El movimiento bolivariano, con sus variantes locales, es la nueva versión de la izquierda antidemocrática. Los gobiernos de Venezuela y Ecuador han venido apoyando a la guerrilla narco-comunista de las FARC en contra del gobierno legítimamente elegido por todos los colombianos, porque comparten con ella ideas y objetivos. Lo ocurrido recientemente ha confirmado lo ya sabido. Raúl Reyes, uno de los máximos dirigentes guerrilleros, se encontraba descansando en suelo ecuatoriano, con la complicidad del presidente Correa. Chávez ha homenajeado al muerto y ha advertido a Colombia de que no aceptaría una incursión en su territorio, reconociendo así implícitamente sus simpatías con el programa de la guerrilla y el hecho, de sobra conocido, de que también encuentran refugio en suelo venezolano.
El presidente Uribe llevará al Consejo de Seguridad y a la OEA las pruebas, encontradas en el asalto, de la complicidad de los gobiernos ecuatoriano y venezolano con las FARC. Hace bien. Es necesario internacionalizar el conflicto para que el mundo sepa de la gravedad de los acontecimientos.
Chávez ha desplazado diez batallones a la frontera y Castro ha hablado de guerra. Dejando a un lado la retórica acusación a Estados Unidos, a quien se quiere culpar por lo ocurrido, estamos ante unos hechos preocupantes. Ya antes se hablaba de una posible invasión venezolana. Chávez es un revolucionario tocado por un referéndum perdido. Necesita aumentar la tensión para recuperar el liderazgo y extender la Revolución. Tras la muerte de Reyes en territorio ecuatoriano tiene un argumento y seguro que está valorando la oportunidad. Es por ello fundamental que tanto Europa y Estados Unidos como las democracias latinoamericanas envíen un mensaje claro. Si no actuamos con celeridad, si no nos comprometemos con la democracia colombiana, Chávez podría considerar llegado el momento y las consecuencias serían desastrosas.
Florentino Portero
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