Sabíamos que Pajín debía confundir los métodos abortivos con los anticonceptivos cuando dijo aquello de que la reforma de la ley del aborto tenía por objetivo lograr "que las mujeres que no lo deseen no se queden embarazadas". Sabíamos asimismo que no era confusión, ni siquiera ignorancia, sino simple estupidez cuando atribuyó el estancamiento económico al hecho de que "el PIB es masculino, claramente masculino, y no cambiará hasta que las mujeres se impliquen en mayor medida en la toma de decisiones". También puso en evidencia su siempre solemne estulticia cuando nos habló del "acontecimiento planetario" que, según ella, iba a suponer la coincidencia temporal de la presidencia de Obama con la presidencia de turno de Zapatero en la UE.
Sin embargo, con lo que ha hecho este miércoles al dirigirse en castellano, valenciano, euskera y gallego al resto de senadores, Pajín nos ha demostrado que hablando no sólo es capaz de decir estupideces, sino también de hacerlas.
El problema, en este caso, es que la última de Pajín va camino de institucionalizarse a cargo de los contribuyentes, al aprobar el PSOE y los nacionalistas una reforma del reglamento del Senado por la que se podrá debatir en valenciano, catalán, gallego y euskera. Así el Estado se gastará una cantidad de dinero en equipos y traductores que oscila entre los 120.000 euros al año –tal y como, a la baja, lo cuantifican los promotores de la estupidez– hasta el millón de euros en que lo cifra de forma más realista el PP. Todo para que los señores senadores no tengan en España por qué debatir en español, única lengua que todos ellos conocen y la única oficial del Estado.
Mucho más se podría decir de esta ridícula y al tiempo ofensiva iniciativa, pero quiero fijarme en las últimas palabras de Pajín tras su políglota intervención: "Hagamos de este hemiciclo lo que los senadores y las senadoras hacemos con normalidad en los pasillos de esta cámara". Sí claro, como si los senadores –y, por supuesto, senadoras– fueran por los pasillos con pinganillos y traductores al hombro para poder charlar entre ellos en lenguas que desconocen.
¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad. Lo que va a presenciarse en el Senado español sería igual de terrorífico si no fuera porque es infinitamente más ridículo.
Guillermo Dupuy
http://www.libertaddigital.com
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