pone pegándola con cola. Es una glándula, regada de venas, conductos y terminaciones, y se necesita la pericia y sabiduría de un buen médico para alcanzar el buen fin. 

Conozco a alguna aficionada a ponerse y quitarse volumen en las tetas, y me han asegurado que de fácil, nada. Sí costoso, porque no hay intervención quirúrgica que no lo sea. Y en ocasiones, el resultado demanda un comportamiento heroico. Ahí tienen a Yola Berrocal, que nadie sabe cómo consigue mantenerse en pie con tanto peso, y encima, se manifiesta alegre y esperanzada, a pesar de no contar en la actualidad con el asesoramiento espiritual del padre Apeles. 

La científica Aído es una calamidad o una mujer dotada de un extraordinario sentido de la caricatura. Lo que siempre se ha llamado en Andalucía, «una mujer con muchísima gracia». En el norte les dicen «payasonas», que allí son más austeros en la exageración. Asegurar que abortar es tan sencillo como ponerse tetas, responde a una ignorancia desproporcionada, descomunal. Que se las ponga, y a ver qué pasa.

Alfonso Ussía
www.larazon.es

Ponerse tetas


Bibiana Aído es víctima de su propio extremismo. Del extremismo feminista en este caso. Porque me cuesta imaginar que pueda creer en las dos barbaridades que ha pronunciado en los últimos días. Que el feto no es un ser humano y que abortar es como ponerse tetas. Pero se le han escapado porque ella misma se ha puesto entre la espada y la pared cuando ha reducido el aborto a una cuestión de derechos exclusivos de las mujeres y a un debate meramente religioso.

Más lo segundo que lo primero. Cuando te empeñas en asimilar la oposición a la nueva ley a la esfera de los creyentes y la despojas de cualquier otro componente ético, te pasa lo que a Aído. Que te ves obligada a eliminar los derechos del ser humano no nacido. Y sólo puedes hacerlo recurriendo a disparates científicos, que el feto no es un ser humano, o éticos, que es comparable a unas tetas de silicona o a una verruga que te extirpas de la cara. Y acabas eliminando a Dios pero también al hombre, al menos al que tiene menos de catorce semanas.

Efectos parecidos tiene el empeño de tomarse los derechos de las mujeres como una venganza a los siglos de opresión sufridos. Una opresión real, es cierto, pero que no puede eliminar la responsabilidad de las mujeres sobre los seres engendrados en su interior. Opresión de antaño o igualdad de ahora, lo cierto es que son ellas las que llevan una vida en su seno.

Tiene razón Aído en una cosa, en su denuncia de la hipocresía que hay alrededor de la ley actual, la que apoyamos muchos españoles. Porque es cierto que bajo su amparo se realizan cientos de miles de abortos, seguramente casi tantos como con la nueva ley. Y, sin embargo, la ley vigente presenta una diferencia esencial. Que reconoce y defiende los derechos del no nacido, derechos que le otorga no en virtud de unos principios religiosos sino porque lo considera un ser humano y no unas tetas de silicona.

Edurne Uriarte
Catedrática de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco

quarta-feira, 27 de maio de 2009

Europa se rinde al Barcelona

Foto Sport (www.sport.es)

El FC Barcelona cerró este miércoles 27 de mayo la mejor temporada de toda su historia. El ansiado triplete ya ha dejado de ser un sueño

Roma, Manchester, Europa entera, ha caído rendida al fútbol preciosista de un Barcelona que ya es tricampeón de Europa tras derrotar al United por 2-0. Era de justicia. Un gol de Eto'o en el arranque del partido, y otro de Messi mediada la segunda parte han encumbrado el equipo dirigido por Guardiola, que a estas horas celebra ya un merecidisimo triplete.

El Barcelona sólo ha sufrido en los primeros minutos. El Manchester atacaba en oleadas que han metido el miedo en el cuerpo a los aficionados azulgranas. Pero sólo ha sido un espejismo.

El Barça ha logrado sacudirse el dominio gracias al tanto de Eto'o en la primera llegada a la portería de Van der Sar, y después sólo ha habido un equipo en el Olímpico.

Xavi e Iniesta han empezado a engranar la máquina, y con el mismo juego efectivo, valiente y bonito que les llevó a ganar Liga y Copa, el asedio sobre la portería de los 'diablos rojos' ha sido insistente hasta el pitido del descanso.
¿Y Cristiano Ronaldo? Ganas de hacerlo bien, algún destello al principio y nada más. Rooney acompañaba al portugués en su intento por apretar a la debilitada defensa azulgrana, pero ahora mismo en Europa, en el mundo, el Barça juega a otra velocidad.

Tras el descanso el Barcelona no ha cambiado su criterio futbolístico. Xavi ha tenido el segundo en sus botas tras un lanzamiento que se ha ido al palo, y poco después, el genial cerebro catalán ha envíado un pase letal que Messi ha rematado a las mallas.

De ahí al final, lejos de contener la pelota y dejar que pasara el tiempo, el Barça ha seguido atacando en busca de la goleada ante un Manchester de blanco y cada vez más pequeño. Puyol lo ha tenido a falta de seis minutos, aunque en realidad ya daba lo mismo...

Con el pitido final ha llegado la euforia, especialmente para un Guardiola que en su primer año en la élite ha logrado el mayor éxito que un entrenador de club se puede permitir. Enhorabuena.

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El Imperio Azulgrana lo conquista todo



El Barça se eleva al Reino de los Cielos

El cielo es azulgrana desde este 27 de mayo. Los ángeles del Fútbol Club Barcelona elevaron a los altares la Tercera Copa de Europa, la conquista que le faltaba al 'Pep Team' para proclamar su Imperio, el Reino de los Cielos azulgrana. El Viejo Continente se rindió a los pies de un equipo inigualable, elegido para marcar una época y entrar en la leyenda del fútbol. El United representó al gladiador derrotado en el coso romano, ante la atenta mirada del César. 'Los que van a morir te saludan'.

El contrario del Barça conoce su final, como ocurría en el coliseo que dominaba el César. La víctima sufre los golpes de las armas azulgranas y acaba siendo devorado, después de rendirle pleitesía para el resto de los días. Le pasó al Manchester United, defensor de la corona. Los 'red devils' no se escaparon de un final que tenían marcado por el César azulgrana, sentenciando desde el trono. El United de Ferguson acabó hipnotizado por un fútbol mayestático, imperial. El Barça y su amigo el balón hicieron el resto. Ganó el fútbol y el Barcelona se ganó la eternidad.

