terça-feira, 21 de abril de 2009

Que el mundo se abra al pueblo cubano

En la historia reciente de Cuba, pocos acontecimientos despertaron tanto interés como la visita de Juan Pablo II, en enero de 1998. La esperanza generada era lógica: el Papa polaco había contribuido, junto a otros grandes personajes como Margaret Thatcher y Roland Reagan, a la caída del Muro de Berlín. El colapso del comunismo era una realidad, y Cuba representaba una excepción totalitaria en Occidente.
Juan Pablo II amaba Cuba y a los cubanos. Los discretos –pero importantes– logros de su viaje reflejan el empeño que puso por abrir espacios de libertad en la isla. Al aterrizar, no dudó en besar suelo cubano y dirigirse a las autoridades comunistas expresando un deseo muy claro: "Que el mundo se abra a Cuba. Que Cuba se abra el mundo". Ese ideal ha vuelto a cobrar fuerza tras el anuncio de Barack Obama de que Washington levantará las restricciones a los viajes de norteamericanos a la isla y las remesas enviadas por los cubanoamericanos a sus familiares residentes en la misma.

En cierto sentido, el mundo se ha abierto a Cuba. Cerca de 80 países mantienen relaciones comerciales con ella –todas, a través del gobierno cubano–, y La Habana y Varadero se han convertido en destinos casi obligados para cientos de miles de turistas de los países occidentales. Con la excepción de los presidentes de Estados Unidos, los gobiernos de las democracias occidentales han tratado de mantener unas relaciones amistosas con la dictadura. Algunos, como el español, han sido especialmente generosos –con el dinero del contribuyente– en sus políticas de cooperación con la isla y han pasado por alto tanto las recurrentes provocaciones del Comandante en Jefe como el hecho de que cooperación se tenga que realizar a través de instituciones del régimen. Esta apertura del mundo a Cuba, sin embargo, se caracteriza por una obligada limitación: la obsesión del gobierno cubano de mantener aislado al pueblo cubano.

La pretensión de Fidel Castro de que el mundo ignore sistemáticamente a los demócratas cubanos ha sido acogida ciegamente por muchos de los que urgen a Estados Unidos a abrirse a Cuba. El resurgir de la sociedad civil cubana, con el florecimiento del Proyecto Varela, las bibliotecas independientes, las organizaciones de derechos humanos, fue castrado por la maquinaria represiva de los Castro. Los encarcelamientos, los actos de repudio, los aislamientos y las humillaciones se extendieron para acabar con cualquier esperanza de cambio. En ese momento, cuando los demócratas cubanos reclamaban el apoyo internacional, algunos gobiernos denunciaron con valentía la situación en la isla. Otros, en cambio, callaron y limitaron sus contactos con Cuba a la agenda marcada por los dirigentes comunistas.

Tampoco en los once años transcurridos desde la visita del Papa polaco se ha abierto Cuba al mundo. Al contrario. El régimen dio marcha atrás en las pequeñas aperturas que siguieron a la visita del Sumo Pontífice y continuó reprimiendo cualquier desviación ideológica. En la isla, toda iniciativa pasa irremediablemente por el régimen, que prohíbe con penas de cárcel cualquier actividad al margen del gobierno. Se trata de un embargo al pueblo cubano que nadie condena.

El embargo al pueblo cubano prohíbe a los cubanos tener relaciones normales con el exterior. Los cubanos no pueden poseer negocios. No pueden importar. No pueden exportar. No pueden entrar y salir libremente de su país. El acceso a internet es prácticamente inasequible, y los contenidos a que se puede acceder son limitados y están controlados por el gobierno. Los que se atreven a escribir en un medio extranjero pueden ser condenados a penas de hasta 25 años de cárcel.

La eficacia del embargo castrista está garantizada por una eficacísima maquinaria de control social. Todos los cubanos tienen la obligación de denunciar a sus semejantes ante cualquier sospecha de conducta poco revolucionaria. Los Comités de Defensa de la Revolución denuncian a quienes tratan de encubrir a sus vecinos. Nada escapa a la atenta mirada de los Grandes Hermanos.

La repercusión que el anuncio de Barack Obama ha tenido en los líderes de opinión españoles es una muestra del profundo desconocimiento que sigue existiendo sobre la realidad cubana en nuestro país. El mundo puede seguir abriéndose al gobierno cubano, pero los cubanos seguirán siendo viéndose privados de todo hasta que los Castro levanten el embargo con el que castigan a su pueblo.


MATÍAS JOVE, director ejecutivo de la Asociación Española Cuba en Transición (AECT).

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