Los botones de nácar le delatan. Mozart escribió a finales de 1782 sobre su deseo de conseguir una casaca roja con unos particulares botones. Meses después sería retratado con esa prenda en un óleo que durante más de doscientos años ha pasado desapercibido y que ahora un especialista en historia de la música certifica como auténtico. La clásica imagen de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), con su peluca blanca de rizos, se debe a un retrato del compositor realizado por Barbara Kraft 18 años después de su muerte, y 36 años después de que se hubieran visto por última vez. De ahí la importancia del óleo, cuya historia ha podido documentar el profesor Cliff Eisen, que hoy presentará sus conclusiones en la Royal Musical Association de Londres.
Este retrato, con Mozart de perfil, peluca gris y una nariz no fea pero sí prominente, viene a sumarse a otros tres retratos realizados durante la estancia del genio de la música en Viena, donde transcurrió la última década de su vida, en su apogeo profesional.
El cuadro mide 47 por 35 centímetros y es propiedad de un coleccionista estadounidense, que lo compró en 2005 a los descendientes de Johann Lorenz Hagenauer, estrecho amigo del padre de Mozart. Realizado por el pincel de Joseph Hickel, un pintor de la corte imperial austríaca, las especulaciones sobre su autenticidad ya habían hecho que su dueño lo asegurara por más de 2,5 millones de euros. El coleccionista también adquirió a la misma familia otro retrato de Mozart pintado hacia 1764, cuando éste tenía unos 8 años. La historia de ambos tiene su base documental en cartas de Mozart y su padre, Leopold.
En una carta de septiembre de 1782, el músico explicaba a una mecenas, la baronesa Martha Elisabeth von Waldstätten: «Por lo que se refiere a la casaca roja que cosquillea mi capricho tan terriblemente, le agradecería si me pudiera hacer saber dónde puedo conseguirla y cuánto cuesta, pues lo he olvidado. Quedé tan impresionado por su belleza que no me di cuenta del precio. Realmente tengo que tener una como ésa, pues vale la pena aunque sólo sea por los botones por los que he venido anhelando por algún tiempo (...) Son de nácar con piedras blancas alrededor del borde y una bella piedra amarilla en el centro».
Orgulloso de su casaca
En octubre, Mozart volvió a escribir a la baronesa agradeciéndole que le hubiera prometido conseguirle una de esas casacas. Tan orgulloso estaría el creador de «La flauta mágica» con su nueva prenda, que lo más lógico es que se la pusiera cuando meses después posó para el retrato que le hizo Hickel. Esa pintura, ciertamente, presenta al personaje, de perfil, luciendo una vestimenta como la descrita en las cartas.
Para el profesor Simon Keffe, otro experto en el compositor de Salzburgo, se trata de un descubrimiento «muy significativo, dado que hay pocas pinturas de Mozart de los últimos años de su vida. No es necesario decir que nos anima a pensar de un modo nuevo sobre su apariencia».
Emili J. Blasco, corresponsal de ABC en Londres
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