No importó la ausencia de Alves, Márquez o Abidal, que obligó una defensa de circunstancias que respondió por encima del partido. En defensa, se elevó el mejor jugador de la final, Gerard Piqué. El catalán fue el cerrojo del Barcelona en Roma. Todo lo hizo bien. Salió siempre bien al corte, originó el fútbol inigualable del 'Pep Team' y se agigantó. Puyol, en el lateral, siempre acudió al rescate, además de ofrecer una alternativa por el costado. Carles representó la sangre de ese escudo que lleva en las venas.

En el centro del campo, Busquets se convirtió en el mejor guardaespaldas de dos futbolistas elementales y fantásticos. El sufrimiento inicial del Barça, del que salió vivo, se fue difuminando entre las botas de Xavi e Iniesta, imparables, unos ángeles del fútbol. El de Fuentealbilla originó el gol de Samuel Etoo, el que cambió el guión del encuentro.

Los diablos del Manchester comenzaron arrolladores, con un tridente preparado para provocar heridas. Presión en campo contrario, incomodando la salida culé, y Cristiano con el cañón en las botas. Lo intentó de todas las maneras un futbolista que es igual de narcisista que de buen futbolista. Poco se le puede criticar a un Ronaldo que no vio portería y que recibió el 1-0 sin esperarlo.

Etoo recibió dentro del área un balón que venía pegado en la bota de Iniesta. El manchego no corrió sobre el verde, se marchó de dos defensores volando entre las nubes. Samuel, insaciable, rompió al mejor central del mundo, Nemanja Vidic, y se sacó un puntapié que llevaba un cuchillo. Fue gol. Cambió el mundo.

Tras el golpetazo, el Barcelona encontró su sitio en el partido. Guardiola comenzó ganando la final desde la ventaja. Messi, como el Bernabéu, merodeó por el centro olvidándose de un sitio en la banda que fijaba su sombra. Ferdinand y Vidic no pudieron con el elegido de Dios, que corría y regateaba con una aureola. El United siguió fiel a su estilo. Sin poesía, los de Ferguson fueron directos al corazón. Tuvieron sus ocasiones, embistiendo. Ahí, apareció Valdés, que se merece un lugar que muchos le niegan. Siempre respondió. Víctor es parte importante del Campeón.

El paso por vestuarios acrecentó el fútbol del Barcelona, que rozó el segundo en unos diez primeros minutos primorosos. Van der Sar le ganó un mano a mano a Henry y dio gracias por una falta de Xavi que repelió el palo. El United, que ya contaba con Tévez en el campo, pidió clemencia. El Barcelona le respetó, siendo inteligente, hasta que apareció el Mesías. Xavi levantó la cabeza y se marcó el mejor pase de los últimos tiempos, directo al segundo palo. Allí, estaba Messi, que en escorzo, conectó un cabezazo que acabó con la final.

El United no tuvo respuesta, era demasiado. Ferguson quemó sus naves mucho antes danto entrada a Berbatov. El escocés, profesor de este deporte, perdió la batalla táctica frentre a un Guardiola calculador. Manejó la final a su antojo y se ganó un sitio en el Reino de los Cielos. Con el Triplete en la mano, el Barça subió a los cielos con su himno y su fútbol bajo el brazo. Al César lo que es del César. El fútbol tiene un Emperador que habla catalán y español.

Delfín Mellero

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Grossman, un liberal que surgió del frío

Vasili Grossman.
Vasili Semyonovich Grossman nació el 12 de diciembre de 1905 en la ciudad ucraniana de Berdichev, en el seno de una familia judía. Siendo muy niño, sus padres se separaron y tuvo que irse con su madre a vivir a Ginebra. A los 10 años marchó a la ciudad ucraniana de Kiev para cursar el bachillerato. Allí fue acogido por un hermano de su madre, médico de profesión, que contaba con buenos recursos económicos.

Estudió Química en la Universidad Estatal de Moscú y, una vez licenciado, se instaló en la región industrial de Donbass, en el este de Ucrania, donde trabajó como inspector en una mina y como profesor de Química en un instituto médico. Siempre atraído por la idea de dedicarse a la literatura, decidió abandonar su trabajo y marcharse a vivir a Moscú. En 1934 publicó su primera novela, y tres años más tarde fue admitido en la Unión de Escritores Soviéticos.

Grossman fue un escritor mimado por el régimen estalinista, lo que le permitió disfrutar de consideración, respeto y privilegios envidiables. Tzvetan Todorov, en su ensayo Sobre "Vida y destino", publicado en 2008, da cuenta de un sinfín de indignidades cometidas por Grossman a lo largo de su vida. En 1933 fue detenida su prima Nadia y él no hizo ni dijo nada; cuando más tarde encarcelaron a dos de sus mejores amigos, de nuevo guardó silencio, y cuando en 1938 su tío, el que le había acogido en su casa de Kiev cuando era casi un niño, fue detenido y ejecutado, permaneció impasible. Aún más, el nombre de Vasili Grossman figuraba al pie de una carta, publicada por la prensa en 1937, en la que varios intelectuales solicitaban la pena de muerte para los acusados en el gran proceso contra los dirigentes bolcheviques, entre los que estaba Bujarin. Solamente cuando fue detenida su propia esposa, Olga Mijailovna, Grossman salió de su mutismo, intercedió por ella ante el director del NKDV y consiguió que fuera liberada.

Grossman fue corresponsal de guerra en el frente de Stalingrado hasta la rendición de los alemanes, en 1943. Formó parte de las primeras unidades del Ejército Rojo que liberaron Ucrania, donde miles de personas, la mayoría de ellas judías, habían sido masacradas por orden de Hitler. Entonces supo que su madre había muerto, víctima de los batallones alemanes de exterminio de judíos, en julio de 1941. La muerte de su madre y los últimos días de un grupo de judíos condenados a las cámaras de gas constituyen uno de los capítulos más escalofriantes de su novela Vida y destino.

Stalin, en los últimos años de su vida, puso en marcha un nuevo plan de purgas cuyo objetivo era terminar con el Comité Judío Antifascista. Un grupo de médicos judíos fue acusado de preparar un complot para envenenar a los más altos dirigentes del Partido. Se establecieron las pautas habituales de la estrategia estalinista: sospechas, calumnias, miedo, denuncias, falsas confesiones, autoinculpaciones y, finalmente, condenas. Grossman, a pesar de ser él mismo judío, aceptó firmar una carta oficial en la que se pedía el castigo más severo para los médicos sospechosos. La muerte de Stalin impidió que este plan criminal llegara a realizarse. La mala conciencia acompañaría a Grossman el resto de su vida.

Durante los años siguientes a la muerte de Stalin, Grossman gozó del reconocimiento público. Recibió una prestigiosa condecoración, la Bandera Roja al Trabajo, mientras trabajaba en sus dos obras más importantes, Vida y destino y Todo fluye. Ninguna de ellas sería publicada en Rusia hasta finales de los años ochenta.

