quarta-feira, 20 de maio de 2009

Ser «marciano»

«Un feto de 13 semanas de gestación no es un ser humano. Es un ser vivo, claro, pero no podemos hablar de ser humano porque eso no tiene ninguna base científica». La miniministra de Igualdad nos ha salido científica. Según el diccionario, un feto es «un embrión desde que se implanta en el útero hasta el parto». O sea, un embrión desarrollado. Embrión de gato, de oso o de humano, según. Decir que un feto humano no es ser humano es una tontería. Se podrá objetar que no es un ser humano desarrollado del todo, o que no es un ser humano nacido, pero es evidente que no es otra cosa que ser humano. No es gato, no es oso, ni es vida en Marte. 

De todas formas, huelga el debate, porque las abortistas abordan el contenido del útero con el más absoluto de los desprecios. Minimizan verbalmente al cigoto, embrión o feto porque también lo minimizan en la práctica hasta reducirlo a excrecencia, basura sanitaria o tumor. No lo digo yo, lo dicen ellas: Altamira Gonzalo, presidenta de la Asociación de Mujeres Juristas Themis, se quejaba la semana pasada de que la nueva ley del aborto establece tres días de reflexión para las mujeres que piensen abortar. «Eso -decía- es tratarnos como subnormales. ¡Si vas a que te pongan más pecho no tienes que reflexionar, pero si vas a abortar tienes que pensártelo tres días!». 

Por si cabe alguna duda del tipo de discurso del feminismo abortista más agresivo basten las declaraciones de la socialista Consuelo Catalá, cofundadora y presidenta de la Patronal de Clínicas Abortista (ACAI) en la Fundación Alternativas hace cuatro años: «Estoy encantada de que en mi país haya cifras de abortos de 112.000 al año, en el sentido de que estas mujeres hayan tenido la opción de ejercer un derecho que es el aborto». 

Para estas mujeres, el aborto no es nada, y el feto, menos. Los descubrimientos de la genética y la biología les importan un pimiento. La continuidad cromosómica desde el cigoto al parto las deja frías. 

Curiosamente, las tres grandes adalides de este proyecto de ley, María Teresa Fernández de la Vega, Trinidad Jiménez y Bibiana Aído, no tienen hijos. Es lógico, la maternidad humaniza.

Cristina L. Schlichting 
www.larazon.es

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