La semana pasada, la banda terrorista ETA volvió a asesinar. Francisca Hernández, viuda de la víctima, tras la manifestación que tuvo lugar el sábado en Bilbao no dudó en afirmar en relación con los etarras: «Son asesinos, no son políticos, no son presos políticos, eso es mentira». Sinceramente, no veo cómo puede discutirse la veracidad del aserto, pero la verdad es que al PNV le ha faltado tiempo para plantar cara a la acusación de la viuda. Sus dirigentes, dolidos en el alma por las afirmaciones de Francisca Hernández, han insistido en que «estaría sedada a tope» e incluso en que «es mejor que las viudas no hablen».
Tengo que reconocer que a mí semejantes afirmaciones procedentes de los chicos del PNV no me sorprenden lo más mínimo. Ya he recordado más de una vez cómo el PNV fue fundado por un racista patológico llamado Sabino Arana que estaba convencido de la superioridad indiscutible de la raza vasca especialmente sobre los españoles o maketos. Semejante pecado ha pesado enormemente sobre el PNV durante décadas. Ya es significativo que cuando la Santa Sede, comenzada la Guerra Civil, preguntó a los nacionalistas vascos por qué se aliaban con el Frente Popular que estaba asesinando sacerdotes y monjas y quemaba iglesias, el padre Onaindía, en el famoso informe que lleva su nombre, respondiera que porque Franco recibía dinero de los judíos.
El argumento es para meditarlo, desde luego. También hay que decir en honor a la verdad que, llegado el caso, el PNV no tuvo problema alguno en traicionar al Frente Popular proporcionando a Franco los planes de dos de las ofensivas republicanas en el Norte y pactando la rendición con los fascistas italianos en Santoña.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial, se pusieron en contacto con la Gestapo en París para que les garantizara la independencia. Hablaban de raza superior a raza superior y entre los que oficiaron por el PNV se hallaba el hermano de un periodista vasco que defendió el mal llamado proceso de paz de ZP.
Durante algunos años, el PNV intentó ocultar su naturaleza cobijado en la Internacional demócrata-cristiana. Seguía apoyando y financiando al entorno social de ETA, pero, al menos, apelaba a la doctrina social de la Iglesia católica y se oponía al aborto. Con el tiempo, el PNV fue expulsado de la citada internacional con deshonor y a partir de entonces su deriva moral ha sido absoluta. Ciertamente, ha conservado a una parte del clero vasco entre sus partidarios, pero los principios morales han ido desapareciendo uno tras otro.
Ya no es pro-vida; su postura acerca de la eutanasia es dudosa y el apoyo hacia ETA que se va conociendo fehacientemente no causa grandes sorpresas, pero es para echarse a temblar.
Ahora además se permite insultar incluso a las viudas de los asesinados por eso de que desmienten su hipócrita teoría de la equidistancia. La alegación, por otro lado, es tremenda al pretender que una mujer cuyo marido ha sido achicharrado vivo por ETA grite que los terroristas son asesinos simplemente porque está muy sedada.
No. Si hay algo que está sedado en toda esta historia no es el dolor de las víctimas, sino la conciencia del PNV. Ésa sí que está sedada, y a base de bien. Como si de ello se hubiera ocupado algún médico de cuyo nombre no quiero acordarme.
César Vidal
www.larazon.es
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