En octubre de 1960 Grossman entregó a los editores el manuscrito de Vida y destino. Era el momento cumbre del deshielo de Jruschov y Grossman creía, ingenuamente, que la novela podría ser publicada. Pero unos meses después tres agentes del KGB entraron en su apartamento y confiscaron el manuscrito. Grossman, apartado del círculo de intelectuales, murió el 14 de septiembre de 1964, víctima de un cáncer de estómago. El autor de Vida y destino había tenido la precaución de entregar dos copias de su obra a dos amigos de su absoluta confianza; uno de ellos logró sacar el manuscrito de Rusia. En 1980 Vida y destino fue publicada en Suiza por primera vez.

No parece haber duda de que Grossman no sólo no fue un luchador por la libertad, sino que aprovechó todos los privilegios de los que un intelectual obediente a Stalin podía disfrutar. Pero su ceguera, o su cobardía, no debe ser un impedimento para que se lean con el máximo interés sus dos obras póstumas, en las que dejó un testimonio tan veraz como imprescindible de lo que es la vida bajo un sistema de esclavitud que, en palabras del propio Grossman, Lenin fundó y Stalin se ocupó de construir.

Grossman narra los hechos y describe a sus personajes con una fuerza psicológica que recuerda las mejores obras de Dostoiewski. Vida y destino relata la vida en diferentes lugares de Rusia, desde junio de 1942 hasta febrero de 1943, fecha de la ofensiva soviética sobre Stalingrado. Escenas del frente y de la retaguardia que se suceden y entremezclan para componer la historia de una familia, la del físico Shtrum, protagonista de la novela y con quien, claramente, se identifica el autor.

Todo fluye cuenta el regreso, tras la muerte de Stalin, de uno de los deportados en los campos de Siberia, Ivan Griegórievich, que al llegar a Moscú después de 30 años de cautiverio se presenta en casa de su primo, un científico mimado por el régimen estalinista, llamado Nikolai Andréyevich.

En estas dos novelas, Grossman describe un mundo en el que nadie es libre de decidir su destino, nadie puede pensar, juzgar por sí mismo ni luchar siquiera por su supervivencia, un mundo donde el individuo no existe, donde el Estado omnipotente y omnipresente piensa y decide por todos. A través de Ivan Griegórievich, el protagonista de Todo fluye, Grossman reflexiona sobre la libertad y escribe:
Antes creía que la libertad era libertad de palabra, de prensa, de conciencia. Pero la libertad se extiende a la vida de todos los hombres. La libertad es derecho a sembrar lo que uno quiera, a confeccionar zapatos y abrigos, a hacer pan con el grano que uno ha sembrado, y a venderlo o no venderlo, lo que uno quiera. Y tanto si uno es cerrajero como fundidor de acero o artista, la libertad es el derecho a vivir y trabajar como uno prefiera y no como le ordenen. Pero no hay libertad ni para los que escriben libros, ni para los que cultivan el grano o hacen zapatos.
Si Grossman se identifica con Shtrum en Vida y destino, en Todo fluye lo hace con Nikolai Andréyevich. Ambos son científicos halagados, protegidos y, a la vez, amena1zados por el todopoderoso Estado estalinista, que, a lo largo de su vida, cometen las mismas indignidades y cobardías que cometió el propio escritor y que, también como él mismo, consiguen, mientras vive Stalin, encontrar justificación para sus indeseables actuaciones.

Nikolai Andréyevich, que había justificado su colaboración con el terror estalinista, pues "el miedo por el propio pellejo y el miedo a perder el caviar negro habían alimentado su fuerza ideológica", tras la muerte de Stalin empezó a escuchar la tormentosa voz de su conciencia y el sentimiento de orgullo por su fiel obediencia dejó paso al horror y a la humillación de tener que reconocer su propia responsabilidad en las infamias cometidas.

Y es que el Estado, escribió Grossman,
no sólo oprimía al individuo sino que también lo protegía y lo consolaba de su debilidad, justificaba su nulidad: el Estado cargaba sobre su espalda de hierro todo el peso de la responsabilidad, liberaba a los hombres de la quimera de la conciencia.
Al parecer, cuando Grossman perdió la esperanza de ver publicadas estas dos obras añadió un capítulo a Todo fluye sobre Lenin y su obra. Quiso dejar clara la responsabilidad de Lenin en la dictadura estatalista que sufrió el pueblo ruso: Stalin había construido el Estado sin libertad pero Lenin había sido su fundador. Ese Estado que, una vez construido, "se transformó de servidor del pueblo en autócrata sombrío".

Grossman describe a Lenin como un hombre delicado, dulce y amable con sus amigos, familiares y camaradas y, a la vez, duro, brutal e inmisericorde con sus adversarios políticos.
En la discusión, Lenin no buscaba la verdad, buscaba la victoria. Tenía que ganar a toda costa y, para conseguirlo, muchos medios eran buenos: la zancadilla inesperada, la bofetada simbólica o atizar un mamporro en la cabeza.
Su único objetivo era alcanzar el poder, y para ello "inmoló, mató lo más sagrado que Rusia poseía: la libertad".

"¿Qué condujo a Lenin por el camino de la Revolución? –se pregunta Grossman–. ¿El amor a la humanidad? ¿El deseo de acabar con los desastres de los campesinos, la miseria y la ausencia de derechos humanos? ¿La confianza en la verdad del marxismo, en la justicia de su Partido?". Preguntas para las que Grossman sólo encontró una respuesta: para Lenin, "la Revolución rusa no significaba la libertad de Rusia".

Pocos escritores han sabido explicar mejor que Grossman por qué solamente la defensa de la libertad individual puede evitar el triunfo de las ideologías totalitarias y por qué la pérdida de la conciencia individual, la entrega de la propia responsabilidad en la voluntad general, representada por el Estado, marcan el punto de no retorno en el camino hacia la servidumbre.

Grossman, cuando ya sabía que sus días estaban contados y que sus obras tardarían años en ver la luz en Rusia, escribió para todos lo que habían tenido el privilegio de vivir en el mundo libre con la intención de alertarles contra los engaños, las falacias y las terribles consecuencias de una ideología que, invocando la justicia y la libertad, arrastraron al individuo a la esclavitud.
El hecho de que el Estado sin libertad actuara siempre en nombre de la libertad y de la democracia, que tuviese miedo de dar un paso sin mencionarla, atestigua la fuerza de la libertad.
Grossman, que conoció la tiranía del Estado, del "Stalinestado", como llamó al régimen en el que "el espíritu de Stalin y el espíritu de Estado eran una sola cosa", que tuvo que afrontar la vergüenza de quien pierde su dignidad por no ser capaz de plantar cara a la voluntad perversa de un Estado totalitario, se convirtió, al final de su vida, en uno de los escritores que con más ardor han defendido el valor de la libertad individual.

