En estos últimos años el concepto de «la memoria histórica» ha generado mucha controversia en España. Sus críticos, como el filósofo Gustavo Bueno, insisten en que ni es memoria ni historia, sino oxímoron o una contradicción en términos. La memoria, como verdadera memoria, es personal y subjetiva, mientras la historia no se basa en la memoria -con mucho demasiado subjetiva- sino en el estudio científico de los documentos y otras fuentes, y tiene que ser impersonal y lo más objetiva posible.
Algo que de verdad puede ser llamado «memoria histórica» o «memoria colectiva» existe, pero es algo bastante diferente de la historia. Consiste en actitudes, conceptos u opiniones acerca de lo pasado, formados de diversas maneras por activistas, políticos, publicistas, artistas y escritores, que tratan de definir o retratar aspectos del pasado. No son «colectivas» en el sentido de ser desarrollado por la mayoría, sino el producto de minorías políticas, sociales o culturales, que de varios modos son aceptados, difundidos o impuestos por estas minorías. Los principales teóricos en el campo de la «memoria colectiva», como Maurice Halbwachs y Pierre Nora, han admitido ya hace mucho tiempo que es más o menos así, pero nos dicen que el estudio de la llamada «memoria colectiva» es importante porque influye en los campos de la política, la sociedad y la cultura, y así llega a formar parte del desarrollo en el porvenir de la historia misma.
Es en este sentido en el que podemos decir que el descubrimiento de restos humanos de la época de la Guerra Civil en Alcalá de Henares, posiblemente los de Andrés Nin, ha llamado la atención otra vez a una de las leyendas más famosas de la Guerra Civil, una leyenda tan ampliamente difundida entre las minorías culturales e intelectuales que forma parte ya de esta mítica memoria colectiva o histórica.
La mayor parte de los hechos del «caso Nin» han quedado bastante claros durante mucho tiempo. Fueron resumidos en el folleto El asesinato de Andreu Nin, escrito por el intelectual poumista Juan Andrade, en 1939, y con algunos detalles diferentes por el ex ministro republicano y ex comunista Jesús Hernández en su libro posterior Yo fui un ministro de Stalin (1950). El folleto de Andrade nunca fue publicado en España y no salió en Francia hasta que estuvo incluído en el libro de René Lefebre, Espagne: Les fossoyeurs de la révolution sociale (1975). El asunto quedó allí hasta las investigaciones llevadas a cabo en la Rusia pos-comunista por María Dolors Genovés por su documental sobre el caso, Operación Nikolai (nombre de código soviético para la operación de la supresión del POUM) que fue presentado en Barcelona en 1992.
De los líderes y militantes del POUM detenidos en Barcelona el 16 de junio de 1937 y en días posteriores, Nin, el secretario político del partido, fue con mucho el más importante y el más odiado por Stalin. Fue el único de los líderes principales que fue ejecutado -mejor dicho asesinado que ejecutado- y algunos de los detalles más significantes de esta detención, presunta tortura y asesinato por los agentes del NKVD soviético nos son todavía desconocidos.
Para la extrema izquierda revolucionaria y también para otros críticos del gobierno de Juan Negrín ha sido siempre como uno de los casos más importantes de la guerra, normalmente considerado emblemático por tres hechos fundamentales: la supresión de la revolución de la extrema izquierda, el poder de los soviéticos en España y la negación de la democracia o derechos civiles bajo Negrín. Son todas cuestiones básicas que no podemos abordar aquí. Para la extrema izquierda revolucionaria española y sus simpatizantes en varios países, Nin ha quedado como el mítico mártir y héroe de la revolución española y de su represión, supuestamente por Stalin. No hay duda de que Nin puede ser considerado un mártir de su causa, y también una especie de héroe político en un sentido puramente subjetivo y sectario, pero el verdadero alcance o significado de esto es bastante diferente de la leyenda.
¿Quién fue Andrés Nin? Fue ante todo un intelectual y revolucionario catalán, que militó sucesivamente en el catalanismo extremista, la CNT, la Comintern y el PCE, la Izquierda Comunista trotskista y finalmente en el célebre POUM. El Partido Obrero de Unificación Marxista fue formado en Barcelona en 1935 por la fusión del Bloque Obrero y Campesino (leninista) y la Izquierda Comunista (trotskista). Una vez que el líder principal, Joaquín Maurín, se encontró atrapado en la Zona Nacional, Nin se destacó como la portavoz y jefe del POUM. El nuevo partido había abandonado el trotskismo, pero se presentó como el único verdadero partido comunista español, leninista y ultra-revolucionario, opuesto al stalinismo del PCE. Los comunistas siempre lo tildaron de «trotskista», aunque técnicamente no lo era, y Stalin se fijó en eliminarlo como el competidor más peligroso para el comunismo ortodoxo.
El POUM era un partido muy pequeño y, aunque tenía el apoyo de un sector obrero muy reducido, no era partido de masas. En la práctica estaba de acuerdo con el ala más extremista de la CNT-FAI en dar la máxima prioridad a una revolución violenta y total, colocando la guerra civil en un segundo lugar. Como algunos cenetistas, los poumistas insistían en que la revolución de por sí traería la victoria en la guerra, puesto que engendraría el entusiasmo arrollador de las masas.
Tal prioridad rápidamente entraba en conflicto no meramente con los comunistas, sino con la mayor parte de las otras fuerzas republicanas. Con la formación del gobierno de Negrín en mayo de 1937 se empezó a crear un cierto acuerdo entre los republicanos de izquierda, muchos de los socialistas y hasta con los líderes de la CNT de que sería necesario encauzar la revolución para ganar la guerra. El POUM rechazó esto totalmente y se empecinó en la línea ultrarrevolucionaria. Por eso existía un cierto consentimiento indirecto, en algunos casos de mala conciencia, de los otros grupos republicanos en la supresión del partido por la policía republicana y los soviéticos. La República de esos años, después de todo, no fue ninguna democracia sino un régimen revolucionario semi-pluralista librando una guerra civil desesperada.
Si Nin fue mártir y héroe de la extrema izquierda revolucionaria, no lo fue de la democracia. El objetivo del POUM era la creación de un sistema revolucionario totalitario inspirado por la primera Unión Soviética de Lenin. Stalin meramente «perfeccionó» el sistema leninista, que ya empezó como terrorista y totalitario. Eso es lo que el POUM buscaba para España, y durante el primer año de la guerra participó en toda clase de actos violentos, vandálicos y asesinos. Los soviéticos trataron a Nin más o menos del mismo modo que los poumistas ya habían tratado a miles de españoles y pensaron tratar a todo el país, si milagrosamente se hubieran apoderado del gobierno de España. Esta fue la triste realidad de la Guerra Civil, y, más allá de las criminales circunstancias de su muerte, eso es la verdadera «memoria» que la historia nos enseña sobre el caso y la carrera política de Andrés Nin.
Stanley G. Payne
Profesor emérito de la Universidad de Wisconsin
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