sábado, 29 de março de 2008

Una crisis nada seria

Sobrepasado el ecuador de la Gran Guerra (cuando los ciudadanos del imperio se maliciaban ya que pintarían bastos) en los cafés de Viena hizo furor una humorada con tintes de sentencia lapidaria: «La situación en Alemania es seria, pero no desesperada. En Austria, sin embargo, la situación no es seria, sólo desesperada». El diluvio de acero, en cualquier caso, se llevó por delante los juegos de palabras y aquel «mundo de ayer» (que inspiró a Stefan Zweig un hermoso epitafio) se desplomó sobre el tapete de los campos de batalla con la fragilidad casi poética de un castillo de naipes.

«¿En qué momento se nos jodió el Perú?», plantea Vargas Llosa en una de sus páginas. Los europeos hace ya casi un siglo que estamos liberados de tal interrogante. Europa se chingó -es decir, la chingamos- con los bayonetazos, las trincheras, los gases... y los valses. Hemos sobrevivido, luego, a un carrusel de espantos; hemos alzado diques para frenar la sangre; hemos tejido y destejido el manto de Penélope de las fronteras y de las nacionalidades. Claro que, pese a todo, si arrecia el oleaje, unos harán de primos creyendo ser hermanos. O sea, el que más chifle, capador, como diría el clásico. Al resto que les den. O que les castren.

Aún sigue habiendo países cejijuntos que se ponen las pilas si es que vienen mal dadas y otros tan livianos y tan despreocupados que se toman a risa la desesperanza. Entre ellos, España, donde, según Zerolo, todo el monte es orgasmo. ¡Que no pare la música! ¡Que la fiesta no acabe! ¡Danzad, danzad, malditos, y que los pies se os llaguen! ¿El vals? Para las bodas. ¿El pasodoble? Pa los rancios. Lo que hay que bailar es el aurresku. Y la muñeira. Y la sardana. Y hasta que nos expliquen a qué estamos jugando y cuáles son las bazas con las que contamos, iremos dando tumbos hacia ninguna parte. Zapatero, eso sí, nos llevará en vanguardia. Al infierno quizás, pero siempre en vanguardia. El borrico delante para que no se espante.

En los despachos de Londres y París, de Milán y de Frankfurt, los analistas financieros se enfrentan a la crisis igual que el cura de Ars se enfrentaba al Diablo. Rezando sin parar y atándose los machos. Cada día que pasa, la situación se agrava. A principio era un bache, después un socavón y hoy, al parecer, es el cañón del Colorado. El cielo continúa desenladrillándose y el Gobierno, en funciones, sigue sin funcionar y se ha llamado andana. Únicamente Bono ha dicho «mu» tras haber sido tildado de cabestro a las primeras de intercambio. Porque, por el momento, la regresión post-parto nos ha llevado a eso: a una economía de intercambio. Al vulgar toma y daca de regalías y de cargos. Al chalaneo travestido de consensos programáticos. No hay más hipotecas que las parlamentarias, ni impuestos más gravosos que los revolucionarios, ni mayor inflación que la de los escaños.

El presidente victorioso (en funciones continuas de augur irresponsable) ha vislumbrado en su bola de cristal que no hay ningún motivo por el que preocuparse. El señor Zapatero -reconocerlo es de justicia y hay que ensalzar el mérito allá donde se halle- siempre que se equivoca da en el clavo. Si afirma que algo es blanco es que es más negro que un pecado. Si pronostica lluvia, insolación garantizada. Si Hillary, McCain. Y si McCain, Obama. Llega a nacer en Delfos y reabre el oráculo. Lo cual quiere decir que, de aquí a nada, se nos van a caer los palos del sombrajo. Y nos encontraremos colgados de la brocha, igual que los austriacos que olfateaban la catástrofe. Se impone fomentar el optimismo patriótico y no dar argumentos a los reaccionarios. Y, en última instancia, el señor Solbes, ese remiendavirgos del erario, hará lo posible y lo imposible por devolverle la virtud a los balances.

Esperen y verán lo que sucede el día, no lejano, en que revienten las alarmas y los americanos dejen de tirar del carro. En Londres, en París, en Milán, en Frankfurt, la situación será muy seria, mas no desesperada. Aquí, naturalmente, sólo será desesperada. ¿O acaso hay algo serio que arraigue en este páramo?

Tomás Cuesta
www.abc.es

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