Alicia Delibes
http://revista.libertaddigital.com

Panamá: España en el Canal

Signo de los tiempos: el eje político y económico de la era global se desplaza desde el Atlántico al Pacífico. El canal de Panamá es el camino más rápido y seguro, de tal modo que funciona hoy día como epicentro del mundo moderno. Una historia apasionante y un futuro espectacular, consagrado por la ampliación en marcha. Comercio internacional, geoestrategia, «nomos» de la tierra... Desde Colón en el Caribe a Balboa en el Pacífico, y a la inversa, el sentido de la historia circula por el canal mientras los ignorantes cierran su aldea bajo siete llaves. Allá ellos, porque la España del siglo XXI aspira otra vez a estar presente en el lugar que merece.

El pasado sigue vivo. Cada uno aporta lo que tiene. Nosotros, los españoles, héroes como Vasco Núñez de Balboa, cuya estatua preside la fachada marítima de la capital. También iglesias, claro, como la hermosa catedral, herencia del barroco colonial. Por supuesto, fuertes y otros restos espléndidos de arquitectura militar, baluartes con suerte desigual contra piratas y corsarios. Buenas intuiciones. Carlos V anticipó la idea del canal. Por real cédula de 1534, el Emperador ordena que se explore el coste en dinero y en hombres y en cuánto tiempo se podría hacer. Respuesta práctica: en medio milenio, Señor. Mientras tanto, a lo nuestro. Allí dejamos hazañas a medio terminar con hermosos topónimos: Camino de Cruces; Nombre de Dios; el formidable fuerte de San Lorenzo que domina la desembocadura del río Chagres...

Francia llevó la «grandeur». Siglo XIX, tiempo para la mentalidad politécnica: positivismo a gran escala; confianza audaz en el progreso; reino de los ingenieros, presidido -eso sí- por un diplomático, Ferdinand de Lesseps, «le grand français». Triunfo absoluto en Suez. Fracaso sin paliativos en Panamá. Cálculos erróneos, finanzas oscuras, delirios de grandeza. En contra, la malaria y la fiebre amarilla, la selva tropical, un clima indomable. Eran los años gloriosos de la Expo de París, amargados por este nuevo desastre de Sedán: quiebra de la compañía universal del canal transoceánico, más de veinte mil muertos en el istmo y gran escándalo nacional. Miserias de la Tercera República, que salpican incluso al impecable Gustave Eiffel y al «tigre» George Clemenceau. Los antisemitas atizan el fuego: la culpa es del capitalismo financiero dominado por los judíos. Pronto llega el caso Dreyfus... lo mejor y lo peor del país vecino. Dejan, como siempre, unas gotas de civilización exquisita en el casco viejo de San Felipe, incluidas las ruinas nostálgicas del Grand Hotel.

Allí donde Francia fracasa, triunfan los americanos. Pragmáticos y eficaces, aportan lo (mucho) que tienen: dinero, organización, voluntad de poder. Teodoro Roosevelt concibió el canal como símbolo del poder naval, según la teoría del famoso almirante Alfred Mahan. Para salvar el obstáculo de Colombia hizo falta crear un nuevo Estado. «No problem». Surgen así la República de Panamá y el tratado entre Hay y el aventurero Bunau-Varilla, otro ingeniero con afición a las finanzas. La selva, los mosquitos o los ríos mal situados no logran detener el paso firme del Imperio. El primer Roosevelt, siempre brusco e impetuoso, ha cumplido su promesa: «Que vuele la tierra».

Día grande en el canal, a 15 de agosto de 1914. El «SS Ancón» es el primer buque que cruza las tres esclusas y el maravilloso lago Gatún. Ocho horas de tránsito y nos ahorramos el cabo de Hornos. El viajero contempla con asombro el paso de los «panamax», alzados unos cuantos metros en cada esclusa, encauzados por las «mulas» (de verdad, locomotoras eléctricas) y orientados por un experto local mientras el capitán deja por un rato de ser el amo después de Dios. Malcolm Lowry, otra vez disfrazado de un «alter ego», escribe páginas inigualables: «Es una obra genial, yo diría que una obra debida al genio de un niño». Es, en efecto, un sueño infantil hecho realidad. Hay que disfrutarlo como merece.

El futuro. Tiempo para los «postpanamax»: buques con más tonelaje, esclusas más anchas y largas, artilugios más complejos. Justicia histórica: los españoles estamos allí otra vez, con nuestras grandes empresas optando en primera fila a los contratos que genera el proyecto de ampliación. Con el nuevo milenio entró en vigor el tratado Carter-Torrijos y el canal ya es panameño al cien por cien, aunque los capitales y las tecnologías provienen de todas partes, con Estados Unidos en lugar de privilegio. El nuevo «carril» duplicará la capacidad operativa. Por ahora, entre 30 y 40 buques cruzan cada día los 80 kilómetros que separan el viejo y el nuevo mundo, previo pago del peaje correspondiente. Está abierto todos los días y goza de un riguroso estatuto de neutralidad internacional. La previsión apunta de momento a 2014, justo un siglo después de la inauguración. Tal vez habrá retrasos, pero tampoco importa mucho. ¡Qué difícil es ganar un centímetro a la naturaleza! Escribe Lowry: «La selva parece un inmenso conglomerado de espinacas contra el horizonte sembrado de árboles solitarios... lluvia cálida, cocoteros, pelícanos... el práctico baja a tierra una vez cruzado el canal».

Se han escrito buenas páginas en ABC sobre nuestros amigos panameños. En especial, Juancho Armas Marcelo, atento siempre a las peripecias del Caribe. Pronto habrá que buscar la información en secciones menos literarias. Las puertas están abiertas, en espera de la adjudicación de los contratos, con más de 3.200 millones de dólares en juego. Martín Torrijos lo puso en marcha y Martinelli tiene ahora la responsabilidad. Me pierdo en las cifras: 230.000 toneladas de acero y 800.000 de cemento, entre otras. Me quedo con la historia y la cultura. Por justicia del azar, España vuelve a ser protagonista. Ya ven: en 1508, Fernando el Católico expide capitulaciones a favor de Juan Díaz de Solís y Vicente Yáñez Pinzón para buscar un estrecho entre el Atlántico y el Pacífico. Hace sólo quinientos años... Hay más cosas: la vieja «escuela de las Américas», centro de aprendizaje para más de un dictador, es ahora un gran hotel gestionado por una cadena española. Paradojas de la historia, siempre dispuesta a prestar ayuda a quienes la interrogan de buena fe.

