Hace dos años, el Museo Thyssen Bornemisza presentaba los últimos paisajes de Vincent Van Gogh, concentrándose en su obra durante los dos meses anteriores a su muerte.
Ahora, el Kunstmuseum de Basilea reúne por primera vez, en 'Entre la Tierra y el Cielo: Los Paisajes', 70 obras capitales dentro de este género tan importante en su trayectoria y que cubre todos los periodos de su vida.
Nadie se había propuesto de antemano que el 2009 fuera el año Van Gogh (no hay ningún posible aniversario que se pueda relacionar con el artista), pero rara vez habían coincidido en el tiempo dos exposiciones sobre su obra tan importantes como esta que se presenta en Basilea y 'Los Colores de la Noche', que aún se puede ver hasta el 7 de junio en el Museo Van Gogh de Ámsterdam.
Si además unimos a ello la presentación en la TEFAF de Maastricht del cuadro 'Jardín en el Hospital de Saint Paul', así como el documental en IMAX presentado en la Geode de París, parece que estuviésemos viviendo esta primavera una verdadera 'vangoghmanía'.
En Basilea se pueden ver, hasta el 27 de septiembre, obras mundialmente famosas como las dos que tiene en propiedad el mismo museo, 'La vue de Paris de Montmartre' y 'Le Jardin de Daubigny'. Pero también estarán presentres otros muchos cuadros que, al pertenecer a coleccionistas privados, sólo se han podido ver en contadas ocasiones.
Evolución a través de los lienzos
A través de ellas se puede seguir, paso a paso, cómo el pintor fue descubriendo la naturaleza a lo largo de las estaciones, al mismo tiempo que hallaba su propio lenguaje artístico. Un lenguaje que desembocaría en una nueva forma de interpretar la pintura y que revolucionaría el arte de su época.
Vemos cómo los tonos terrosos y las pinceladas casi clásicas de sus obras realizadas en Holanda (durante su primera época) van transformándose en una paleta mucho más luminosa en su periodo parisino. En la capital gala aprende una nueva forma de utilizar el color a través de los impresionistas, para luego tomar, cuando se traslada al sur de Francia, esa intensidad y colorido salvaje, casi brutal, que sigue todavía fascinando a los espectadores.
A través de estas pinturas podemos seguir también sus estados de ánimo, convirtiéndose de alguna forma en insólitos retratos del artista que, sin proponérselo, nos revela sus angustias y alegrías, pero también la desesperación que le llevaría a quitarse la vida.
Comparaciones para nada odiosas
Para demostrar hasta qué punto estas obras significaron un cambio radical en la pintura de su tiempo, se exponen de forma paralela 40 paisajes contemporáneos, realizados por algunos de los artistas más significativos de su época: Daubigny, Pisarro, Monet o Cézanne. Muchos de ellos fueron realizados en Auvers, un pueblo que desde mediados del XIX había atraído a esos primeros pintores que deciden pintar el paisaje al aire libre.
Daubigny, el gran exponente de la escuela de Barbizon, amigo y precursor de los impresionistas, se construyó un barco-atelier para recorrer el río Oise y pintar sus orillas, y hacia 1860 adquirió una casa en Auvers en la que recibía a menudo a sus amigos artistas de París (como Corot, Daumier, Dupré, Harpignies, Jacque o Berthe Morisot).
Después llegaría Pisarro, que se instala en la cercana Pontoise y el mismo Cézanne, que pintó decenas de paisajes de esta zona alrededor de la casa del Doctor Gachet, donde Van Gogh viviría una de las épocas más prolíficas de su corta e intensa carrera. Allí su trazo se multiplicaría, retorciéndose, produciendo arabescos en los árboles y las casas, oleajes en los trigales, movimientos y ritmos curvilíneos de una enorme vitalidad dinámica.
Cada uno de estos pintores aportaría sin duda un nuevo punto de vista al género, pero si algo aporta esta exposición es comprobar hasta qué punto Van Gogh terminó eclipsándolos a todos.
Javier Mazorra | Basilea - www.elmundo.es
http://www.kunstmuseumbasel.ch/en/media/mitteilungen/vincent-van-gogh/
Nenhum comentário:
Postar um comentário