quarta-feira, 13 de maio de 2009

La izquierda liberal sí existe: Mina Ahadi

Mina Ahadi.
A respirar hondo: iraní, activista pro kurda, anti islamista y comunista. Todo eso es Mina Ahadi, una iraní de nacimiento y alemana de lucha política que no se resigna a renunciar a los viejos principios de la izquierda. Remember? Aquella misa laica instaurada por la Gran Revolución, el credo para los ateos que rezaban libertad, igualdad, fraternidad ante el altar del inexorable porvenir de la humanidad. Como todos los altares, salpicado de la sangre de varios holocaustos.
Pues sí, divina sorpresa: todavía queda por ahí algún ejemplar de la vieja izquierda idealista, no reciclado en periodista fashion o multimillonario activista de derechos medioambientales. Por otra parte, es cierto que Mina Ahadi, a diferencia de Ayaan Hirsi Ali o Nyamko Sabuni, no ha ostentado cargos oficiales. Tampoco tiene la envergadura mediática de Wafa Sultan, Nonie Darwish o Chahdortt Djavann. De hecho, los medios de comunicación reputadamente serios la ningunean a placer. Por sólo mencionar media docena: cero referencias en Le Monde, The New York Times, El País, La Vanguardia; una referencia, y de pasada, en The Guardian, una en Libération, la misma en El Periódico de Cataluña (fusilada, sin indicar la fuente de origen)...

Ahadi nació en 1956 en Abhar, el mayor núcleo urbano de la provincia de Zanjan, poblada mayoritariamente por azeríes. Bajo la dictadura de Reza Pahlavi, Ahadi estudiaba medicina en la Universidad de Tabriz y militaba en el Partido Comunista de Irán. Tras el triunfo de la revolución de Jomeini, fue expulsada de la universidad por negarse a llevar el chador. Su marido, también comunista, fue secuestrado y ejecutado por agentes del Vevak, el Ministerio de Inteligencia y Seguridad, digno sucesor de la temible y temida Savak. Ahadi se refugió en el oeste del país, donde trabajó para la insurgencia kurda de 1981 a 1990. Ese año se exilió a Austria, país del que ostenta la nacionalidad, y posteriormente se radicó en Alemania, donde vive desde 1996.

Hasta la fecha, Mina Ahadi ha impulsado tres asociaciones políticas, sin duda poco glamurosas para los medios occidentales (¡ah, si al menos tuviera la silueta de Carla Bruni...!): en 2001, el Comité Internacional contra la Lapidación, integrado desde 2004 en el Comité Internacional contra las Ejecuciones, y en 2007 el Comité Central de Ex Musulmanes, con sede en Alemania y franquicias en Reino Unido y Holanda.

Ahadi no es sólo una apóstata del Islam, sino que anima a todos los musulmanes que viven en Europa a abjurar. Y no sólo de su religión familiar, sino de cualquier otro credo. Para un occidental desinformado de los usos y costumbres islámicos (es decir, para cualquiera de nosotros), este empeño puede parecer anacrónico. Pero hay que saber que, para un musulmán (y se es musulmán indefectiblemente por el solo hecho de nacer de padres musulmanes), renunciar públicamente al Islam no es ninguna broma: en los países en los que rige la sharia, hacerlo equivale a exponerse a la pena capital.

Esta mujer que recuerda, por su infatigable combatividad, a Rosa Luxemburgo, pero que afortunadamente parece estar dotada de más sentido común que la espartaquista, tiene muy claro quiénes son hoy los enemigos de la libertad. Y además se atreve a señalarlos: el Islam político y sus colaboracionistas en los países occidentales.

Lo que entiende Ahadi por Islam político queda resumido en una palabra: el hijab. Basta con ver a una mujer afgana portando el burka –dice Ahadi– para comprender la función que el velo desempeña: "Para el Islam político, la mujer no es más que un pedazo de tela". En el mismo lugar, en Londres, y en un acto conmemorativo del Día Internacional de la Mujer de 2008, añadía: "Para el Islam político, la mujer es ein Stücke". "Un pedazo", "una cosa". Y al oírla me ha venido a la memoria una escena de Shoah: el testimonio de dos supervivientes de las matanzas de los Einsatzgrüppen en Lituania. Específicamente, las palabras que debían pronunciar los judíos lituanos, obligados por los SS a desenterrar los cadáveres de las fosas comunes a las afueras de Vilna para cremarlos y hacerlos desaparecer: Figuren (muñecas, marionetas) y Schmattes (trapos). Quienes se atrevían a humanizar aquellos restos llamándolos "cadáveres" pasaban de inmediato a la condición de muñecas de trapo.

Y lo que entiende Ahadi por colaboracionismo con el Islam queda resumido en esta declaración suya, pronunciada en la rueda de prensa de presentación del Comité de Ex Musulmanes de Inglaterra, en octubre de 2007:
Vivimos en un mundo en el que los intelectuales dicen que el Islam es lo correcto.
Vivimos en un mundo en el que los medios de comunicación y la gente en general tienen miedo de criticar al Islam y a otras religiones, pero especialmente al Islam.
Vivimos en un mundo en el que se consideran aceptables los crímenes de honor, los matrimonios de menores de edad y el movimiento islámico en general.
Vivimos en un mundo que es "tolerante", que quiere "cooperar con las organizaciones islámicas", un mundo que da constantes muestras de paciencia.
Nosotros decimos que las personas que vienen de los llamados "países musulmanes" a vivir en países europeos son personas, no "musulmanes".
Nosotros defendemos el secularismo.
Defendemos la libertad de expresión en este mundo.
Y pretendemos demostrar que, en este mundo, a lo que nos enfrentamos es a un Islam politizado: un movimiento que es inhumano y que aspira a hacerse con el poder en el mundo entero.
En 2007, Ahadi recibió el Premio Michael Irwin a la Secularista del Año. Richard Dawkins saludó su concesión con estas palabras: "El despertar de las mujeres" es la clave del problema de "la amenaza mundial del terrorismo y la opresión islámicos". Por una vez, se puede estar plenamente de acuerdo con el papa del ateísmo militante.



Ana Nuño
http://revista.libertaddigital.com

Nenhum comentário:

 
Locations of visitors to this page