El ferrocarril -ayer trágico, hoy romántico- flanquea el canal mientras elude la selva. Muchas gentes dejaron aquí la vida, en busca de gloria y aventura, tal vez a cambio de unas pocas monedas. Al margen de disputas políticas o egoísmos económicos, el canal de Panamá es un triunfo de la civilización. Termino con el estupendo libro de David McCullough, «Un camino entre dos mares». A mí también me asombra el silencio que reina a lo largo del trayecto, porque los seres humanos apenas gritan: cada uno sabe exactamente cuál es su función. Todavía más llamativo: las compuertas de las esclusas se abren y se cierran sin esfuerzo aparente ni ruido perceptible. Un triunfo de la civilización, sin duda.

Benigno Pendás
Profesor de Historia de las Ideas Políticas de la Universidad Complutense de Madrid

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The Pope May Be Right

When Pope Benedict XVI commented this month that condom distribution isn't helping, and may be worsening, the spread of HIV/AIDS in Africa, he set off a firestorm of protest. Most non-Catholic commentary has been highly critical of the pope. A cartoon in the Philadelphia Inquirer, reprinted in The Post, showed the pope somewhat ghoulishly praising a throng of sick and dying Africans: "Blessed are the sick, for they have not used condoms."

Yet, in truth, current empirical evidence supports him.

We liberals who work in the fields of global HIV/AIDS and family planning take terrible professional risks if we side with the pope on a divisive topic such as this. The condom has become a symbol of freedom and -- along with contraception -- female emancipation, so those who question condom orthodoxy are accused of being against these causes. My comments are only about the question of condoms working to stem the spread of AIDS in Africa's generalized epidemics -- nowhere else.In 2003, Norman Hearst and Sanny Chen of the University of California conducted a condom effectiveness study for the United Nations' AIDS program and found no evidence of condoms working as a primary HIV-prevention measure in Africa. UNAIDS quietly disowned the study. (The authors eventually managed to publish their findings in the quarterly Studies in Family Planning.) Since then, major articles in other peer-reviewed journals such as the Lancet, Science and BMJ have confirmed that condoms have not worked as a primary intervention in the population-wide epidemics of Africa. In a 2008 article in Science called "Reassessing HIV Prevention" 10 AIDS experts concluded that "consistent condom use has not reached a sufficiently high level, even after many years of widespread and often aggressive promotion, to produce a measurable slowing of new infections in the generalized epidemics of Sub-Saharan Africa."

Let me quickly add that condom promotion has worked in countries such as Thailand and Cambodia, where most HIV is transmitted through commercial sex and where it has been possible to enforce a 100 percent condom use policy in brothels (but not outside of them). In theory, condom promotions ought to work everywhere. And intuitively, some condom use ought to be better than no use. But that's not what the research in Africa shows.

Why not?

One reason is "risk compensation." That is, when people think they're made safe by using condoms at least some of the time, they actually engage in riskier sex.

Another factor is that people seldom use condoms in steady relationships because doing so would imply a lack of trust. (And if condom use rates go up, it's possible we are seeing an increase of casual or commercial sex.) However, it's those ongoing relationships that drive Africa's worst epidemics. In these, most HIV infections are found in general populations, not in high-risk groups such as sex workers, gay men or persons who inject drugs. And in significant proportions of African populations, people have two or more regular sex partners who overlap in time. In Botswana, which has one of the world's highest HIV rates, 43 percent of men and 17 percent of women surveyed had two or more regular sex partners in the previous year.

These ongoing multiple concurrent sex partnerships resemble a giant, invisible web of relationships through which HIV/AIDS spreads. A study in Malawi showed that even though the average number of sexual partners was only slightly over two, fully two-thirds of this population was interconnected through such networks of overlapping, ongoing relationships.

So what has worked in Africa? Strategies that break up these multiple and concurrent sexual networks -- or, in plain language, faithful mutual monogamy or at least reduction in numbers of partners, especially concurrent ones. "Closed" or faithful polygamy can work as well.

In Uganda's early, largely home-grown AIDS program, which began in 1986, the focus was on "Sticking to One Partner" or "Zero Grazing" (which meant remaining faithful within a polygamous marriage) and "Loving Faithfully." These simple messages worked. More recently, the two countries with the highest HIV infection rates, Swaziland and Botswana, have both launched campaigns that discourage people from having multiple and concurrent sexual partners.

Don't misunderstand me; I am not anti-condom. All people should have full access to condoms, and condoms should always be a backup strategy for those who will not or cannot remain in a mutually faithful relationship. This was a key point in a 2004 "consensus statement" published and endorsed by some 150 global AIDS experts, including representatives the United Nations, World Health Organization and World Bank. These experts also affirmed that for sexually active adults, the first priority should be to promote mutual fidelity. Moreover, liberals and conservatives agree that condoms cannot address challenges that remain critical in Africa such as cross-generational sex, gender inequality and an end to domestic violence, rape and sexual coercion.

Surely it's time to start providing more evidence-based AIDS prevention in Africa. 

Edward C. Green - Senior research scientist at the Harvard School of Public Health.

http://www.washingtonpost.com - Sunday, March 29, 2009; Page A15

Un reto para la Iglesia

Nadie creo que dude de la preferencia y urgencia que debe tener, que tiene, para la Iglesia la atención a los jóvenes. Así lo vimos en el Papa Juan Pablo II, y así lo vemos ahora en Benedicto XVI. Los jóvenes representan la nueva cultura, el nuevo mundo en el que estamos, la nueva realidad de ahora con respecto a la fe, con frecuencia el alejamiento de Dios y en todo caso de la Iglesia, los que piden razones para vivir. ¿Qué hacer? Sencillamente lo que hizo Juan Pablo II y lo que hoy hace Benedicto XVI: apostar de verdad por ellos y entregarles el Evangelio, Jesucristo, sin componendas de ningún tipo.

