Los resultados provisionales de las elecciones generales han dado al PSOE una victoria que a medida que avanzaba el escrutinio iba recortando su distancia con el PP, para, al final de la jornada, arrojar una situación en la que los populares y los socialistas han acortado las diferencias de 2004, separados ahora por 3,5 puntos porcentuales de diferencia y doce escaños, cuatro menos que hace cuatro años. Estas eran al menos las cifras conocidas al cierre de esta edición, con casi el 90 por ciento de los votos escrutados. La primera valoración que merecen estos datos, en conjunto, es que el PSOE se ha atraído el voto del miedo a la derecha, porque su escaso crecimiento -sólo cuatro escaños- se ha debido al hundimiento de Esquerra Republicana de Cataluña y a los retrocesos de PNV e Izquierda Unida. Especialmente significativo es el retroceso de esta última formación, auténticamente hundida en el panorama político español, y cuyos resultados obligaron anoche mismo a Gaspar Llamazares a asumir su fracaso personal y a renunciar a su cargo de coordinador general de la coalición. El PSOE ha ganado menos de un dos por ciento, mientras el PP obtiene un avance similar, y se convierte en el partido de oposición con mayor respaldo parlamentario. Por tanto, el crecimiento del socialismo se produce gracias al nacionalismo radical y a la extrema izquierda; mientras el del PP se debe al de electorado moderado y centrista, que ha sabido identificarse con el proyecto encarnado por Mariano Rajoy, aunque no en la medida que necesitaba el PP para dar un vuelco electoral a las encuestas conocidas durante la campaña. Esta configuración del voto habrá de tenerse en cuenta para interpretar las líneas de actuación del próximo Gobierno socialista, dado que el PSOE no sólo ha radicalizado su electorado propio, sino que ha transformado sus principios ideológicos hasta el extremo de hacerlos atractivos -aunque sólo sea por necesidad- para los sectores más extremos del arco político.
Con estos resultados, el líder del PP, Mariano Rajoy, puede legítimamente considerar respaldada su labor de oposición, lo que no debe asimilarse en ningún caso a la autocomplacencia. La victoria del PSOE se cimenta sobre todo en Cataluña, como preveían los estrategas electorales socialistas, pero el PP ha logrado avances muy importantes en Madrid y Comunidad Valenciana, batiendo electoralmente, en sus duelos particulares, a Rodríguez Zapatero y a María Teresa Fernández de la Vega, perdedores absolutos frente a Mariano Rajoy y Esteban González Pons. Mención especial merece la entrada de Rosa Díez y su partido, Unión Progreso y Democracia, en el Congreso de los Diputados, confirmando con la obtención de un meritorio escaño, aunque sea de forma incipiente, la existencia de una vía de izquierda alternativa al PSOE, con principios propios de una izquierda con sentido nacional en los grandes asuntos de Estado. Los electores madrileños han premiado la perseverancia y la determinación de una gran socialista, repudiada por su partido y cuyos votos han contribuido a refrescar el hermético espacio de la izquierda española.
Ahora hay que hablar del futuro de España. Las perspectivas políticas a corto y medio plazo no invitan al optimismo, salvo que José Luis Rodríguez Zapatero asuma las condiciones limitadas de su victoria -una mayoría para gobernar, pero muy por debajo de la «mayoría suficiente» que el PSOE reclamaba para sacudirse las hipotecas nacionalistas- como un aviso de que ha polarizado a la sociedad español más allá de lo prudente. Por tanto, si no hay rectificación, el PSOE habrá de repetir su política de cesiones a los nacionalistas y a la extrema izquierda para poder formar gobierno, y enfrente tendrá a la oposición más fuerte de la democracia, un Partido Popular que ha subido seis escaños. La consolidación del bipartidismo es un hecho. Entre PP y PSOE suman el 85 por ciento de los votos. Por el contrario, si Rodríguez Zapatero aceptara este resultado con una visión nacional de los intereses en juego y valorara, con sentido patriótico, los daños que ha jalonado su mandato en la estabilidad institucional y los consensos básicos que ha roto temerariamente, habría de aceptar que no es posible una nueva segunda legislatura basada en la marginación del PP y en una política de gobierno hostil hacia la derecha democrática. Perseverar en esta opción -la opción del Pacto del Tinell- sería una irresponsabilidad imperdonable. O esta legislatura es la de los pactos de Estado entre ambos partidos o será una legislatura aún más conflictiva y difícil que la que ayer finalizó.
Rodríguez Zapatero ha ganado, en efecto, pero sería un acto de prudencia muy oportuno que no cantara victoria, porque esta legislatura no le ha servido para aumentar las distancias frente al PP ni para obtener ese éxito arrollador con el que soñaba en abril de 2004, cuando imaginó que la derecha en España sería una anécdota irrelevante en su paseo triunfal. La derecha en España existe, tiene más fuerza que hace cuatro años y es imprescindible para reconstruir todos los puentes rotos por el PSOE con el sentido común, la estabilidad constitucional y el consenso real como método. Se ha logrado un objetivo importante al reducirse la presencia de nacionalismos y extremismos de izquierda en el Congreso. El PSOE tiene la obligación histórica de aprovechar la ocasión para retomar una política de Estado junto con el Partido Popular y abandonar su política de alianzas con partidos que se han servido de la precariedad socialista para obtener beneficios que sólo aprovechaban a intereses muy particulares. Por tanto, el mapa electoral que dibujaron las elecciones de ayer es un buen motivo para que Rodríguez Zapatero reflexione y sea consciente de que el avance del PP está más extendido que el del PSOE, con victorias rotundas en Madrid y Valencia, consolidándose en Galicia, Murcia, Cantabria, las dos Castillas, Baleares y las ciudades de Ceuta y Melilla. El PP ha mejorado en Cataluña y mantenido posiciones en el País Vasco. La victoria socialista es indiscutible, pero tiene muchos matices que habrán de percibirse en su integridad durante los próximos días, pero está claro que realmente se abre una nueva etapa política, más por los resultados del PP, como oposición, que por los del PSOE como Gobierno revalidado. El PSOE ha ganado, pero su victoria no es tan cómoda como habría querido Zapatero.
www.abc.es
Nenhum comentário:
Postar um comentário