quarta-feira, 21 de abril de 2010

Antes que Stalin fue Lenin

En una carta dirigida a los miembros del Buró político, el 19 de marzo de 1922, [Lenin] explicaba, con el cinismo que le caracterizaba, cómo el hambre podía ser utilizada beneficiosamente para "golpear mortalmente al enemigo en la cabeza":

"Tenemos noventa y nueve oportunidades sobre cien de golpear mortalmente al enemigo (...) Con tanta gente hambrienta que se alimenta de carne humana, con los caminos congestionados de centenares y millares de cadáveres, ahora y solamente ahora podemos (y en consecuencia debemos) confiscar los bienes de la Iglesia con una energía feroz y despiadada. Precisamente ahora y solamente ahora la inmensa mayoría de las masas campesinas puede apoyarnos, o, más exactamente, puede no estar en condiciones de apoyar a ese puñado de clericales Cien Negros y de pequeño-burgueses reaccionarios... Podemos así proporcionarnos un tesoro de varios centenares de millones de rublos-oro (¡soñad en las riquezas de ciertos monasterios!). (...) Todo indica que no alcanzaremos nuestro objetivo en otro momento, porque solamente la desesperación generada por el hambre puede acarrear una actitud benévola, o al menos neutra, de las masas en relación con nosotros... También, llego a la conclusión categórica de que es el momento de aplastar a los Cien Negros clericales de la manera más decisiva y despiadada, con tal brutalidad que se recuerde durante décadas. (...) cuanto más elevado sea el número de representantes del clero reaccionario y de la burguesía reaccionaria pasados por las armas, mejor será para nosotros. Debemos dar inmediatamente una lección a todas esas gentes, de tal manera que no sueñen ya en ninguna resistencia durante décadas...".

(...) Según fuentes eclesiásticas, 2.691 sacerdotes, 1.962 monjes y 3.447 monjas fueron asesinados en 1922.

(Stéphane Courtois et al., El libro negro del comunismo, pp. 147-149).

Si la muerte fuera descansar en paz, entonces habría que sacarlo de su museo de cera y condenarle a cadena perpetua con el prolongamiento artificial de la vida.

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"Que Dios nos libre de los hijos de puta literales o alegóricos que pretenden afligirnos, y nos preserve de todo camelo o impostura". (De una carta de Leopoldo Marechal a Ernesto Sabato). (Ay, el recurso a la Tercera Persona).

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(Otras) lecturas: La despedida, de Marcelo Birmajer. Sé que se llamó La cena.


Mario Noya

http://blogs.libertaddigital.com

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