Recuerdo a unos jóvenes de Granada a los que les pregunté, con ocasión de una visita pastoral: «¿Qué es lo que tiene Juan Pablo II, qué es lo que él os ofrece que os entusiasme tanto?». La respuesta fue inmediata, con desparpajo y no poca espontaneidad, por parte de uno de ellos: «Mire usted, don Antonio, el Papa es un hombre ‘legal’». «¿Qué quieres decir con eso, con eso de ‘legal’?», le dije; ya sabía yo que esa expresión es para muchos jóvenes algo emblemático, lo mejor que se puede decir de uno con mucho. Entonces añadió: «¿Se ha dado cuenta de que Juan Pablo II no nos critica ni nos condena?; y mire que tenemos cosas que nos puede echar en cara. Nos quiere y nos comprende; no nos utiliza, nos respeta; no nos impone ni nos manda; nos exige mucho, ¿sabe? Pero nos ofrece lo que nosotros necesitamos, aunque, a veces, nos cueste verlo, para ser felices. Nos ofrece a Jesucristo, que sí nos llena y hace felices, aunque nosotros, a veces, ya sabe usted». El Papa Juan Pablo II vivió con mucha paz, sin crispación, con mucha bondad, la realidad de  los jóvenes, a menudo azotados por este mundo que los zarandea y despista. Pero no acusaba a los jóvenes; no disimulaba los males que los amenazaban y que a veces podrían vencerlos. Les exigía mucho, confiaba en su corazón grande para grandes cosas. Les presentaba la vida cristiana como un verdadero arte de vivir, bello. Les mostraba que se «puede ser joven, ser de hoy» y seguir a Jesucristo, y que merecía la pena seguirle. No los halagaba con falsas o engañosas promesas. Les presentaba la verdad: la verdad del hombre, inseparable de Dios, hecha presente en Jesucristo; les ofrecía la verdad como fuente de libertad y camino de futuro. Les anunciaba la doctrina íntegra y fiel de la Iglesia, como camino para una nueva civilización del amor y una nueva cultura de la vida. Les hablaba de la belleza y maravilla de la sexualidad, de su verdad –siempre la verdad–, de la belleza y grandeza del matrimonio y de la familia, santuario del amor y de la vida. Los invitaba a seguir a Jesucristo, no les forzaba, simplemente les decía: «Venid y veréis». Con qué fuerza los llamaba a no tener miedo, a no contentarse con una vida mediocre y superficial, a metas altas. No les presentaba a Jesús al margen de la Iglesia o sin ella. Ante ellos se presentaba, como Pedro, con una sola riqueza: Cristo, y les entregaba y mostraba en todo a Cristo.

Este mismo testimonio lo vemos en Benedicto XVI. ¿No será esta la forma de acercarnos a los jóvenes lo que verdaderamente necesitan? ¿No es ésta la mejor apuesta por los jóvenes? Ahí hay un futuro grande para ellos, para la Iglesia y para nuestra sociedad. Éste es un gran reto que hoy urgentemente llama a las puertas de la Iglesia. La Jornada Mundial de la Juventud en Madrid es una gran ocasión. Pero antes, tenemos dos años de camino para responder sin demora a ese reto.

Antonio Cañizares
Cardenal Arzobispo de Toledo y primado de España

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Corea del Norte: Obama está de suerte

¿Recuerdan cómo Obama llegó a la Casa Blanca garantizando que su diplomacia más gentil y amable sería más eficaz a la hora de reagrupar al mundo contra «los malos»? ¡Albricias! ¡Ésta es la suya! Obama tiene ahora la oportunidad de agrupar una gran coalición internacional que haga frente a los dos elementos supervivientes del «Eje del Mal» -con perdón- denunciado por Bush. Uno, el camarada Kim Jong Il, que nos ha dado muestra del uso que da al papel sobre el que están redactadas las resoluciones de condena del Consejo de Seguridad de la ONU. La historia nos enseña que el futuro de Pyongyang pasa por nuevos chantajes que puedan conseguir ayuda de cualquier tipo, dinero contante y sonante y un reconocimiento internacional de su «esfuerzo por lograr la paz entre los pueblos». Conmovedor.

Pero Obama debe ser consciente a estas alturas de que el reto que le plantea Kim se traslada hasta el otro elemento del «mal», Irán, donde los ayatolás observan qué reacción se tiene con el desafío del gallito asiático. No haya duda. Irán se sabe un país por encima de Corea del Norte, cualquiera que sea el parámetro por el que se mida. Por lo tanto, toda muestra de debilidad, todo lo que no sea firmeza máxima frente al inmenso desafío lanzado por Pyonyang frente al mundo entero, será visto por Ahmadineyad y los vencedores de las inminentes elecciones presidenciales en Irán como una demostración de que si China, Japón y Occidente no son capaces de frenar a un dictadorcillo con cresta y espuelillas, mucho menos se atreverán a hacerlo con el país sucesor del milenario Imperio Persa -lo que les encanta evocar, por más que lo disimulen oficialmente.

Barack Obama tiene la oportunidad de demostrar que con él Estados Unidos sigue siendo capaz de plantar cara a los enemigos de Occidente. Veremos.

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La guerra no ha terminado

Ninguna guerra dura más que las civiles, y que la nuestra no terminó el 1 de abril de 1939, sino que continúa, vino a confirmarlo el debate entre Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja el lunes por la noche en Televisión española. El candidato socialista no tuvo ningún reparo en echar mano del franquismo para descalificar a su interlocutor, como si Franco siguiera vivo, en vez de haber muerto hace 34 años. No fue esa su única alusión a las dos Españas que se midieron en el campo de batalla. Su entero parlamento estuvo dedicado a resucitar el viejo duelo entre izquierdas y derechas, con él representando el progreso, y su adversario, la reacción. Lo creíamos superado, pero es la herencia de Zapatero, que nos ha hecho retroceder a la confrontación cainita, en su afán de dar la vuelta a la guerra civil que perdió uno de sus abuelos y ganó el otro, como ocurrió en tantas familias españolas. Lo malo es que para ganar esa guerra tiene que librarla de nuevo. Es a lo que se ha dedicado en sus cinco años de gobierno, a lo que se dedican sus ministros y a lo que se dedicó López Aguilar ante millones de telespectadores. No lo hacen sólo por motivos ideológicos, sino también por necesidades electorales. La crisis les ha arrinconado de tal forma y ha puesto tan al desnudo su fracaso que ya no les queda otro argumento que identificar al PP con el franquismo. Mayor Oreja podía haber recordado a su temerario interlocutor la larga lista de dirigentes socialistas españoles que entonaron loas a Stalin, a Mao, a Ho Chi Minh, a Fidel Castro. No lo hizo, no sé si por elegancia o por preferir recordar sus servicios a la Transición democrática y a la lucha contra ETA en el País Vasco, en la que, como tantos, arriesgó su vida. Hechos frente a eslóganes. Ese fue el debate. Lo malo para el PP y lo bueno para el PSOE es que, en televisión, los eslóganes se venden mejor que los hechos. Y aunque los hechos terminan imponiéndose, ocurre demasiado tarde la mayoría de las veces.

De ahí que prefiera clasificar el debate como un clásico encontronazo entre el ayer y el hoy. Pero, atención a esto, donde el hoy estaba representado por el candidato del PP y el ayer, por el candidato socialista. López Aguilar habló más del pasado que del presente, al que ni siquiera aludió, tal vez por saber que no significa nada bueno para él ni para su partido. En Europa, menos que en ningún otro sitio. Y estas son unas elecciones europeas, aunque no lo parezcan.

