Para derrotar a un enemigo totalitario, la primera batalla que hay que ganar es la del vocabulario, léase propaganda, «el otro nervio de la guerra», según Napoleón.
Y aunque el asesinato del policía nacional Eduardo Puelles parecía haber concertado una suerte de unanimidad en las fuerzas políticas y mediáticas que se definen a sí mismas como democráticas (por desgracia, no según sus costumbres sino según el guión), hay que señalar ahora que tras lo positivo en esa respuesta común, política, mediática y cívica ya se ha producido la traición inmediata de la Fiscalía y el socialismo navarro a la causa antiterrorista y, lo que a mi juicio es todavía peor: un discurso político que yerra en el análisis de la condición de los asesinos y, por tanto, en la definición de la lucha.
Esto no supone minusvalorar el extraordinario testimonio de valor cívico de la familia del policía nacional asesinado, en especial su viuda y sus hijos. Nada más lejos de mi intención. Pero en los tiempos de plomo que nos aguardan se hará necesaria una movilización permanente de la ciudadanía. Y para ello hay que precisar los valores, conceptos y términos que, en ese orden, se defienden contra el terror. Una imprecisión en la definición del enemigo es como un error en la disposición de las tropas, que si equivocan el blanco central acaban perdiendo la batalla y hasta la guerra.
Para empezar, no debe usarse el concepto «fascista» como hace López, a voleo y como sinónimo de enemigo de la democracia. No todos los enemigos de la libertad han sido siempre y sólo fascistas. No sólo llamando «fascistas» a los etarras se les puede combatir. Los etarras han sido siempre comunistas y nacionalistas, una mezcla que en los Balcanes se actualizó atrozmente hace pocos años. Nacionalistas como Milosevic, sí, pero también como Arana, Arzalluz, Ibarretxe y compañía.
Entre esa compañía están Eguiguren y parte del PSE, también nacionalistas vascos, para los que el enemigo acaba siendo siempre la Derecha, con mayúscula, y española, con minúscula. Esa España a la que matan los etarras es un «concepto discutido y discutible» para Zapatero, que, como no sabe lo que defiende, se ha tirado años defendiendo «la paz» con ETA.
Pero ETA es comunista, como Castro, Chávez y las FARC, la gente con la que simpatiza ZP. Ah, y Eduardo Puelles no era un gudari vasco. Era un policía nacional. De una nación llamada España.
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