quarta-feira, 27 de maio de 2009

La tormenta perfecta

Justo ahora, cuando al fin parece que va a romper la tormenta que promete este cielo de mediodía mediterráneo, entre sus tímidas calimas de mayo y el abrazador vaho del calor ciudadano (ojo: la zeta está ahí para abrazarnos, no para poner a sudar al editor), de pronto he recordado una frase de Borges. Y si no es de Borges, basta con pensar que lo sea para que parezca ben trovata: "Hay comunistas que sostienen que ser anticomunista es ser fascista. Esto es tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón".

Y justamente ahora, una frase como la recordada puede parecer una obviedad. Salvo que hay obviedades que engañan, porque ni siquiera cambiando "comunistas" por "islamistas" y ajustando el resto al nuevo guión nos acercaríamos al retrato robot de la nueva barbarie ideológica. Que reza, de cuclillas y apuntando con la cabeza hacia La Meca, que quienes hoy se atreven a decir que el Islam, antes que una religión, es una ideología, y que, como las que la precedieron en el siglo XX, esa ideología es liberticida, ni siquiera gozarán de la condición de mormones. Directamente, si tienen la suerte de ser europeos y conocidos por el establishment mediático, se les colgará una fatua al cuello y sólo habrán de pasarse años, tal vez el resto de sus días, custodiados por media docena de guardaespaldas.

¿Que exagero? ¡Quia!, como diría un conocido periodista español. De Ayaan Hirsi Ali a Robert Redeker, de Geert Wilders a Wafa Sultan, mujeres y hombres nacidos en países de la UE o ciudadanos europeos de nueva planta saben a diario el precio que se paga por sostener que el islamismo es el nuevo fascismo. En cuanto a los otros, que tenemos la fortuna (¿por cuánto tiempo, todavía?) de sólo ser tachados de "antiislamistas", día tras día recibimos el bombardeo de las almas buenas de Sezuán. Bombas de papel periódico, es cierto, pero cargadas del mismo futuro que hace setenta años ponían los pacifistas europeos en sus loas a Chamberlain.

Joseph Goebbels.
Sólo dos botones de muestra recientes. El primero, debidamente asilvestrado, procede de la baticueva de la prensa española –vulgarmente conocida como El País– y lleva la firma de uno de sus más notables y cegatos murciélagos. Es un buen ejemplo (cuyo descubrimiento debo a Mario Noya) de los métodos de amedrentamiento corrientes en Al Ándalus: aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, se introduce la reseña de un libro con sutiles comparaciones entre "el pueblo judío" y Hitler, se repite la nunca oída monserga, desde los Protocolos de los Sabios de Sión en adelante, sobre los "millones de dólares" derrochados en difamar a Hamás por los neocon (todos judíos, huelga decirlo) y se acaba adobando esta diatriba digna del mejor Dr. Goebbels con espumarajos arrojados a "un célebre radiopredicador español".

El otro, como no es fruto de la dehesa carneril española, tiene trazas civilizadas. Es un debate, orquestado por la Brookings Institution en septiembre de 2006, entre periodistas e investigadores vinculados a este célebre think tank socialdemócrata estadounidense, por un lado, y por otro, Justin Vaisse y Jonathan Laurence, autores de Integrating Islam: Political and Religious Challenges in Contemporary France. A diferencia del botón peninsular, este es de lo más nacarado y elegante. Eso sí: se cuidan mucho las formas, y por lo tanto se ha evitado dar cabida en él a voces discrepantes. Pero sus panelistas de vez en cuando sueltan pelillos como éste:
Quienes pronuncian la palabra "Eurabia" están agitando el espantapájaros de un continente europeo que está mutando por la presión que ejercen los estados productores de petróleo y que prácticamente ha renunciado a sus valores y políticas y se ha rendido ante una horda de inmigrantes árabes.
Si con tal pulcritud intelectual y respeto sentencian estos intelectuales progresistas de cuello blanco las notables investigaciones de Bat Ye'or, qué cabe esperar de sus degradadas copias de este lado del Atlántico. En todo caso, ni a unos ni a otros es fácil imaginarlos denostando la etiqueta Islam europeo, acuñada por Tariq Ramadan, como con tanta soltura denigran del concepto de Eurabia.

Mahmud Ahmadineyad.
Todas estas maniobras de amedrentamiento, estas gesticulaciones de los popes de la progresía, tienen una única finalidad: quien se atreva a decir que Ahmadineyad va desnudo, o que desde las mezquitas construidas en Francia, Alemania, Inglaterra o España con fondos saudíes, marroquíes o de los emiratos se predica el odio al infiel y la guerra santa, será automáticamente etiquetado, en una perfecta inversión de valores digna del Newspeak orwelliano, como neonazi. No otra cosa acaban de hacer las copias más degradadas de este lado del Atlántico etc. en su tercer vídeo de campaña para las próximas elecciones europeas: una caricatura de los métodos de las "tropas de asalto", las Sturmabteilung. Quien ha puesto el dedo en esta llaga es Jon Juaristi: qué curiosos son estos progres, que denuncian una supuesta y fantasmal extrema derecha europea... siempre con rasgos de blanquitos caucásicos. ¿Cuándo se atreverá la gauche caviar, la izquierda Armani, la progresía de salón, a darse una vuelta, por ejemplo, por alguna de las dichosas banlieues de París? Donde lo menos que puede sucederle a una adolescente hija de marroquíes, porque se atreve a ir al cine con su novio el viernes por la noche, es que le griten por la calle que es una puta.

Dentro de dos semanas, los ciudadanos europeos votaremos para renovar el Parlamento Europeo. Desgraciadamente, ni un solo partido se ha atrevido a llevar en su programa la más tímida propuesta sobre la integración de los inmigrantes musulmanes en los países de la Unión. Ni uno solo se plantea qué hacer con la representación institucional y política de los musulmanes en aquellos países europeos donde su presencia es creciente. Salvo, por lo visto, seguir con el viejo modelo de las Comisiones y Consejos de musulmanes, como sucede en Francia, Alemania o España. Un modelo que sirve sólo para que las autoridades locales se laven las manos y dejen en las de notables, por lo general conservadores en materia de sharia, el destino de los musulmanes europeos (y que, salvando todas las distancias, evoca el tristemente célebre precedente de los Judenräte).

Y sin embargo, este es un asunto de vital importancia. Y no sólo por las obvias y conocidas razones de seguridad. También lo es para ellos, para los millones de musulmanes que, como Hirsi Ali, Necla Kelek, Chahdortt Djavann o Nyamko Sabuni, sean creyentes o no, aspiran a vivir de acuerdo con los valores y la legalidad de sus patrias adoptivas. Al menos por respeto a ellos, los turiferarios del cómodo y falaz multiculturalismo deberían aprender a distinguir entre imames que predican la muerte de Occidente en mezquitas instaladas en la puerta de sus casas y la denuncia del nuevo fascismo que, con peligro para sus vidas, se atreven a hacer estas hijas, felizmente descarriadas, del Islam.



Ana Nuño
http://revista.libertaddigital.com

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