Las encuestas nos dirán quién ha ganado, aunque no hay que hacerles mucho caso dado lo manipuladas que están. Lo importante es saber si España sigue siendo «el país de sus antepasados», como la definió Kant, o sea, si su última guerra civil continúa, o si es el país de sus hijos, de los que últimamente no se ocupa demasiado.

José María Carrascal
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Dormir en paz

Los políticos no suelen decir lo que creen, sino lo que les da votos. Por eso fue tan excepcional la intervención de Jaime Mayor Oreja en el debate televisivo del lunes. Desde los tiempos de Helmut Kohl y Willy Brandt no había visto nada igual. López Aguilar fue el buen rollo, la propaganda, el yes-we-can. 

Habló de lo sana que es la pluralidad lingüística en España, de lo amparados que están los trabajadores con Zapatero y de la salud reproductiva de las mujeres. Mayor lo miró de frente y le dijo, con total serenidad, que los nacionalismos están rompiendo España y que ya no es posible educarse en español en muchos lugares; que hay cuatro millones de parados que lo que quieren es trabajo y que el aborto es un mal que no puede reivindicarse como un derecho.

Verdades como puños que sonaron a ambrosía a sus votantes, pero que no creo que arrastren a muchos indecisos, ni de las comunidades nacionalistas, ni de los pesebres de subvenciones, ni de la inmensa mayoría que no quiere que le recuerden eso tan desagradable del aborto. Jaime Mayor, sencillamente, dejó de lado la corrección política –que tiene anémico el debate social porque roba la sangre de las convicciones– y expuso sus más profundas certezas, las que han hilvanado su vida, su familia, su matrimonio, su trabajo. Las que le llevaron a jugarse la vida por la libertad en el País Vasco en la transición mientras, en efecto, Juan Fernando López Aguilar, que ahora lo acusa de franquista, aprendía a tocar la guitarra. 

Yo no sé si Mayor Oreja ganará las elecciones europeas pero sospecho que, por las noches, cierra los ojos en paz. López Aguilar es más guapo, más joven, más dinámico que el popular –que además parece empeñado en una imagen de hombre anciano del todo distante de sus cincuenta y tantos años– pero la diferencia es que el primero quiere ganar las elecciones y el segundo pretende, además, ser fiel a sí mismo. Supongo que no es un santo, ni un hombre perfecto, pero a lo mejor me llevo una sorpresa y hay más gente nueva que vota al del PP sencillamente por esto último. Por dormir en paz.

Cristina L. Schlichting
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Contra la igualdad

Hemos logrado hacer un mundo inhabitable. Allá cada generación con sus deudas. Ésta lo es de la mía. No fue alzada, como otras lo fueron, por nuestra ignorancia; lo fue por nuestro exceso de sabiduría; petulante. Un mundo inhabitable. No en lo político, que es, al cabo, una excrecencia en nuestras vidas. Lo de verdad amargo, es el alegre modo en el cual destruimos una sociedad culta y rica, y la más emancipada de la historia, para suplirla por un prolijo infierno. Éste de ahora. Éste, en el cual, aniquilado el refugio de lo privado, ese refinamiento mayor de las pocas sociedades libres, decidimos instalarnos sobre un territorio en guerra. A muerte. Llaman a eso «corrección política». Pero su nombre es suicidio.

Tengo un amigo juez. Brillante y joven. Recuerdo sus palabras, no hace mucho: «Fueron los años más amargos de mi vida. Yo era juez de familia. Un día detrás de otro, tenía que dictar sentencias que sabía injustas... Pero acordes con la ley... Un juez aplica la ley que existe, y punto. Pero luego, cada noche, ha de volver a casa. Sabe que la ley está hecha para que ya ninguna mujer, o casi, utilice otra vía de divorcio que no sea la denuncia por malos tratos. Sabemos que son falsos en, al menos, dos tercios de los casos. Pero la ley ha invertido la carga de la prueba. Todo varón -y, en modo eminente, todo esposo- es culpable de violencia, mientras no consiga demostrar lo contrario. El protocolo es mandar, de entrada, al calabozo al denunciado, antes de ningún trámite. Al final, si tiene una infinita suerte, se librará de la cárcel; pero aceptará, desde luego, cualquier expolio que la otra parte imponga. El terror ha suplantado al principio de garantía. Y ser juez de familia es tener que administrar eso: el terror. Cada día. Y, cuanto más bajes en la escala social, más sangriento. Fabricamos vidas rotas, como otros fabrican salpicaderos». Cualquiera que tenga amigos casados -suprema imprudencia en un mundo como éste- sabe hasta qué extremos la ley ha envilecido cualquier afecto conyugal.

Debe hacer como un año. Andábamos por la Facultad con los galimatías del cambio de planes de estudios. En el proyecto figuraba una asignatura de extraño nombre acerca de no sé qué «pensamiento femenino». Sugerí el dislate que era sexuar el pensamiento. Me miraron con aire compasivo, mis colegas. «No te enteras. El anterior proyecto nos lo tumbaron por insuficiente presencia de asignaturas de género». Ese día comprendí que yo ya no pintaba nada en una Facultad así. Que transformen mi cátedra de Filosofia en una de genitalización lingüística. Yo me largo. Hace no mucho, alguien me hizo notar que las autoridades rezongaban porque la comisión para juzgar una cátedra de Metafísica no era sexualmente paritaria. Me acordé de Aristóteles, que inventó la disciplina: «Existe un saber que habla de lo ente en tanto que ente y de cuanto de suyo le concierne...». A partir de ahora, será «ente o enta». Cierta Universidad planea implantar una titulación universitaria «en igualdad». Si es igualdad formal, ya existe: se llama Facultad de Matemática. Si va de igualdad jurídica, Facutad de Derecho. Si se refiere a igualdad material..., se llama ignorancia; que es lo único que iguala a los humanos. ¡Pobre Platón, que daba como suelo firme de la filosofía el principio sobre el cual se construye la lógica del lenguaje: lo igual sólo se dice de lo distinto!

Hasta aquí llegó el mar, señores. Si algún varón sigue siendo lo bastante imbécil como para compartir propiedad, prole y domicilio con un animal hembra de la especie, se merece ampliamente lo que se le viene encima. Este bonito infierno.

Gabriel Albiac
Catedrático de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid

La tormenta perfecta

Justo ahora, cuando al fin parece que va a romper la tormenta que promete este cielo de mediodía mediterráneo, entre sus tímidas calimas de mayo y el abrazador vaho del calor ciudadano (ojo: la zeta está ahí para abrazarnos, no para poner a sudar al editor), de pronto he recordado una frase de Borges. Y si no es de Borges, basta con pensar que lo sea para que parezca ben trovata: "Hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón".

