Ha llegado a mis manos un manifiesto en pro de la enseñanza de la Historia del Arte. Lejos de considerarla una disciplina más, para mi la Historia del Arte tiene un valor especial quizá debido a las clases de COU con el P. Félix o al hecho de que durante un curso la enseñé en la universidad y de pocas experiencias docentes guardo mejor recuerdo. Por ello, me parece lamentable que el manifiesto en cuestión no mencione ni una sola vez el arte cristiano – como mucho alguna referencia vaga a los bárbaros o a Leonardo– y, sin embargo, se regodee en el islam. Mal, muy mal. Sé que algunos ignorantes e interesados pretenden que Andalucía se reduce a Al Andalus, pero es mentira.
Andalucía fue antes que nada la tierra de la que salieron Séneca y Trajano y también donde Roma erigió extraordinarios teatros. A esa Hispania llegaron después los godos, un pueblo germánico que nos enseñó la orfebrería y que levantó modestas iglesias como modesta era su herética teología. Buena parte de esta extraordinaria herencia la arrasó el islam que convirtió no pocas iglesias – por ejemplo, en Córdoba– en mezquitas.
Con todo, para ser honrados, gracias a los monarcas cristianos, algo quedó del paso artístico del islam por España. Los Reyes Católicos conservaron la Alhambra y Carlos V mantuvo los restos de la mezquita en el interior de la catedral cordobesa. La califal Medina Azara no ha llegado hasta nosotros porque la arrasaron los musulmanes. En paralelo, España fue creando un arte pre-románico y románico, y digirió el gótico francés dejando de manifiesto que su destino estaba vinculado al cristianismo que se enfrentaba al islam.
A partir del s. XVI, al Renacimiento español siguió un Barroco pujante y católico diferente por eso mismo del Barroco protestante de Rembrandt o Bach. Con la llegada de los Borbones y de la Ilustración, entró el neo-clásico al que irían sucediendo, entre otros, el romanticismo y el realismo, nunca dejando de lado un toque espiritual que va de Salzillo a Juan de Ávalos por citar sólo dos ejemplos extraordinarios.
El que conoce la Historia del Arte conoce la Historia de su pueblo y quizá por eso resulta tan importante para algunos sacarla de las aulas al igual que ya sucede con el latín y el griego o falsearla al estilo del manifiesto. De esa manera, habrá mostrencos que podrán enseñar impunemente cualquier disparate desde la prepotencia de una cátedra. Por ejemplo, podrán pontificar afirmando que gracias al islam hubo en España Renacimiento e Ilustración cuando, precisamente, es en las naciones islámicas donde nunca se han producido esos extraordinarios fenómenos. O también podrán ocultar que no hay manera de entender la Historia de España sin referencia a Roma y a la lucha denonada de siglos contra los invasores musulmanes. O también podrán repetir una y otra vez sin que nadie se atreva a contradecirlo que el arte español ha sido siempre laico y de izquierdas.
Hay que aferrarse a la Historia del Arte, la real, con uñas y dientes porque nadie que haya estado con aprovechamiento en el teatro de Mérida, en Santo Domingo de Silos, en El Prado o en la catedral de Burgos puede creerse ese engendro inventado por los ayatollahs iraníes y conocido como Alianza de civilizaciones, ni tampoco suscribirá un deplorable manifiesto como el que ha llegado a mis manos.
César Vidal
www.larazon.es
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