segunda-feira, 29 de junho de 2009

Juan Ramón enseña las cartas

En 1916, un barco atraviesa el Atlántico, en dirección a América. En él viaja un hombre feliz, a punto de contraer matrimonio. Es Juan Ramón Jiménez, poeta español que merecerá el Nobel en 1956. Pero en aquel viaje nupcial también le acompaña la muerte. En el barco se entera de que acaba de fallecer su gran amigo Rubén Darío. Y tal vez pensativo en su camarote, o escrutando el horizonte desde la cubierta, recuerda la primera carta que le escribió, allá por junio de 1900, poco después de que acudiera a Madrid, adonde Rubén lo había llamado para «luchar por el modernismo». Rememora aquel abril de los dieciocho años, en 1900, cuando se encontraron, él y su maestro. Se habían escrito habitualmente hasta 1911. Cartas para cruzar el mar de una honda amistad.

Lo que no sabe Juan Ramón es que Darío había realizado el mismo viaje, tan sólo tres meses antes y, casualidades de la vida, en el mismo barco: el «Antonio López», según ha descubierto ahora Alfonso Alegre Heitzmann, editor del epistolario, en una misiva. El destino baraja así las cartas. Mientras que el poeta nicaragüense embarcó enfermo y para nunca volver, nuestro compatriota atraviesa el Atlántico en un momento fundamental de su vida, no sólo por su matrimonio con Zenobia Camprubí, sino porque supone la primera gran metamorfosis de su obra -otras habrá, con dolor en el otro costado, hasta alcanzar la madurez hondísima que hoy celebramos.

Porque hoy, cuando se cumplen 50 años del premio Nobel de Juan Ramón, parecerá mentira recordar que no está editada su obra completa. En parte, porque todavía no se había publicado su epistolario, que ahora comienza con este primer volumen, editado por la Residencia de Estudiantes y la Sociedad para la Conmemoraciones Culturales, y a cargo de Alfonso Alegre Heitzmann, director de la revista «Rosa Cúbica» y autor de la edición de la poesía final de Juan Ramón «Lírica de una Atlántida». Engloba las misivas desde 1898 a 1916, muchas de las cuales se publican ahora por primera vez.

Por ejemplo, después de las 39 cartas que Darío envía a un Juan Ramón de 22 años, ahora se puede asistir a la génesis de «Cantos de vida y esperanza» a traves de las 17 respuestas remitidas por el de Moguer mientras componía el libro y que no se habían editado íntegras aún.

Otro de los epistolarios importantes de este primer volumen, además del de Rubén, es el de Gregorio Martínez Sierra y María Lejárraga, quienes editaron las revistas «Helios» y «Renacimiento» en colaboración con Juan Ramón. Por tanto, en él hay datos enjundiosos para seguir la vida literaria de la época, señala Alegre Heitzmann, quien manifiesta un gran agradecimiento a Carmen Hernández Pinzón, sobrina nieta del poeta, por la ayuda que le ha prestado para acceder a archivos que difícilmente habría podido investigar sin su credencial.

La poesía escondida

En numerosas ocasiones Juan Ramón acompañaba sus cartas con versos o poemas, que ahora aparecen por primera vez reunidos en anexos de este libro, y también textos en prosa desconocidos hasta hoy. El mismo poeta pensó en alguna ocasión en publicar este conjunto de joyas, bajo el título de «Poesía escondida: cartas y poemas». También, comenta Alegre, pensó en publicar su epistolario con nombres como «Cartas literarias», «Cartas de amor sin nombre», «Cartas a mí con notas mías»... Tantos proyectos le llevaron a acuñar el aforismo: «Mi mejor obra es mi constante arrepentimiento de mi obra», una característica que le llevaría a muchas de sus crisis personales y metamorfosis. «Nunca tuvo respeto por el libro como algo que no se puede revisar», añade Alegre.

La imagen de Juan Ramón aislado debe ser reinterpretada. En opinión del editor del volumen no es la torre de marfil, si no su antítesis: él se aísla, sobre todo desde 1906, para establecer una relación profunda con la poesía. Es importante y reconocido, pero ya en 1912 escribe cartas pidiendo que no se le hagan homenajes. Él sabe que traicionar ese principio de huir de la fama sería lo peor. «Cuando es tan duro con los otros, y nunca acude al insulto, olvidamos que es más duro consigo mismo», dice Alegre.

Por todo el mundo

El hecho es que hay misivas de Juan Ramón por todo el mundo. La dificultad en esta ocasión ha sido hallar el original enviado en muchos casos, ya que las copias conocidas anteriormente tienen siempre algunas diferencias con el texto final. Capítulos importantes de este primer volumen son las cartas cruzadas con Cansinos Assens, Ortega, Unamuno, Gómez de la Serna o Díaz Canedo. A lo largo de los próximos volúmenes se observará cómo Juan Ramón dialoga con los principales intelectuales de su tiempo, en cada momento, desde Unamuno y Ortega, pasando por el 27 y las vanguardias, hasta nombres como Ezra Pound.
Jesús García Calero
www.abc.es
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