Y justamente ahora, una frase como la recordada puede parecer una obviedad. Salvo que hay obviedades que engañan, porque ni siquiera cambiando "comunistas" por "islamistas" y ajustando el resto al nuevo guión nos acercaríamos al retrato robot de la nueva barbarie ideológica. Que reza, de cuclillas y apuntando con la cabeza hacia La Meca, que quienes hoy se atreven a decir que el Islam, antes que una religión, es una ideología, y que, como las que la precedieron en el siglo XX, esa ideología es liberticida, ni siquiera gozarán de la condición de mormones. Directamente, si tienen la suerte de ser europeos y conocidos por el establishment mediático, se les colgará una fatua al cuello y sólo habrán de pasarse años, tal vez el resto de sus días, custodiados por media docena de guardaespaldas.

¿Que exagero? ¡Quia!, como diría un conocido periodista español. De Ayaan Hirsi Ali a Robert Redeker, de Geert Wilders a Wafa Sultan, mujeres y hombres nacidos en países de la UE o ciudadanos europeos de nueva planta saben a diario el precio que se paga por sostener que el islamismo es el nuevo fascismo. En cuanto a los otros, que tenemos la fortuna (¿por cuánto tiempo, todavía?) de sólo ser tachados de "antiislamistas", día tras día recibimos el bombardeo de las almas buenas de Sezuán. Bombas de papel periódico, es cierto, pero cargadas del mismo futuro que hace setenta años ponían los pacifistas europeos en sus loas a Chamberlain.

Joseph Goebbels.
Sólo dos botones de muestra recientes. El primero, debidamente asilvestrado, procede de la baticueva de la prensa española –vulgarmente conocida como El País– y lleva la firma de uno de sus más notables y cegatos murciélagos. Es un buen ejemplo (cuyo descubrimiento debo a Mario Noya) de los métodos de amedrentamiento corrientes en Al Ándalus: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se introduce la reseña de un libro con sutiles comparaciones entre "el pueblo judío" y Hitler, se repite la nunca oída monserga, desde los Protocolos de los Sabios de Sión en adelante, sobre los "millones de dólares" derrochados en difamar a Hamás por los neocon (todos judíos, huelga decirlo) y se acaba adobando esta diatriba digna del mejor Dr. Goebbels con espumarajos arrojados a "un célebre radiopredicador español".

El otro, como no es fruto de la dehesa carneril española, tiene trazas civilizadas. Es un debate, orquestado por la Brookings Institution en septiembre de 2006, entre periodistas e investigadores vinculados a este célebre think tank socialdemócrata estadounidense, por un lado, y por otro, Justin Vaisse y Jonathan Laurence, autores de Integrating Islam: Political and Religious Challenges in Contemporary France. A diferencia del botón peninsular, este es de lo más nacarado y elegante. Eso sí: se cuidan mucho las formas, y por lo tanto se ha evitado dar cabida en él a voces discrepantes. Pero sus panelistas de vez en cuando sueltan pelillos como éste:
Quienes pronuncian la palabra "Eurabia" están agitando el espantapájaros de un continente europeo que está mutando por la presión que ejercen los estados productores de petróleo y que prácticamente ha renunciado a sus valores y políticas y se ha rendido ante una horda de inmigrantes árabes.
Si con tal pulcritud intelectual y respeto sentencian estos intelectuales progresistas de cuello blanco las notables investigaciones de Bat Ye'or, qué cabe esperar de sus degradadas copias de este lado del Atlántico. En todo caso, ni a unos ni a otros es fácil imaginarlos denostando la etiqueta Islam europeo, acuñada por Tariq Ramadan, como con tanta soltura denigran del concepto de Eurabia.

Mahmud Ahmadineyad.
Todas estas maniobras de amedrentamiento, estas gesticulaciones de los popes de la progresía, tienen una única finalidad: quien se atreva a decir que Ahmadineyad va desnudo, o que desde las mezquitas construidas en Francia, Alemania, Inglaterra o España con fondos saudíes, marroquíes o de los emiratos se predica el odio al infiel y la guerra santa, será automáticamente etiquetado, en una perfecta inversión de valores digna del Newspeak orwelliano, como neonazi. No otra cosa acaban de hacer las copias más degradadas de este lado del Atlántico etc. en su tercer vídeo de campaña para las próximas elecciones europeas: una caricatura de los métodos de las "tropas de asalto", las Sturmabteilung. Quien ha puesto el dedo en esta llaga es Jon Juaristi: qué curiosos son estos progres, que denuncian una supuesta y fantasmal extrema derecha europea... siempre con rasgos de blanquitos caucásicos. ¿Cuándo se atreverá la gauche caviar, la izquierda Armani, la progresía de salón, a darse una vuelta, por ejemplo, por alguna de las dichosas banlieues de París? Donde lo menos que puede sucederle a una adolescente hija de marroquíes, porque se atreve a ir al cine con su novio el viernes por la noche, es que le griten por la calle que es una puta.

Dentro de dos semanas, los ciudadanos europeos votaremos para renovar el Parlamento Europeo. Desgraciadamente, ni un solo partido se ha atrevido a llevar en su programa la más tímida propuesta sobre la integración de los inmigrantes musulmanes en los países de la Unión. Ni uno solo se plantea qué hacer con la representación institucional y política de los musulmanes en aquellos países europeos donde su presencia es creciente. Salvo, por lo visto, seguir con el viejo modelo de las Comisiones y Consejos de musulmanes, como sucede en Francia, Alemania o España. Un modelo que sirve sólo para que las autoridades locales se laven las manos y dejen en las de notables, por lo general conservadores en materia de sharia, el destino de los musulmanes europeos (y que, salvando todas las distancias, evoca el tristemente célebre precedente de los Judenräte).

Y sin embargo, este es un asunto de vital importancia. Y no sólo por las obvias y conocidas razones de seguridad. También lo es para ellos, para los millones de musulmanes que, como Hirsi Ali, Necla Kelek, Chahdortt Djavann o Nyamko Sabuni, sean creyentes o no, aspiran a vivir de acuerdo con los valores y la legalidad de sus patrias adoptivas. Al menos por respeto a ellos, los turiferarios del cómodo y falaz multiculturalismo deberían aprender a distinguir entre imames que predican la muerte de Occidente en mezquitas instaladas en la puerta de sus casas y la denuncia del nuevo fascismo que, con peligro para sus vidas, se atreven a hacer estas hijas, felizmente descarriadas, del Islam.



Ana Nuño
http://revista.libertaddigital.com
 
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