sexta-feira, 29 de maio de 2009

El PSOE y la provocación a la Iglesia

El caso del vídeo electoral del PSOE para las europeas es paradigmático de la estrategia del partido del gobierno de provocación sistemática a la Iglesia y de deslegitimación de lo cristiano en esta sociedad postsecular. Si uno analiza con mente jurídica el texto del vídeo, los autores se salvarán de una supuesta querella por difamación dado que todo su mensaje es tan claro como implícito.

A la hora de apuntalar la idea que se quiere transmitir con las ambigüedades de lo no dicho, pero de lo entendido por todos, los socialistas son, como buenos herederos de las técnicas propagandísticas más avanzadas del comunismo clásico, unos genios de la cosa y de la causa. Pero lo que subyace no es el hecho de la utilización de un supuesto sacerdote para enardecer a los votantes progresistas y activar a los coyunturales votantes socialistas que hayan pensado quedarse en casa. Lo que está detrás de esta campaña es una permanente estrategia de provocación a la Iglesia, y al mensaje cristiano, y a los católicos, y así cacarear a los cuatro vientos que, mudadas las tornas, los radicales son ellos, es decir, los curas. Los católicos estamos siendo objetos de una forma sutil de discriminación: la llamada doctrina de las "razones públicas", que excluye la posibilidad de que los creyentes hagan valer en los debates jurídicos y políticos argumentos dependientes de nuestras convicciones religiosas, mientras que los progresistas de turno lo que utilizan son imágenes religiosas para desacreditar públicamente a su imaginado contrario.

La visión progresista del mundo ejerce una hegemonía en los medios de comunicación, en las universidades, en el cine y la literatura, en las escuelas, hasta el punto de merecer la calificación de "cultura dominante". Nos hemos encontrado un vídeo dominante, en la medida en que es capaz de hacerse creíble en la sociedad en la que nos encontramos. La "contracultura" liberacionista de los ha pasado a convertirse en la ortodoxia, en la doctrina oficial del gobierno bienpensante y "políticamente correcto". El triunfo o "dominio" del paradigma progresista tiene lugar, no tanto en el terreno de los hechos, como en el del imaginario social y las ideas públicamente aceptables.

La izquierda política, que fracasó a lo largo del siglo XX en sus aspiraciones clásicas, como fueron la socialización de los medios de producción y la sustitución del capitalismo por el socialismo, experimenta en el presente una mutación decisiva que la lleva a sustituir la revolución socio-económica por la revolución sexual y moral. Zapatero es el nuevo Marx del pansexualismo libidinoso, de la pulsión freudiana, del amor libre y de la píldora de la felicidad.

¿Qué le pasa a la derecha clásica? Con un complejo de inferioridad cultural de libro, sin ser capaces –en muchos casos– de defender articuladamente los valores y principios que subyacen a esa forma de vida, camina por la historia pidiendo perdón y con los escrúpulos propios de quien sabe ha sido infiel a sus ideas.

La izquierda española del siglo XXI es más gramsciana que Antonio Gramsci. Ya en los años 30, este autor profetizó la necesidad de que la izquierda conquistase la hegemonía cultural antes de intentar el asalto al Estado y a las relaciones de producción; la revolución de las costumbres, de las creencias, de los códigos morales, debía preceder y facilitar a la revolución político-económica. Dicha tarea incumbía a los "intelectuales orgánicos" de la izquierda, es decir, a los titiriteros de turno, a los periodistas de bodeguilla, a los medios de bando que debían trabajar coordinadamente para ganarse el imaginario social, sustituyendo la visión del mundo tradicional por la marxista. El rival natural de los "intelectuales orgánicos" gramscianos era la Iglesia. Y en la Iglesia había que infiltrarse. La izquierda, por tanto, tenía la misión de centrarse en combatir las creencias religiosas. Y ahí estamos.

José Francisco Serrano Oceja
http://iglesia.libertaddigital.com 

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